9/30/10

Comunicado de la reunión para el diálogo teológico entre católicos y ortodoxos


Celebrada en Viena del 20 al 27 de septiembre



El duodécimo encuentro de la Comisión mixta internacional para el diálogo entre la Iglesia ortodoxa y la Iglesia católica se ha celebrado en Viena, ciudad con una larga historia, puente entre el Oeste y el Este, con una rica vida ecuménica. El encuentro fue acogido fraterna y generosamente por la arquidiócesis católica de Viena, del 20 al 27 de septiembre de 2010, en la Casa Cardenal König. Estuvieron presentes 23 miembros católicos, algunos no pudieron participar. A excepción del Patriarcado de Bulgaria estuvieron representadas todas la Iglesias ortodoxas, incluyendo al Patriarcado Ecuménico, al Patriarcado de Alejandría, al Patriarcado de Antioquía, al Patriarcado de Jerusalén, al Patriarcado de Moscú, al Patriarcado de Serbia, al Patriarcado de Rumanía, al Patriarcado de Georgia, la Iglesia de Chipre, la Iglesia de Grecia, la Iglesia de Polonia, la Iglesia de Albania, la Iglesia de la tierras de Chequia y Eslovaquia.
La Comisión trabajó bajo la dirección de sus dos co-presidenetes, el arzobispo Kurt Koch y el metropolitano Juan de Pérgamo, asistidos por los co-presidentes, el metropolitano Gennadios de Sassima, Limouris (Patriarcado Ecuménico), y el reverendo Andrea Palmieri (Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos).
Al inaugurar la sesión plenaria, el miércoles 22 de septiembre, la Comisión recibió la calurosa bienvenida de su anfitrión, el cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, y el metropolitano Miguel de Austria del Patriarcado Ecuménico, en nombre de todas las Iglesias Ortodoxas presentes en Austria. Ambos subrayaron la importancia de celebrar la reunión en Viena, que desempeña un lugar particular en la historia de toda la cristiandad. En la noche, el alcalde de Viena, Michael Häupl, ofreció una recepción en la sede del ayuntamiento. Los co-presidentes anunciaron que Su Santidad el Papa Benedicto XVI pidió fervientes oraciones por la reunión de la Comisión en la audiencia general del miércoles y leyeron un mensaje dirigido a los participantes por Su Santidad el Patriarca Ecuménico Bartolomé. Los co-presidentes enviaron una carta, en nombre de la Comisión mixta, al antiguo presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y antiguo co-presidente de la Comisión, el cardenal Walter Kasper, expresando gratitud y aprecio por su servicio y por su significativa contribución.
El jueves, 23 de septiembre, el Consejo Ecuménico de las Iglesias en Austria mantuvo un encuentro con los miembros de la Comisión mixta en la Casa Cardenal König. El sábado, 25 de septiembre, los miembros católicos celebraron la Eucaristía en la catedral San Esteban de Viena, presidida por el cardenal Christoph Schönborn, en presencia de los miembros ortodoxos. En su homilía, dijo que "tenemos y necesitamos un primado en el sentido canónico, pero por encima está el primado de la caridad. Todas las disposiciones canónicas en la Iglesia sirven a este primado del amor (ágape)". A continuación se ofreció una recepción en el patio del palacio arzobispal de Viena.
El domingo, 26 de septiembre, los miembros ortodoxos celebraron la Divina Liturgia en la catedral de la Santa Trinidad de la Iglesia Metropolitana Griega de Austria, en Viena, presidida por el metropolitano Juan de Pérgamo, en presencia de los miembros católicos. Al dirigirse a los presentes, el metropolita Miguel de Austria transmitió "los saludos del Patriarca Ecuménico Bartolomé y subrayó el papel y la contribución de la metropolía griega a la historia de Viena con eminentes personalidades". Asimismo hizo referencia a la "cercana colaboración entre los católicos y los ortodoxos en Austria y, en particular en Viena, expresando el deseo de que la oración del Señor 'que todos sean uno' (Juan 17, 21) se haga realidad en la búsqueda de la unidad de su Iglesia".Durante la tarde, los miembros visitaron la abadía cisterciense de Heiligenkreuz y participaron en las vísperas. Más tarde, en la noche, visitaron la catedral ortodoxa rusa de San Nicolás
En el primer día de la reunión, como de costumbre, los miembros católicos y ortodoxos se reunieron por separado para coordinar su trabajo. La reunión de los ortodoxos afrontó entre otras cuestiones la redacción del borrador surgido de la undécima sesión plenaria, celebrada en Pafos, Chipre, el año pasado, y se dedicó buena parte del tiempo a la metodología del diálogo. La reunión de los católicos también consideró el borrador, buscando maneras específicas para mejorarlo, y reflexionó sobre cuestiones metodológicas.
Tal y como se decidió en la décima sesión plenaria de Rávena (Italia) de 2007, la Comisión está estudiando el tema de "El papel del obispo de Roma en la comunión de la Iglesia en el primer milenio", basándose en el borrador preparado por el Comité mixto de coordinación, que se reunión en Aghios Nikolaos, Creta (Grecia), en 2008. Durante su encuentro de Viena, la Comisión continuó la detallada consideración del texto que comenzó en la última sesión plenaria de Pafos, Chipre. En el momento actual, la Comisión está discutiendo este texto como un documento de trabajo y se decidió que el texto debería ser ulteriormente revisado. Se decidió asimismo formar una subcomisión para comenzar a considerar los aspectos teológicos y eclesiológicos del primado en su relación con la sinodalidad. La subcomisión someterá su trabajo al Comité Mixto de Coordinación de la Comisión que se reunirá el próximo año.
Durante la reunión los miembros recibieron la triste noticia del fallecimiento de monseñor Eleuterio Fortino, co-secretario de la Comisión Mixta desde su creación, después de un largo período de enfermedad, y se ofrecieron oraciones por el eterno descanso de su alma.
El encuentro de la Comisión mixta se caracterizó por un espíritu de amistad y de colaboración basada en la confianza. Todos los miembros apreciaron profundamente la generosa acogida de la Iglesia anfitriona, y encomendaron encarecidamente la continuación del trabajo a favor del diálogo a las oraciones de los fieles.

9/29/10

Santa Matilde de Hackeborn, “ruiseñor de Dios”


El Papa hoy en la Audiencia General


Queridos hermanos y hermanas:

Hoy quisiera hablaros de santa Matilde de Hackeborn, una de las grandes figuras del monasterio de Helfta, que vivió en el siglo XIII. Su hermana religiosa santa Gertrudis la Grande, en el VI libro de la obra Liber specialis gratiae (El libro de la gracia especial), en el que se narran las gracias especiales que Dios otorgó a santa Matilde, afirma así: “Lo que hemos escrito es bien poco en comparación con lo que hemos omitido. Únicamente para gloria de Dios y utilidad del prójimo publicamos estas cosas, porque nos parecería injusto mantener el silencio sobre tantas gracias que Matilde recibió de Dios no tanto para ella misma, en nuestro parecer, sino para nosotros y para los que vendrán después de nosotros” (Mechthild von Hackeborn, Liber specialis gratiae, VI, 1).
Esta obra fue redactada por santa Gertrudis y por otra hermana de Helfta y tiene una historia singular. Matilde, a la edad de cincuenta años, atravesaba una grave crisis espiritual, unida a sufrimientos físicos. En estas condiciones confió a dos hermanas amigas las gracias singulares con las que Dios la había guiado desde la infancia, pero no sabía que éstas lo anotaban todo. Cuando lo supo, se sintió profundamente angustiada y turbada. Pero el Señor la consoló, haciéndole comprender que cuanto se había escrito era para gloria de Dios y para bien del prójimo (cfr ibid., II,25; V,20). Así, esta obra es la fuente principal de la que obtener informaciones sobre la vida y la espiritualidad de nuestra Santa.
Con ella nos introducimos en la familia del Barón de Hackeborn, una de las más nobles, ricas y poderosas de Turingia, emparentada con el emperador Federico II, y entramos en el monasterio de Helfta en el periodo más glorioso de su historia. El Barón había ya dado al monasterio una hija, Gertrudis de Hackeborn (1231/1232 - 1291/1292), dotada de una destacada personalidad. Abadesa durante cuarenta años, capaz de dar una impronta peculiar a la espiritualidad del monasterio, llevándolo a un florecimiento extraordinario como centro de mística y de cultura, escuela de formación científica y teológica. Gertrudis ofreció a las monjas una elevada instrucción intelectual, que les permitía cultivar una espiritualidad fundada en la Sagrada Escritura, en la Liturgia, en la tradición Patrística, en la Regla y espiritualidad cisterciense, con particular predilección por san Bernardo de Claraval y Guillermo de St-Thierry. Fue una verdadera maestra, ejemplar en todo, en la radicalidad evangélica y en el celo apostólico. Matilde, desde su juventud, acogió y gustó el clima espiritual y cultural creado por su hermana, ofreciendo después su impronta personal.
Matilde nació en 1241 o 1242 en el castillo de Helfta; es la tercera hija del Barón. A los siete años con su madre, visitó a su hermana Gertrudis en el monasterio de Rodersdorf. Quedó tan fascinada por ese ambiente que deseaba ardientemente formar parte de él. Entró como educanda y en 1258 se convirtió en monja del convento, que entre tanto se había transferido a Helfta, en la propiedad de los Hackeborn. Se distinguió por la humildad, fervor, amabilidad, limpieza e inocencia de vida, familiaridad e intensidad con que vivió su relación con Dios, la Virgen y los Santos. Estaba dotada de elevadas cualidades naturales y espirituales, como “la ciencia, la inteligencia, el conocimiento de las letras humanas, la voz de una suavidad maravillosa: todo la hacía adecuada para ser un verdadero tesoro para el monasterio bajo todos los aspectos” (Ibid., Proemio). Así, “el ruiseñor de Dios” – como se la llamaba – aún muy joven, se convirtió en directora de la escuela del monasterio, directora del coro, y maestra de novicias, servicios que llevó a cabo con talento e infatigable celo, no sólo en beneficio de las monjas, sino de todo el que deseara acudir a su sabiduría y bondad.
Iluminada por el don divino de la contemplación mística, Matilde compuso numerosas oraciones, Es maestra de fiel doctrina y de gran humildad, consejera, consoladora, guía en el discernimiento: “Ella – se lee – distribuía la doctrina con tanta abundancia que nunca se había visto en el monasterio, y tenemos, ¡ay! gran temor de que nunca vuelva a verse algo semejante. Las monjas se reunían a su alrededor para escuchar la palabra de Dios, como a un predicador. Era el refugio y la consoladora de todos, y tenía, como don singular de Dios, la gracia de revelar libremente los secretos del corazón de cada uno. Muchas personas, no sólo en el monasterio, sino también extraños, religiosos y seglares, llegados de lejos, atestiguaban que esta santa virgen les había liberado de sus penas y que nunca habían probado tanto consuelo como a su lado. Compuso además y enseñó tantas oraciones que si se reuniesen, superarían el volumen de un salterio” (Ibid., VI,1).En 1261 llegó al convento una niña de cinco años de nombre Gertrudis: fue confiada a los cuidados de Matilde, con apenas veinte años, que la educa y la guía en la vida espiritual hasta hacer de ella no sólo su discípula excelente, sino su confidente. En 1271 o 1272 entra en el monasterio también Matilde de Magdeburgo. El lugar acogió así a cuatro grandes mujeres – dos Gertrudis y dos Matildes –, gloria del monaquismo germánico. En su larga vida transcurrida en el monasterio, Matilde sufrió continuos e intensos sufrimientos, a los que añadió las durísimas penitencias elegidas para la conversión de los pecadores. De este modo participó en la pasión del Señor hasta el final de su vida (cfr ibid., VI, 2). La oración y la contemplación fueron el humus vital de su existencia: las revelaciones, sus enseñanzas, su servicio al prójimo, su camino en la fe y en el amor tienen aquí su raíz y su contexto. En el primer libro de la obra Liber specialis gratiae, las redactoras recogen las confidencias de Matilde señaladas en las fiestas del Señor, de los santos y, de modo especial, de la Beata Virgen. Es impresionante la capacidad que esta santa tenía de vivir la Liturgia en sus varios componentes, incluso los más sencillos, llevándola a la vida monástica cotidiana. Algunas imágenes, expresiones, aplicaciones quizás están alejadas de nuestra sensibilidad, pero, si se considera la vida monástica y su tarea de maestra y directora de coro, se nota su singular capacidad de educadora y formadora, que ayuda a sus hermanas a vivir intensamente, partiendo de la Liturgia, cada momento de la vida monástica.
En la plegaria litúrgica Matilde dio particularmente relieve a las horas canónicas, a la celebración de la santa Misa, sobre todo a la santa Comunión. En ese momento a menudo se elevaba en éxtasis en una intimidad profunda con el Señor en su Corazón ardentísimo y dulcísimo, en un diálogo estupendo, en el que pedía iluminación interior, mientras intercedía de modo especial por su comunidad y por sus hermanas. En el centro están los misterios de Cristo hacia los cuales la Virgen María remite constantemente para caminar por el camino de la santidad: “Si deseas la verdadera santidad, estate cerca de mi Hijo; él es la santidad misma que lo santifica todo” (Ibid., I,40). En esta intimidad suya con Dios está presente el mundo entero, la Iglesia, los benefactores, los pecadores. Para ella Cielo y tierra se unen.
Sus visiones, sus enseñanzas, las circunstancias de su existencia se describen con expresiones que evocan el lenguaje litúrgico y bíblico. Se capta así su profundo conocimiento de la Sagrada Escritura, su pan cotidiano. Recurre continuamente a ella, sea valorando los textos bíblicos leídos en la liturgia, sea tomando símbolos, términos, paisajes, imágenes, personajes. Su predilección era por el Evangelio: “Las palabras del Evangelio eran para ella un alimento maravilloso y suscitaban en su corazón sentimientos de tal dulzura que a menudo por el entusiasmo no podía terminar su lectura… El modo como leía esas palabras era tan ferviente que suscitaba la devoción en todos. Así también, cuando cantaba en el coro, estaba toda absorta en Dios, transportada por tal ardor que a veces manifestaba sus sentimientos con los gestos... Otras veces, elevada en éxtasis, no oía a las que la llamaban o la movían y a duras penas recuperaba el sentido de las cosas exteriores” (Ibid., VI, 1). En una de sus visiones, Jesús mismo le recomienda el Evangelio; abriéndole la herida de su dulcísimo Corazón, le dijo: “Considera cuán inmenso es mi amor: si quieres conocerlo bien, en ningún lugar lo encontrarás expresado más claramente que en el Evangelio. Nadie ha sentido nunca expresar sentimientos más fuertes y más tiernos que estos: Como mi Padre me ha amado, así os he amado yo (Jn. 15, 9)” (Ibid., I,22).
Queridos amigos, la oración personal y litúrgica, especialmente la Liturgia de las Horas y la Santa Misa son la raíz de la experiencia espiritual de santa Matilde de Hackeborn. Dejándose guiar por la Sagrada Escritura y nutrir por el Pan eucarístico, Ella recorrió un camino de íntima unión con el Señor, siempre en la plena fidelidad a la Iglesia. Esto es también para nosotros una fuerte invitación a intensificar nuestra amistad con el Señor, sobre todo a través de la oración cotidiana y la participación atenta, fiel y activa en la Santa Misa. La Liturgia es una gran escuela de espiritualidad.
La discípula Gertrudis describe con expresiones intensas los últimos momentos de la vida de santa Matilde de Hackeborn, durísimos, pero iluminados por la presencia de la Beatísima Trinidad, del Señor, de la Virgen, de todos los Santos, y también de su hermana de sangre Gertrudis. Cuando llegó la hora en que el Señor quiso llevarla con Él, ella le pidió poder vivir un poco más en el sufrimiento por la salvación de las almas, y Jesús se complació por este ulterior signo de amor.
Matilde tenía 58 años. Recorrió el último trecho del camino caracterizado por ocho años de graves enfermedades. Su obra y su fama de santidad se difundieron ampliamente. Llegada su hora, “el Dios de Majestad ... única suavidad del alma que le ama ... le cantó: Venite vos, benedicti Patris mei ... Venid, vosotros benditos de mi Padre, venid a recibir el reino ... y la asoció a su gloria” (Ibid., VI,8).
Santa Matilde de Hackeborn nos confía al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen María. Invita a alabar al Hijo con el Corazón de la Madre y a alabar a María con el Corazón del Hijo: “¡Os saludo, oh Virgen veneradísima, en ese dulcísimo rocío, que del Corazón de la santísima Trinidad se difundió en vos; os saludo en la gloria y en el gozo con que ahora os alegráis eternamente, vos que con preferencia a todas las criaturas de la tierra y del cielo, fuisteis elegida antes aún de la creación del mundo! Amén” (Ibid., I, 45).
Santuarios: de la práctica devocional a la pastoral de la peregrinación


Monseñor Vegliò

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La Iglesia ha tomado conciencia en las últimas décadas de que el principal objetivo de la peregrinación a un santuario es la evangelización, el encuentro con Dios, y por ello ha pasado de una práctica devocional a una pastoral de la peregrinación.
Lo afirmó el presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, monseñor Antonio Maria Vegliò, este martes en el discurso inaugural del II Congreso Mundial de Pastoral de Peregrinaciones y Santuarios, que se está celebrando en Santiago de Compostela del 27 al 30 de septiembre.
“La peregrinación tiene 'como objetivo primario la evangelización, que con frecuencia resulta natural en los mismos lugares sagrados'”, dijo monseñor Vegliò citando el documento La Peregrinación en el Gran Jubileo del año 2000, publicado en 1998 por el dicasterio que preside.
Y destacó que “los momentos de peregrinación, por las circunstancias que los motivan, por los lugares a que se dirigen y por su cercanía a las necesidades y a las alegrías cotidianas, son un campo ya abonado para que la palabra de Dios arraigue en los corazones”.
“De esta posibilidad hemos ido tomando conciencia en las últimas décadas, en las que hemos pasado de una práctica devocional a una pastoral de la peregrinación, descubriendo que este momento se convierte en una ocasión para la renovación de la fe e incluso para una primera evangelización”, explicó.
El presidente del dicasterio indicó que “esto ha ido acompañado tanto del nacimiento de una ministerialidad específica para el acompañamiento como de una profundización en la correspondiente reflexión teológico-pastoral”.
En el discurso inaugural de este importante congreso que tiene como lema Y entró para quedarse con ellos, monseñor Vegliò recordó que “en Cristo todas nuestras búsquedas hallan su respuesta”.
Como con los discípulos de Emaús, dijo, “el Resucitado recorre con nosotros nuestros caminos, compartiendo nuestras dificultades, nuestras angustias, nuestros proyectos, nuestras dudas y nuestras alegrías, aunque en tantas ocasiones no hayamos sabido reconocerle”.
“¿Cómo podemos evangelizar en el ámbito de las peregrinaciones?”, preguntó a las cerca de 250 personas de 70 países que están participando en el encuentro: .
Y ofreció una completa respuesta basada en el Mensaje que el Papa ha enviado al Congreso y que ofrece cinco ideas que, según monseñor Vegliò “deben servir de orientación”, tanto para la reflexión como para la acción pastoral.
Benedicto XVI ha aconsejado en concreto aprovechar la capacidad de convocatoria de las peregrinaciones, cuidar la acogida a los peregrinos, sintonizando con sus preguntas y ayudándoles a descubrir la meta, y realizar una propuesta fiel al carácter cristiano de la peregrinación.
Sintonizar con el peregrino
Desarrollando este programa en su ponencia, monseñor Vegliò destacó la importancia de sintonizar realmente con las preguntas que brotan del corazón del peregrino.
En este sentido, señaló que el trabajo en el ámbito de las peregrinaciones y santuarios se debe insertar en el amplio esfuerzo por la evangelización, que a menudo se dirige hoy a personas que no buscan respuestas.
“El problema de la indiferencia religiosa reside, con frecuencia, en que el hombre actual no descubre a Cristo como la respuesta de su vida”, constató, y advirtió que “sólo cuando responde a un interés, la respuesta puede ser fácilmente comprendida”.
“Proponemos respuestas a preguntas no siempre planteadas por aquel a quien tenemos delante -lamentó-. Ofrecemos, pues, una palabra de esperanza a un corazón que, por desgracia, encontramos frecuentemente dormido”.
Ante esta realidad, el ponente expuso “el gran reto de presentar de modo significativo la Buena Noticia del Evangelio, de hacer ver al hombre de hoy que el mensaje cristiano satisface plenamente el corazón humano, que responde a sus interrogantes”.
“Y en esta tarea -afirmó-, el ámbito concreto de las peregrinaciones contiene en sí una circunstancia que necesariamente debe ser tenida en cuenta en la acción evangelizadora”.
En concreto, explicó, “quien peregrina o visita un santuario, tantas veces lo hace en unas circunstancias vitales singularmente particulares de esperanza, de sufrimiento profundo, de gozo, de fracaso, de agradecimiento,...” y “muchas de estas experiencias son una puerta abierta para plantearse la pregunta del por qué”.
“Además -añadió monseñor Vegliò-, si la visita al santuario está precedida por una peregrinación, el corazón está mucho más dispuesto”.
Aprovechar su presencia
Otra de las orientaciones del Papa en las que profundizó monseñor Vegliò se refiere a la capacidad de los santuarios y las peregrinaciones de “reunir a amplios sectores de la sociedad, a personas de toda edad y condición social y religiosa”.
El ponente constató que “para algunos de los que acuden en peregrinación a los santuarios, éste es el único vínculo que los une a la comunidad eclesial” y destacó la necesidad de proclamar el Evangelio e intentar conducir a esos peregrinos a Cristo.
“Además -añadió-, un modo importante de evangelizar es mediante la presencia religiosa en el espacio público que suponen tanto las peregrinaciones como las demás manifestaciones de religiosidad popular, ya que una falta de expresividad supone una ayuda inestimable al proceso de secularización”.
Calidad de la acogida
Por otra parte, monseñor Vegliò habló de cómo cuidar la acogida al peregrino, que “se manifiesta en diversidad de elementos: desde los sencillos detalles hasta la disponibilidad personal a la escucha, pasando por el acompañamiento durante el tiempo que dure la presencia”.
El ponente destacó la conveniencia de “una acogida realizada por sacerdotes, religiosos o laicos, caracterizada por la calidad humana, por el respeto a los procesos personales, ayudando a desentrañar los interrogantes (o incluso a provocarlos)”.
Deseó “una actitud acogedora y comprensiva que aproveche cada ocasión como un verdadero kairós para anunciar el Evangelio y una oportunidad para facilitar el encuentro, abriendo a la propuesta respetuosa de cauces posteriores que permitan crecer en la fe de la Iglesia”.
“Cada peregrino merece toda nuestra atención -dijo a los presentes, muchos de ellos rectores de santuarios y responsables de peregrinaciones-. En la medida de lo posible, debe ser acogido como individuo, de forma personal, pues es su propia felicidad la que puede estar en juego”.
Monseñor Vegliò pidió huir de una acogida uniforme y “estar “atentos a los ‘tiempos’ y a los ritmos de cada peregrinación: la partida, la llegada, la ‘visita’ al santuario y el retorno”.
Propuesta verdaderamente cristiana
Otra de las orientaciones del Papa que recogió el presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes fue la de evitar los reduccionismos y ofrecer una propuesta verdaderamente cristiana.
“Independiente de las motivaciones que tenga cada una de las personas que inicia el camino o visita a nuestro santuario, no podemos negar ni esconder el carácter primordial religioso de los mismos”, reconoció.
Y explicó que “a ello contribuiremos si, como nos invita el Papa Benedicto XVI, trabajamos para que la peregrinación y el santuario sean realmente ámbitos de la Palabra, de la celebración, de la caridad, de la comunión eclesial, de la comunión eucarística y de la misión”.
La meta: el encuentro con Dios
Finalmente, monseñor Vegliò recogió la indicación del Papa de ayudar al peregrino a descubrir que su camino tiene una meta.
“La auténtica meta de la peregrinación no es ella misma ni un lugar concreto -recordó-, sino 'el encuentro con Dios por medio de Cristo, en el que todas nuestras aspiraciones hallan su respuesta'”.
“Por ello -añadió-, la experiencia del amor de Dios, que en la celebración de los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía encuentran su máxima expresión, se convierte en el objetivo íntimo del camino recorrido, al tiempo que anima a retornar a la vida ordinaria siendo testigos de Cristo, quien sigue acompañando nuestros pasos”.
El ponente recordó a los asistentes que “quienes trabajamos en la pastoral de las peregrinaciones y los santuarios, desde los diversos ministerios que debamos desempeñar” estamos llamados a “acompañar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo”.
“La meta de toda nuestra actividad pastoral y catequética, el objeto de nuestra predicación, el centro mismo de nuestro ministerio sacramental ha de ser ayudar a las personas a establecer y alimentar semejante relación vital con ‘Jesucristo nuestra esperanza'”, afirmó.
Momento de gracia
“Por eso -exhortó- os hago un llamamiento a aprovechar el momento de gracia que puede suponer una peregrinación”.
“Es importante que seamos capaces, desde el respeto, de ofrecerles la única Palabra que salva -dijo- Con vuestro trabajo podéis colaborar en que se renueve el acontecimiento de Emaús, de modo que el peregrino, acogido en la casa del Señor, encuentre la respuesta a sus profundos interrogantes en la Palabra que hace arder los corazones y en el Pan que se reparte”.
Monseñor Vegliò concluyó su discurso animando a los agentes pastorales presentes en los santuarios a “iniciar a la gente en el diálogo con Dios y en la contemplación del misterio inmenso que nos envuelve y atrae”.
“Y cuando el cansancio o la dificultad se apoderen de nuestra vida -aconsejó-, recordemos el saludo del peregrino jabobeo, que ya aparece en el Codex Calixtinus: 'Ultre ia Et Sus eia! Deus adjuva nos!' (“Vamos más allá y vamos más arriba! ¡Dios ayúdanos!”).
Un guía en la jungla
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Eusebio Val



Ha transcurrido una semana desde que concluyó la histórica visita de Benedicto XVI al Reino Unido. Al repasar el contenido de sus homilías y discursos, al visionar las fotos que hice durante el viaje y hojear de nuevo los periódicos ingleses y escoceses de aquellos días, se me ocurren varias reflexiones. El ritmo de las noticias suele ser demasiado rápido y el análisis del momento demasiado superficial, por lo que no se presta atención al poso que dejan los acontecimientos.
Con cierta distancia, uno se maravilla de la acogida popular y mediática que acabó teniendo el Papa en Gran Bretaña, un país que protagonizó un cisma hace casi cinco siglos y donde los católicos representan menos del 9 por ciento de la población. Resulta siempre algo extraño ver cómo un hombre de 83 años, con un aura casi semidivina para los creyentes, se pasea por ciudades de todo el mundo, encerrado en una urna de cristal blindado.
A mi juicio, una de las frases más importantes que pronunció Joseph Ratzinger durante su viaje la dijo en la misa de Bellahouston Park, en Glasgow. Tal vez sin pretenderlo, el propio Papa dio la explicación más plausible sobre el impacto que tiene su figura, tanto para la gente de fe como para los agnósticos e incluso para los ateos. «La sociedad, hoy, necesita voces claras que propongan nuestro derecho a vivir, no en una jungla de libertades autodestructivas y arbitrarias, sino en una sociedad que trabaje por el verdadero bienestar de sus ciudadanos y ofrezca guía y protección ante su debilidad y fragilidad», afirmó el Pontífice. Muchos pueden suscribir esta reflexión.
Pese a todos los pesares, el catolicismo continúa siendo la religión global mejor organizada, con una estructura capilar que llega a casi todos los rincones del planeta y con una autoridad clara. Eso le da una tremenda fuerza. Benedicto XVI asume ese papel de guía ético. En Gran Bretaña habló de la "dictadura del relativismo", de la "exclusión de la religión" en la esfera política y en la vida pública, del "ateísmo extremo" que alimentó los totalitarismos el siglo XX, de las "muchas tentaciones" que asedian a la juventud, como las drogas, el dinero o la pornografía.
Londres fue escenario, el día 18, de una gran manifestación de protesta contra el Papa y contra las actitudes y enseñanzas de la Iglesia católica. Nunca un Pontífice se había enfrentado, en tiempos modernos, a tal contestación en la calle. Esas 10.000 personas —o quizá más— que desfilaron entre Hyde Park y la residencia del primer ministro, en el número 10 de Downing Street, lo hicieron precisamente por su frontal desacuerdo con el papel de guía moral que asume el Papa.
Rob Colpus, un pequeño fabricante de paracaídas del condado de Kent, de 57 años, estaba entre los manifestantes. «¿Por qué pago para que un dictador medieval visite mi país?», decía el cartoncito que llevaba en la mano, en alusión al coste del viaje para el contribuyente. Conversé con Colpus, un hombre educado y razonable, que me planteó sus argumentos. Según él, no existe ninguna razón, sino más bien lo contrario, para que el Papa y la Iglesia católica se arroguen ningún tipo de "supremacía moral". Colpus se refirió a la historia de la institución y al último escándalo de la pederastia.
La grandeza de Gran Bretaña es que, con su tradición liberal y tolerante, puede acoger civilizadamente todas las ideas. La protesta transcurrió con orden. Sirvió para canalizar el descontento, sin que hubiera incidentes desagradables en la agenda oficial del Papa.
Me sorprendió la muy extensa cobertura de los diarios británicos a la visita pontificia, con múltiples piezas de documentación histórica y análisis. Lo mismo hizo la BBC y las televisiones privadas. Si al principio la actitud estuvo algo reticente y defensiva ante el Papa, casi todos los comentarios finales fueron elogiosos. El Vaticano tenía razones para estar satisfecho de un viaje que se presentaba a priori complicado.
Da la sensación de que existe en el mundo una enorme sed de reflexión, de serenidad, de encontrar una guía sensata en el océano de frivolidad, superficialidad, materialismo y desorientación. Pese a las críticas y reservas que suscita la Iglesia, sobre todo en las muy secularizadas sociedades europeas occidentales, las palabras del Papa pueden ser para mucha gente un bienvenido contrapeso, un contraste ante los mensajes y las tendencias dominantes, un acicate para detenerse y pensar.

9/28/10

Dios existe

Enrique Moros
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El libro de Hawking reabre un viejo debate. En la historia del pensamiento reciente abunda la bibliografía que avala la tesis de un ser superior
La cuestión de Dios está de moda. La multiplicación y el desarrollo de las ciencias han ofrecido más argumentos para pensar a Dios. Los científicos han buscado cómo era posible que Dios se engarzara con sus descubrimientos o han afirmado que es imposible que haya algo más que lo que se descubre siguiendo el método científico.
Hay autores, por ejemplo Ermanno Bencivenga, que se atreven a escribir libros enteros para estudiar la demostración de su existencia al estilo de los clásicos ("La dimostrazione di Dio. Come la filosofia ha cercato di capire la fede", 2009).
Otros prefieren las demostraciones clásicas renovadas por el avance espectacular que la cosmología física ha conocido, caso de Francisco Soler Gil ("Dios y las cosmologías modernas", 2005).
Las conclusiones son contrapuestas, pero el proceso lógico que han seguido y el rigor de sus planteamientos permiten advertir que estamos ante un tema central.
Los filósofos saben que no basta redactar con claridad y rigor. Es necesario discutir los argumentos contrarios. Los argumentos ateos pueden resumirse en dos: uno, que Dios no es necesario —es la crítica naturalista—, y el otro, que si existe el mal —o al menos algunas clases específicas o determinadas cantidades de mal—, entonces no puede existir un Dios bueno, sabio y omnipotente. El argumento a partir del mal requiere la objetividad del mal, no basta definir qué es el mal, sino probar su existencia en concreto.
Puede pensarse que se trata de cuestiones abstractas, pero la realidad es que el filósofo ateo quizá más importante del siglo XX, Antony Flew, se ha convertido racionalmente al teísmo, siguiendo la evidencia hasta donde ésta quiera conducirnos ("There is a God: how the world’s most notorious atheist changed his mind"; con Roy Abraham Varghese, 2007).
La consistencia y la racionalidad de las leyes de la naturaleza, el ajuste fino de las constantes físicas del universo que permite la existencia de un ser inteligente, el origen del universo en el big-bang, y, finalmente, la rica información organizada necesaria para la vida permiten elaborar una fuerte demostración a favor del teísmo.
Hace pocos años ha surgido "el nuevo ateísmo", compuesto por filósofos como Daniel C. Dennet ("Breaking the spell: religion as a natural phenomenon", 2006) y Michael Onfray ("Tratado de ateología: física de la metafísica", 2006); por divulgadores científicos como Richard Dawkins ("El espejismo de Dios", 2007); y por críticos culturales como Christopher Hitchens ("Dios no es bueno. Alegato contra la religión", 2008) o Sam Harris ("El fin de la fe. La religión, el terror y el futuro de la razón", 2007).
A medida que han alcanzado popularidad se han radicalizado, y no siempre se expresan con la mesura y equilibrio requerido en una empresa intelectual ni con la sutileza y la finura de un pensador que ama el diálogo. Les caracteriza la crítica moral al cristianismo.
Pero crítica no significa discernimiento, sino ataque. Su reduccionismo científicista es una tarea complicada que no se acomoda a una concepción moral fuerte: si el hombre es sólo un ser como cualquier otro del universo, ¿por qué posee dignidad?
Además, sin esa moral, ¿a partir de dónde y con qué fuerzas se desarrollará una nueva cultura atea? Y, sobre todo, ¿a dónde quieren conducirnos? Da la impresión de que es un fenómeno puramente reactivo y parasitario del cristianismo. En realidad, parece que pretenden únicamente llegar a poseer el poder político que atribuyen a la religión.
Respuestas más mesuradas
A la dureza de sus críticas no le han faltado respuestas, en general más mesuradas. Podemos destacar a Scott Hahn que ha escrito "Answering the New Atheism: Dismantling Dawkins’ Case Against God" (2008), a William Lane Craig y su "God Is Great, God Is Good: Why Believing in God Is Reasonable & Responsable" (2009) y a Alister McGrath que ha afrontado un largo diálogo con "Dennett: The future of Atheism : Alister McGrath and Daniel Dennett in dialogue" (2008).
Los científicos, como los filósofos, se dividen en creyentes y ateos. No se trata de una división equilibrada, ni de hallar porcentajes en encuestas al efecto. La cuestión es más profunda.
En primer lugar, la ciencia ha surgido allí donde la creencia en la racionalidad del universo basada en la libre creación divina se había asentado en la cultura y había moldeado el pensamiento y espoleado el deseo de saber cómo había hecho Dios el mundo.
También conviene destacar que casi todos los grandes científicos han sido estimulados por su fe a desarrollar la ciencia. Tenemos el ejemplo de Francis S. Collins ("¿Cómo habla Dios? La evidencia científica de la fe", 2007): un científico, jefe del proyecto Genoma, convertido al cristianismo en la madurez y que intenta pensar su fe junto con la ciencia de una manera «enteramente plausible, intelectualmente satisfactoria y lógicamente consistente».
Entender desde la ciencia
La cuestión crucial que está en juego es si realmente el hombre puede entenderse a sí mismo sólo desde la ciencia que ha desarrollado o si él mismo en cuanto persona libre y creativa no queda aparte del objeto de la ciencia y más allá de lo que su método permite alcanzar. El naturalismo podría caracterizarse, por contraposición, como aquella filosofía según la cual la ciencia positiva puede llegar a saberlo todo. La discusión sobre el naturalismo centra una buena parte del esfuerzo de pensadores tanto ateos como creyentes (Steward Goetz, "Naturalism", 2008; "Science and religion in dialogue", 2010).
Los científicos y los filósofos son profesionales del diálogo crítico y no temen cruzar sus armas en debates privados y públicos, por escrito o delante de las cámaras de televisión. En el ámbito americano, un experto es William Lane Craig que ha protagonizado debates, entre otros, con Walter Sinnott-Armstrong ("God? A Debate Between a Christian and an Atheist", 2004), Anthony Flew ("Does God exist?", 2003) y Christopher Hitchens (2009).
En el ámbito español podemos encontrar el de Francisco Soler Gil con Martín López Corredoira que se titula "¿Dios o la materia?" (2008). En Italia el debate es encabezado casi siempre por Paolo Flores d’Arcais que se ha medido, entre otros, con Joseph Ratzinger ("¿Dios existe?", 2008) y con Angelo Scola ("Dio? Ateismo della ragione e ragioni della fede", 2008), pero siempre da la impresión de que quiere llevar razón.
Este diálogo es imprescindible para la vida cultural de una civilización y se desarrolla aunque los que participan no sean ni creyentes ni ateos, porque a todos concierne el interés de la religión o el valor de su rechazo. Esta confrontación sólo tiene sentido si seguimos buscando la verdad.
Al evaluar los diferentes argumentos, discriminando sobre su valor relativo, podemos descubrir mejores modos de sostener nuestras creencias e insistir de modo más eficaz en sus aplicaciones prácticas para hacer más humana la vida.
Vivo mi pontificado “con los sentimientos del peregrino”


El Papa pide que se resalte la riqueza de peregrinar a los santuarios


“En estos momentos históricos, en los que, con más fuerza si cabe, estamos llamados a evangelizar nuestro mundo, ha de resaltarse la riqueza que nos brinda la peregrinación a los santuarios”.
Lo señala el Papa en su Mensaje al II Congreso Mundial de Pastoral de Peregrinaciones y Santuarios, que se celebra en Santiago de Compostela desde hoy 27 de septiembre hasta el jueves 30 de septiembre bajo el lema Y entró para quedarse con ellos, tomado del pasaje evangélico de los discípulos de Emaús.
Benedicto XVI destaca en primer lugar la “gran capacidad de convocatoria” de los santuarios, que reúnen “a un número creciente de peregrinos y turistas religiosos, algunos de los cuales se encuentran en complicadas situaciones humanas y espirituales, con cierta lejanía respecto a la vivencia de la fe y una débil pertenencia eclesial”.
“A todos ellos se dirige Cristo con amor y esperanza -afirma-. El anhelo de felicidad que anida en el alma alcanza su respuesta en E1, y el dolor humano junto a El tiene un sentido. Con su gracia, las causas mas nobles hallan también su plena realización”.
Orientaciones
El Papa afirma que “como Simeón se encontró con Cristo en el templo (cf. Lc 2,25-35), así también el peregrino ha de tener la oportunidad de descubrir al Señor en el santuario”.
Para que se dé este descubrimiento, el Pontífice ofrece diversas orientaciones. “Se procurará que los visitantes no olviden que los santuarios son ámbitos sagrados, para estar en ellos con devoción, respeto y decoro”, pide.
“De esta forma -explica-, la Palabra de Cristo, el Hijo de Dios vivo, podrá resonar con claridad, proclamándose íntegramente el acontecimiento de su muerte y resurrección, fundamento de nuestra fe.
Por otra parte, Benedicto XVI señala que “hay que cuidar además, con singular esmero, la acogida del peregrino, dando realce, entre otros elementos, a la dignidad y belleza del santuario, imagen de la 'morada de Dios con los hombres' (Ap 21,3)”.
También indica la importancia de cuidar “los momentos y espacios de oración, tanto personales como comunitarios; y la atención a las prácticas de piedad”.
Además, añade, “nunca se insistirá bastante en que los santuarios sean faros de caridad, con incesante dedicación a los mas desfavorecidos a través de obras concretas de solidaridad y misericordia”.
El Papa destaca la importancia de fomentar en los santuarios “una constante disponibilidad a la escucha, favoreciendo en particular que los fieles puedan acercarse al sacramento de la Reconciliación y participar dignamente en la celebración eucarística, haciendo de ésta el centro y culmen de toda la acción pastoral de los santuarios”.
De esta manera, indica Benedicto XVI citando la homilía en la solemnidad del Corpus Christi del año 2008, “se pondrá de manifiesto que la Eucaristía es, ciertamente, el alimento del peregrino, el 'sacramento del Dios que no nos deja solos en el camino, sino que nos acompaña y nos indica la dirección'”.
El Obispo de Roma destaca que “la celebración de la Eucaristía bien puede considerarse la culminación de la peregrinación”.
El Papa exhorta a “los que os dedicáis a esta hermosa misión” a que “con vuestro cuidado pastoral, favorezcáis en los peregrinos el conocimiento y la imitación de Cristo, que sigue caminando con nosotros, iluminando nuestra vida con su Palabra y repartiéndonos el Pan de Vida en la Eucaristía”.
“De este modo -subraya-, la peregrinación al santuario será una ocasión propicia para que se vigorice en los que lo visitan el deseo de compartir con otros la maravillosa experiencia de saberse amados por Dios y ser enviados al mundo para dar testimonio de ese amor”.
El Papa, peregrino
En su Mensaje, Benedicto XVI revela que “desde el inicio de mi pontificado, he querido vivir mi ministerio de Sucesor de Pedro con los sentimientos del peregrino que recorre las vías del mundo con esperanza y sencillez, llevando en sus labios y en su corazón el mensaje salvador de Cristo Resucitado y confirmando en la fe a sus hermanos”.
“Como signo explicito de esta misión -explica-, figura en mi escudo, entre otros elementos, la concha de peregrino”.
También recuerda: “Yo mismo peregrinare próximamente a la tumba del Apóstol Santiago, el "amigo del Señor", del mismo modo que he dirigido mis pasos hacia otros lugares del mundo, a donde acuden numerosos fieles con ferviente devoción”.
El Mensaje está dirigido al presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, monseñor Antonio Maria Vegliò, y al arzobispo de Santiago de Compostela, monseñor Julián Barrio Barrio, representantes de la organización del II Congreso Mundial de Pastoral de Peregrinaciones y Santuarios.
En él, Benedicto XVI hace llegar a los congresistas su “cercanía espiritual, que los aliente y acompañe en el ejercicio de una labor pastoral de tanto relieve en la vida eclesial”.
También saluda a las autoridades civiles que han colaborado en la preparación del encuentro, así como al rey de España, “quien ha honrado esta iniciativa aceptando su Presidencia de Honor”.
Alto nivel
Cerca de 300 personas de los cinco continentes comprometidas en el ámbito de la atención pastoral a las peregrinaciones y los santuarios participan en este congreso, con el objetivo de profundizar en la importancia de las peregrinaciones a los santuarios en cuanto manifestación de vida cristiana y espacio de evangelización.
La edición anterior se celebró hace 18 años en Roma. Entre los numerosos ponentes, se encuentran los subsecretarios de las Congregaciones Pontificias para el Clero y para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el rector de los Santuarios de Lourdes, y el presidente de Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Las sesiones de trabajo comenzarán este martes a las 9 horas con el saludo de monseñor Vegliò, una presentación del congreso y una ponencia del arzobispo de Santiago de Compostela.
El Papa confía los frutos del congreso “a la intercesión de María Santísima y de Santiago Apóstol, a la vez que dirijo mi oración a Jesucristo, 'Camino, Verdad y Vida' (Jn 14,6), al que presento a todos los que, peregrinando por la vida, van buscando su rostro”.
Su Mensaje, con fecha del 8 de septiembre, concluye con una oración a “Cristo Señor, peregrino de Emaús que por amor te haces cercano a nosotros, aunque, a veces, el desaliento y la tristeza impidan que descubramos tu presencia”.

9/27/10

Despedida de Castel Gandolfo


Discurso del Papa a los representantes civiles, religiosos y militares



Queridos hermanos y hermanas:

Antes de dejar Castel Gandolfo, al término del periodo estival, estoy contento de encontraros a todos vosotros, que representáis a la comunidad eclesial y la civil de esta amena ciudad, a mi tan querida, donde la Providencia me concede cada año transcurrir una estancia serena y provechosa.
Ante todo, mi saludo fraternal y mi cordial gratitud van al obispo de Albano, monseñor Marcello Semeraro, extendiéndose a toda la diócesis, a la que sigo con especial afecto en la oración en su vida de fe y de testimonio cristiano. Saludo también al párroco de Castel Gandolfo y a la comunidad parroquial, junto con los diversos Institutos religiosos masculinos y femeninos que viven y trabajan aquí para servir en alegría al Evangelio y a los hermanos.
Dirijo un deferente saludo al Señor Alcalde y a los componentes de la Administración Comunal, expresando una vez más mi sincero reconocimiento por la contribución indispensable que ofrecen, en el ámbito de sus competencias, para que Castel Gandolfo pueda acoger adecuadamente a los numerosos peregrinos que vienen aquí desde todas partes del mundo. A través vuestro, deseo hacer llegar a vuestros conciudadanos mi vivo aprecio por la bien conocida cortesía y la atención solícita con la que me rodean y siguen mis actividades al servicio de la Iglesia universal.
Quisiera agradecer cordialmente también a los dirigentes y a todos los miembros de los Servicios de la Gobernación, comenzando por el Cuerpo de la Gendarmería, la Florería, las Direcciones de los Servicios Sanitarios y de los Servicios Técnicos, como también la Guardia Suiza Pontificia. Queridos amigos, a todos vosotros os dirijo un “gracias” especial por la solicitud y la profesionalidad con la que habéis trabajado para salir al encuentro de mis necesidades, a las de mis colaboradores y a las de cuantos, durante los meses de verano, han venido a Castello para visitarme. Para cada uno de vosotros y para vuestras familias os aseguro un constante recuerdo en la oración.
Un pensamiento de sentido agradecimiento va también a los funcionarios y a los agentes de las diversas Fuerzas del Orden italianas, por su trabajo puntual y eficiente, como también a los oficiales y aviadores de la 31° Escuadra de la Aeronáutica Militar. Doy gracias a Dios y os estoy agradecido a todos vosotros, porque todo se ha llevado a cabo siempre en orden y tranquilidad.
Al despedirme de vosotros, quiero confiar a vuestra consideración la figura de san Vicente de Paúl, cuya memoria hoy celebramos. Este apóstol de la caridad, tan querido al pueblo cristiano y conocido especialmente a través de las Hermanas fundadas por él, fue proclamado por el papa León XIII “patrón universal de todas las obras de caridad diseminadas por el mundo”. Con su incesante acción apostólica, hizo de modo que el Evangelio se convirtiera cada vez más en faro luminoso de esperanza y de amor para el hombre de su tiempo, y en particular para los más pobres en el cuerpo y en el espíritu. Que su ejemplo virtuoso y su intercesión susciten en vuestras comunidades y en cada uno de vosotros un renovado compromiso de solidaridad, para que los esfuerzos de cada uno cooperen en la edificación del bien común.
Acompaño este cordial augurio con la seguridad de mi recuerdo al Señor, para que os asista a todos vosotros y vuestras familias con su gracia y os colme de abundantes consolaciones, Os doy nuevamente las gracias, queridos amigos, y os bendigo de corazón.
Los santuarios, centros de espiritualidad


Mensaje del Papa al II Congreso de Pastoral de Peregrinaciones y Santuarios


A los Venerados Hermanos,Mons. Antonio Maria Vegliò,Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoralde los Emigrantes e Itinerantes,y Mons. Julián Barrio Barrio,Arzobispo de Santiago de Compostela:

Con ocasión del II Congreso Mundial de Pastoral de Peregrinaciones y Santuarios, que se celebra en Santiago de Compostela del 27 al 30 de septiembre, deseo dirigiros mi cordial saludo, que hago extensivo a los venerados Hermanos en el Episcopado, a los miembros de la Delegación Fraterna, a los participantes en esta importante reunión y a las Autoridades civiles, que han colaborado en la preparación del Congreso. Expreso igualmente mi deferente saludo a Su Majestad el Rey de España, quien ha honrado esta iniciativa aceptando su Presidencia de Honor.
Bajo el lema: «Y entró para quedarse con ellos» (Lc 24,29), tornado del pasaje evangélico de los discípulos de Emaús, os disponéis a profundizar en la importancia de las peregrinaciones a los santuarios, en cuanto manifestación de vida cristiana y espacio de evangelización.
Con viva complacencia quisiera hacer llegar a los congresistas mi cercanía espiritual, que los aliente y acompañe en el ejercicio de una labor pastoral de tanto relieve en la vida eclesial. Yo mismo peregrinare próximamente a la tumba del Apóstol Santiago, el "amigo del Señor", del mismo modo que he dirigido mis pasos hacia otros lugares del mundo, adonde acuden numerosos fieles con ferviente devoción. A este respecto, desde el inicio de mi pontificado, he querido vivir mi ministerio de Sucesor de Pedro con los sentimientos del peregrino que recorre las vías del mundo con esperanza y sencillez, llevando en sus labios y en su corazón el mensaje salvador de Cristo Resucitado y confirmando en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22,32). Como signo explicito de esta misión, figura en mi escudo, entre otros elementos, la concha de peregrino.
En estos momentos históricos, en los que, con más fuerza si cabe, estamos llamados a evangelizar nuestro mundo, ha de resaltarse la riqueza que nos brinda la peregrinación a los santuarios. Ante todo, por su gran capacidad de convocatoria, reuniendo a un número creciente de peregrinos y turistas religiosos, algunos de los cuales se encuentran en complicadas situaciones humanas y espirituales, con cierta lejanía respecto a la vivencia de la fe y una débil pertenencia eclesial. A todos ellos se dirige Cristo con amor y esperanza. El anhelo de felicidad que anida en el alma alcanza su respuesta en E1, y el dolor humano junto a El tiene un sentido. Con su gracia, las causas mas nobles hallan también su plena realización. Como Simeón se encontró con Cristo en el templo (cf. Lc 2,25-35), así también el peregrino ha de tener la oportunidad de descubrir al Señor en el santuario.
Con este fin, se procurara que los visitantes no olviden que los santuarios son ámbitos sagrados, para estar en ellos con devoción, respeto y decoro. De esta forma, la Palabra de Cristo, el Hijo de Dios vivo, podrá resonar con claridad, proclamándose íntegramente el acontecimiento de su muerte y resurrección, fundamento de nuestra fe. Hay que cuidar además, con singular esmero, la acogida del peregrino, dando realce, entre otros elementos, a la dignidad y belleza del santuario, imagen de la "morada de Dios con los hombres" (Ap 21,3); los momentos y espacios de oración, tanto personales como comunitarios; la atención a las practicas de piedad. De igual modo, nunca se insistirá bastante en que los santuarios sean faros de caridad, con incesante dedicación a los mas desfavorecidos a través de obras concretas de solidaridad y misericordia y una constante disponibilidad a la escucha, favoreciendo en particular que los fieles puedan acercarse al sacramento de la Reconciliación y participar dignamente en la celebración eucarística, haciendo de esta el centro y culmen de toda la acción pastoral de los santuarios. Así se pondrá de manifiesto que la Eucaristía es, ciertamente, el alimento del peregrino, el "sacramento del Dios que no nos deja solos en el camino, sino que nos acompaña y nos indica la dirección" (Homilía en la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, 22 de mayo de 2008).
En efecto, a diferencia del vagabundo, cuyos pasos no tienen un destino final determinado, el peregrino siempre tiene una meta, aunque a veces no sea consciente explícitamente de ello. Y esta meta no es otra que el encuentro con Dios por medio de Cristo, en el que todas nuestras aspiraciones hallan su respuesta. Por esto, la celebración de la Eucaristía bien puede considerarse la culminación de la peregrinación.
Como "colaboradores de Dios" (1 Co 3,9), exhorto a todos los que os dedicáis a esta hermosa misión a que, con vuestro cuidado pastoral, favorezcáis en los peregrinos el conocimiento y la imitación de Cristo, que sigue caminando con nosotros, iluminando nuestra vida con su Palabra y repartiéndonos el Pan de Vida en la Eucaristía. De este modo, la peregrinación al santuario será una ocasión propicia para que se vigorice en los que lo visitan el deseo de compartir con otros la maravillosa experiencia de saberse amados por Dios y ser enviados al mundo para dar testimonio de ese amor.
Con estos sentimientos, confío los frutos de este Congreso a la intercesión de Maria Santísima y de Santiago Apóstol, a la vez que dirijo mi oración a Jesucristo, «Camino, Verdad y Vida» (Jn 14,6), al que presento a todos los que, peregrinando por la vida, van buscando su rostro:
Cristo Señor, peregrino de Emaús,
que por amor te haces cercano a nosotros,
aunque, a veces, el desaliento y la tristeza
impidan que descubramos tu presencia.
Tú eres la llama que aviva nuestra fe.
Tú eres la luz que purifica nuestra esperanza.
Tú eres la fuerza que enciende nuestra caridad. Enséñanos a reconocerte en la Palabra,
en la casa y en la Mesa donde el Pan de Vida se reparte,
en el servicio generoso al hermano que sufre.
Y cuando atardezca, ayúdanos, Señor, a decir:
"Quédate con nosotros". Amén.
Imparto a todos la implorada Bendición Apostólica, prenda de copiosas gracias celestiales.
Vaticano, 8 de septiembre de 2010.
la Iglesia es la juventud del mundo


Visita “ad Limina” de los obispos de Brasil Este

Venerados Hermanos en el Episcopado:

Os doy la bienvenida, feliz de recibiros a todos en el transcurso de la visita ad Limina Apostolorum que estáis haciendo en nombre y a favor de vuestras diócesis de la Región Este 1, para reforzar los lazos que las unen al Sucesor de Pedro. De esto mismo se hizo eco monseñor Rafael Cifuentes en las palabras de saludo que me ha dirigido en vuestro nombre y que le agradezco, apreciando mucho las oraciones que día a día se elevan al Cielo por mí y por la Iglesia entera en las diversas comunidades familiares, parroquiales, religiosas y diocesanas de las provincias eclesiásticas de Río de Janeiro y de Niterói. Sobre todos y cada uno descienda, radiante, la benevolencia del Señor: que Él “haga brillar su rostro sobre ti y muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz” (Nm 6, 25-26).
Sí, amados Hermanos, que el resplandor de Dios irradie de todo vuestro ser y vida, a semejanza de Moisés (cf. Ex 34, 29.35) y más que él, pues ahora todos nosotros “reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor, y somos transfigurados a su propia imagen con un esplendor cada vez más glorioso, por la acción del Señor, que es Espíritu” (2 Cor 3, 18). Así lo sentían los Padres conciliares cuando, al final del Vaticano II, presentan a la Iglesia en estos términos: “Rica de un largo pasado siempre vivo, y caminando para la perfección humana en el tiempo y para los destinos últimos de la historia e de la vida, ella es la verdadera juventud del mundo. (…) Miradla y encontraréis en ella el rostro de Cristo, el verdadero héroe, humilde y sabio, el profeta de la verdad y del amor, el compañero y el amigo de los jóvenes” (Mensaje del Concilio a la humanidad: A los jóvenes). Dejando transparentar el rostro de Cristo, la Iglesia es la juventud del mundo.
Pero será muy difícil convencer a alguien de esto, si no se revela en la generación joven de hoy. Por ello, como ciertamente os habréis dado cuenta, un tema habitual en mis conversaciones con vosotros es la situación de los jóvenes en vuestras respectivas diócesis. Confiado en la providencia divina que amorosamente preside los destinos de la historia sin dejar de preparar los tiempos futuros, me complace ver el amanecer de mañana en la juventud de hoy. Ya el Venerable Papa Juan Pablo II, viendo a Roma volverse “joven con los jóvenes” en el año 2000, les saludó como “los centinelas de la mañana” (Carta ap. Novo millennio ineunte, 9; cf. Homilía en la Vigilia de Oración de la XV Jornada Mundial de la Juventud, 19/VIII/2000, 6), con la tarea de despertar a sus hermanos para que remen mar adentro en el vasto océano del tercer milenio. Y, para demostrarlo, más que nunca llega a la memoria la imagen de las largas colas de jóvenes esperando a confesar en el Circo Máximo y que volvió a dar confianza a muchos sacerdotes en el sacramento de la Penitencia.
Como bien sabéis, amados Pastores, el núcleo de la crisis espiritual de nuestro tiempo tiene sus raíces en el oscurecimiento de la gracia del perdón. Cuando este no es reconocido como real y eficaz, se tiende a liberar a la persona de la culpa, haciendo de modo que las condiciones para su posibilidad nunca se verifiquen. Pero, en lo más íntimo, las personas así “liberadas” saben que esto no es verdad, que el pecado existe y que ellas mismas son pecadoras. Y, aunque algunas líneas de la psicología sienten gran dificultad en admitir que entre los sentimientos de culpa, puedan darse también los debidos a una verdadera culpa, quien sea tan frío que no pruebe sentimientos de culpa ni siquiera cuando debe, que procure recuperarlos por todos los medios, porque en el orden espiritual son necesarios para la salud del alma. De hecho Jesús vino a salvar, no a aquellos que ya se libraran por sí mismos pensando que no tienen necesidad de Él, sino a cuantos sienten que son pecadores y que le necesitan (cf. Lc 5, 31-32).
La verdad es que todos tenemos necesidad de Él, como Escultor divino que quita las incrustaciones de polvo y basura que se posan sobre la imagen de Dios inscrita en nosotros. Necesitamos el perdón, que constituye el núcleo de toda verdadera reforma: reconstruyendo a la persona en su interior, se convierte también en el centro de la renovación de la comunidad. En efecto, si se retiraran el polvo y la basura que hacen irreconocible en mí la imagen de Dios, me vuelvo verdaderamente semejante al otro, que es también imagen de Dios, y sobre todo me vuelvo semejante a Cristo, que es la imagen de Dios sin defecto ni límite alguno, el modelo según el cual todos nosotros fuimos creados. San Pablo expresa esto de modo muy concreto: “y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Gl 2, 20). Soy arrancado de mi aislamiento y acogido en una nueva comunidad-sujeto; mi “yo” es insertado en el “yo” de Cristo y así se uno al de todos mis hermanos. Solamente a partir de esta profundidad de renovación del individuo nace la Iglesia, nace la comunidad que une y sustenta en la vida y en la muerte. Ella es una compañía en la subida, en la realización de esa purificación que los hace capaces de la verdadera altura de ser hombres, de la compañía con Dios. A medida que se realiza la purificación, también la subida – que al principio es ardua – se va volviendo más jubilosa. Esta alegría debe transparentarse cada vez más en la Iglesia, contagiando al mundo, porque ella es la juventud del mundo.
Venerados hermanos, una obra semejante no puede ser realizada con nuestras fuerzas, sino que son necesarias la luz y la gracia que proceden del Espíritu de Dios y actúa en lo íntimo de los corazones y de las conciencias. Que ellas os amparen a vosotros y a vuestras diócesis en la formación de las mentes y de los corazones, Llevad mi saludo afectuoso a vuestros jóvenes y respectivos animadores sacerdotales, religiosos e laicales. Dirijo la mirada a la Inmaculada Concepción, Nuestra Señora Aparecida, a cuya protección os entrego, y de corazón os concedo, extensiva a todos vuestros fieles diocesanos, la Bendición Apostólica.
El papel positivo de la religión

Padre John Flynn
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En los días anteriores a la llegada del Papa a Edimburgo, las voces de los laicistas radicales que protestaban por su visita extendieron sus objeciones a un ataque generalizado contra la religión.
Christina Patterson, escribiendo el 15 de septiembre en el periódico Independent, sostenía que es vital conservar el estado lo más laico posible. En la conclusión de una diatriba más bien rampante y superficial contra la religión, también pedía la abolición de todos los colegios a cargo de iglesias, de manera que la "religión esté, tan lejos como sea posible, relegada a lo privado y no en la arena pública".
El día anterior, Polly Toynbee, presidenta de la Asociación Humanista Británica, escribía un artículo para el periódico Guardian. Los líderes religiosos masculinos, según Toynbee, están envenenando la sociedad con sus ideas sesgadas sobre el sexo y la muerte.
Estaba dispuesta a admitir que tanto los laicistas como los creyentes hacen cosas buenas y malas, pero cuando se trata de instituciones religiosas, "muestran unta tendencia a la crueldad y a la hipocresía", afirmaba.
Los ateos son enemigos débiles comparados con las sectas religiosas, añadía. Su artículo acababa con un llamamiento a favor "de la creencia liberadora de que la vida en la tierra es preciosa porque este aquí y ahora es todo lo que hay, y nuestro destino está en nuestras manos".
Positivo para los niños
Está claro que ni Patterson ni Toynbee han leído un estudio publicado el 9 de septiembre por Pat Fagan, investigador del Family Research Council y director del Marriage and Religion Research Instittute, sobre la religión y los resultados académicos de los niños.
En "Religious Practice and Educational Attainment" (Práctica Religiosa y Logros Educativos), Fagan revelaba que un nivel más alto de práctica religiosa puede afectar positivamente a la capacidad de un estudiante para salir adelante en el colegio.
Los alumnos implicados en actividades religiosas pasan más tiempo haciendo sus deberes, informaba el estudio. También logran mejores resultados en los exámenes y es menos probable que abandonen el instituto. Además, su impacto positivo no se reduce a la escuela, sino que continúa a nivel universitario.
Un estudio ha descubierto que el 19,5% de los estudiantes que asistían al culto con poca frecuencia abandonaban los estudios, comparados con sólo el 9,5% de los que lo hacían con frecuencia.
El documento identificaba algunas formas a través de las que la religión ayuda a los estudiantes:
-- Interioriza valores y normas que ayudan a conseguir logros;
-- Fomenta altas expectativas personales, y ayuda a los estudiantes a evitar comportamientos sociales desviados. Aquellos estudiantes que asisten semanalmente a servicios religiosos es menos probable que consuman drogas o alcohol, o se mezclen en comportamientos delictivos;
-- Las familias religiosas tienden a ser más cohesivas y estables, a hacer planes sobre el futuro de los estudiantes, y a esperar más de ellos;
-- Los adolescentes que tienen devoción religiosa tienen más expectativas educativas para sí mismos.
-- Los compañeros religiosos tienden a estar mejor orientados académicamente, y el grupo anima a implicarse académicamente;
-- La asistencia religiosa también parece potencias las habilidades sociales;
-- Las iglesias ofrecen a los estudiantes recursos, una comunidad, y dirección. Los fuertes lazos sociales de las organizaciones religiosas pueden servir ser un complemento a los recursos a disposición de los niños, ayudándoles a lograr niveles educativos más altos.
Fagan observaba que la asistencia religiosa frecuente también tiende a aumentar el total de años de escolarización de los estudiantes. La ventaja para los estudiantes con asistencia religiosa semanal, en comparación con sus compañeros que no asisten al culto, era equivalente en general a la ventaja que proporciona una madre que tenga tres años extra de educación y un padre, que tenga cuatro.
Es importante notar que la religión es una de las pocas instituciones con facilidad de acceso para familias con pocos ingresos. El documento ponía de relieve la importancia de esto para los grupos socio económicos inferiores. Para quienes tienen más ingresos, la religión sólo es un recurso más entre muchos.
"En contraste, para los pobres, el efecto de la práctica religiosa es significativo porque es uno de las pocas influencias positivas sólidas en sus vidas", escribía Fagan.
Otro descubrimiento fue que la religiosidad tiene un impacto mayor en los resultados educativos de la juventud urbana en comparación con la no urbana. El documento aventuraba que una explicación de esto es más fácil acceder a las instituciones religiosas en las zonas urbanas. Además, la religión puede actuar también como un elemento de control frente a los elementos más negativos de los vecindarios urbanos que tienen un efecto perjudicial en los logros educativos.
Felicidad
Los alumnos no son ni muchos menos los únicos que encuentran ventajas en la religión. El Journal of Marriage and Family de agosto publicaba un artículo sobre el impacto de la religión en las relaciones familiares.
Entre los resultados estaba el hecho de que hay una significativa relación entre el compartir creencias y rezar juntos y una mayor felicidad en los matrimonios y sus relaciones, según un reportaje del Washington Post el 12 de agosto.
Las ventajas son más pronunciadas para los afroamericanos y los hispanos que para los blancos. Esto puede deberse a una mayor satisfacción en las relaciones de las parejas blancas por sus ventajas en ingresos y educación, explicaba el estudio.
Es verdad, entonces, que las parejas que rezan juntas permanecen juntas, decía al Washington Post el coautor del estudio, W. Bradford Wilcox, director del National Marriage Project de la Universidad de Virginia.
Un comunicado de prensa de la Universidad de Virginia el 11 de agosto profundizaba en el modo en que la religión juega un papel positivo en las relaciones. Wilcox explicaba que la investigación anterior sobre el tema había identificado tres factores.
Primero, las comunidades religiosas promueven normalmente comportamientos éticos positivos, como la caridad y el perdón. Esto ayuda a definir una conducta apropiada entre una pareja y les anima a tratar los conflictos de modo constructivo.
Segundo, las comunidades religiosas ofrecen apoyo a las parejas y a las familias a través de una red social centrada en la familia.
Tercero, la fe religiosa proporciona a la gente un sentido de propósito y significado a sus vidas en general y en sus relaciones, y esto les ayuda a afrontar las tensiones.
Impacto cívico
Un extenso libro que examina la vida religiosa de los norteamericanos, y que aparecerá a primeros de octubre, aportará más evidencias sobre los efectos positivos de la religión.
En "American Grace: How Religion Divides and Unites Us", Robert D. Putnam y David E. Campbell señalan que Norteamérica es mucho más religiosa que otros países y concluyen que esto hace a los norteamericanos mejores ciudadanos y vecinos.
Putnam es profesor de política pública en la Universidad de Harvard, mientras que Campbell es profesor de ciencias políticas en la Universidad de Notre Dame.
Adelantaron algunos de los contenidos del libro en una conferencia en el Pew Forum on Religion and Public Life que tuvo lugar el año pasado.
Un reportaje del Religion News Service, de fecha 13 de mayo de 2009, afirmaba que entre los resultados del estudio estaba el hecho de que las personas religiosas se implican hasta tres o cuatro veces más en su comunidad.
Si se las compara con personas no religiosas, están más implicadas en asociaciones de voluntariado, y en asistencia a encuentros públicos, y es más probable que voten en las elecciones locales, y que donen su tiempo y dinero a las causas.
Putnam y Campbell afirmaban que el nexo entre religión y activismo cívico es causal, puesto que han observado que quienes no son religiosos y se vuelven más activos religiosamente también cambiaban su comportamiento social y se implicaban más en la comunidad.
Un elemento importante en esta participación es ser parte de una comunidad religiosa, y no sólo alguien que practica una devoción privada.
"En esto no cuenta la fe", decía Putnam. "Son las comunidades de fe".
Estas comunidades tienen, por supuesto, sus defectos, como el estentóreo coro de laicistas no ha dejado de detallar antes de la visita de Benedicto XVI a Escocia e Inglaterra.
Lo que está claro también es que la sociedad sería bastante más pobre sin la aportación a la vida pública de la religión organizada.

9/26/10

“¡Sólo el Amor con mayúscula da la verdadera felicidad!”


El Papa hoy durante el rezo del Ángelus



¡Queridos hermanos y hermanas!

En el Evangelio de este domingo (Lc 16, 19-31), Jesús narra la parábola del hombre rico y del pobre Lázaro. El primero vive en el lujo y en el egoísmo, y cuando muere, acaba en el infierno. El pobre, en cambio, que se alimenta de las sobras de la mesa del rico, a su muerte es llevado por los ángeles a la morada eterna de Dios y de los santos. “Bienaventurados los pobres -había proclamado el Señor a sus discípulos- porque vuestro es el Reino de Dios” (Lc 6,20). Pero el mensaje de la parábola va más allá: recuerda que, mientras estemos en este mundo, debemos escuchar al Señor que nos habla mediante las sagradas Escrituras y vivir según su voluntad, de lo contrario, después de la muerte, será demasiado tarde para arrepentirse. Por tanto, esta parábola nos dice dos cosas: la primera es que Dios ama a los pobres y les alivia de su humillación; la segunda es que nuestro destino eterno está condicionado por nuestra actitud, depende de nosotros seguir el camino que Dios nos ha mostrado para llegar a la vida, y este camino es el amor, no entendido como sentimiento, sino como servicio a los demás, en la caridad de Cristo.
Por una feliz coincidencia, mañana celebraremos la memoria litúrgica de san Vicente Paúl, patrón de las organizaciones caritativas católicas, de quien se celebra el 350º aniversario de la muerte. En la Francia del 1600, él palpó precisamente el fuerte contraste entre los más ricos y los más pobres. De hecho, como sacerdote, pudo frecuentar tanto los ambientes aristocráticos, las campañas, como los bajos fondos de París. Impulsado por el amor de Cristo, Vicente Paúl supo organizar formas estables de servicio a las personas marginadas, dando vida a las llamadas Charitées, las “Caridad”, es decir grupos de mujeres que ponían su tiempo y sus bienes a disposición de los más marginados. Entre estas voluntarias, algunas eligieron consagrarse totalmente a Dios y a los pobres, y así, junto a santa Luisa de Marillac, san Vicente fundó las “Hijas de la Caridad”, primera congregación femenina que vivió la consagración “en el mundo”, entre las personas, con los enfermos y los necesitados.
Queridos amigos, ¡sólo el Amor con la “A” mayúscula da la verdadera felicidad! Lo demuestra también otro testigo, una joven, que ayer fue proclamada Beata aquí en Roma. Hablo de Chiara Badano, una chica italiana nacida en 1971, a quien una enfermedad condujo a la muerte cuando tenía poco menos de 19 años, pero que ha sido para todos un rayo de luz, como dice su sobrenombre: "Chiara Luce". Su parroquia, la diócesis de Acqui Terme y el Movimiento de los Focolares, al que pertenecía, hoy están de fiesta -y es una fiesta para todos los jóvenes, que pueden encontrar en ella un ejemplo de coherencia cristiana. Sus últimas palabras, de plena adhesión a la voluntad de Dios, fueron: "Mamá, adiós. Sé feliz porque yo lo soy”. Alabemos a Dios, porque su amor es más fuerte que el mal y que la muerte; y demos gracias a la Virgen María que conduce a los jóvenes, también a través de las dificultades y los sufrimientos, a enamorarse de Jesús y a descubrir la belleza de la vida.
Conciliar trabajo y familia y recuperar la verdadera fiesta

Carta del Papa para el VII Encuentro Mundial de las Familias





Venerable HermanoCardenal ENNIO ANTONELLI Presidente del Consejo Pontificio para la Familia:

Al final del VI Encuentro Mundial de las Familias, celebrado en Ciudad de México en enero de 2009, anuncié que la siguiente cita de las familias católicas de todo el mundo con el Sucesor de Pedro tendría lugar en Milán, en 2012, sobre el tema La familia: el trabajo y la fiesta. Deseando ahora empezar la preparación de ese evento tan importante, estoy contento de precisar que se celebrará, si Dios quiere, del 30 de mayo al 3 de junio, y de ofrecer, al mismo tiempo, algunas indicaciones más detalladas sobre la temática y la manera de actuar.
El trabajo y la fiesta están íntimamente ligados a la vida de las familias: condicionan las decisiones, influyen en las relaciones entre los cónyuges y entre los padres y los hijos, e inciden en la relación de la familia con la sociedad y con la Iglesia. La Sagrada Escritura (cf Gn 1-2) nos dice que familia, trabajo y día festivo son dones y bendiciones de Dios para ayudarnos a vivir una existencia plenamente humana. La experiencia cotidiana confirma que el desarrollo auténtico de la persona incluye tanto la dimensión individual, familiar y comunitaria, como las actividades y las relaciones funcionales, así como la apertura a la esperanza y al Bien sin límites.
En nuestros días, por desgracia, la organización del trabajo, pensada y realizada en función de la competencia del mercado y del máximo beneficio, y la concepción de la fiesta como oportunidad de evasión y de consumo, contribuyen a disgregar la familia y la comunidad y a difundir un estilo de vida individualista. Por eso hay que promover una reflexión y un compromiso dirigidos a conciliar las exigencias y los momentos del trabajo con los de la familia y a recuperar el verdadero sentido de la fiesta, especialmente de la dominical, pascua semanal, día del Señor y día del hombre, día de la familia, de la comunidad y de la solidaridad.
El próximo Encuentro Mundial de las Familias constituye una ocasión privilegiada para replantear el trabajo y la fiesta desde la perspectiva de una familia unida y abierta a la vida, bien integrada en la sociedad y en la Iglesia, atenta a la calidad de las relaciones además de a la economía del mismo núcleo familiar. El evento, para lograr un éxito verdaderamente fructífero, no debe permanecer aislado, sin embargo, sino colocarse en un adecuado itinerario de preparación eclesial y cultural. Auspicio por tanto que ya durante el año 2011, XXX aniversario de la Exhortación apostólica Familiaris consortio, "magna charta" de la pastoral familiar, se pueda emprender un itinerario válido con iniciativas en el ámbito parroquial, diocesano y nacional, encaminadas a mostrar experiencias de trabajo y de fiesta en sus aspectos más reales y positivos, con particular referencia a su efecto en la experiencia concreta de las familias. Que familias cristianas y comunidades eclesiales de todo el mundo se sientan por ello interpeladas e implicadas y se pongan solícitamente en camino hacia “Milán 2012”.
El VII Encuentro Mundial tendrá, como los anteriores, una duración de cinco días y culminará el sábado por la tarde con la “Fiesta de los Testimonios” y el domingo por la mañana con la Misa solemne. Estas dos celebraciones, que yo presidiré, nos mostrarán a todos los reunidos como “familia de familias”. El desarrollo del evento en su conjunto estará preparado para armonizar completamente las diversas dimensiones: oración comunitaria, reflexión teológica y pastoral, momentos de fraternidad y de intercambio entre las familias acogidas y las del lugar y eco mediático.
Que el Señor recompense desde ahora, con abundantes favores celestiales, a la arquidiócesis ambrosiana por su generosa disponibilidad y compromiso organizativo al servicio de la Iglesia Universal y de las familias pertenecientes a tantas naciones.
Mientras invoco la intercesión de la santa Familia de Nazaret, dedicada al trabajo cotidiano y asidua en las celebraciones festivas de su pueblo, Le imparto de corazón, venerable Hermano, y a sus Colaboradores la Bendición Apostólica que, con especial afecto, extiendo de buen grato a todas las familias comprometidas en la preparación del gran Encuentro de Milán.
Desde Castel Gandolfo, 23 de agosto de 2010

9/24/10

¿Somos libres?

Cormac Burke


¿Es libre el hombre?

Nunca como hoy se ha hablado tanto de la libertad del hombre. Si es de los temas actuales que más preocupan, ¿será porque hay más libertad en el mundo moderno? O acaso puede ser porque hay menos?[1]
Por una parte, se puede sostener, no sin razón, que nuestra libertad personal, en el campo individual, social, político y económico, se ve cada vez más reducida (sin ir más lejos, nos encontramos limitados por una serie de condicionantes que nos impone el Estado: controles económicos, impuestos, aparato burocrático, etc.).
Sin embargo, mucha gente mantendría que la libertad personal —la libertad en la conducta personal— va en aumento, por lo menos en las sociedades occidentales. Uno es más “libre” para hacer lo que le da la gana en algunas esferas del campo moral; por ejemplo, en todo lo que se refiere al sexo. Parece que la gente, en general, acepta menos restricciones en el campo sexual que antes. Aunque parece también que esta mayor “libertad” en la conducta no está dando, como resultado, una mayor felicidad en la vida, y uno se queda con la sensación de que es poco satisfactoria una libertad cuyo incremento no lleva a una mayor felicidad.
Otros niegan rotundamente la misma idea de libertad. El hombre no es libre. De hecho —afirman—, es un ser condicionado, y en sus acciones sigue unas normas dictadas por características hereditarias y por sus propias circunstancias. El hombre se engaña —dicen— cuando habla de su libertad.
Evidentemente, lo primero que tenemos que hacer es intentar aclarar esta cuestión[2]. Cuando hablamos de libertad, ¿hablamos de algo real, por difícil que sea definirlo, o hablamos de algo imaginario?

Libres..., y aún no libres

¿Es el hombre libre, o no lo es? ¡Yo estaría dispuesto a defender las dos proposiciones!: que sí lo es y que no lo es... Todo depende, claro, de lo que uno entienda por libertad, porque la palabra encierra una cierta ambigüedad. Si el decir que el hombre es libre quiere decir que tiene libre albedrío, que posee una capacidad de elección inteligente, yo estoy dispuesto a defender esta proposición contra todos los deterministas. Indudablemente, puede haber momentos en los que creamos que nuestro libre albedrío quedó disminuido, o quizá totalmente vencido, por las circunstancias. Nadie negará que esto puede ocurrir. Pero me figuro que nadie tampoco negará que no ocurre siempre, y que fácilmente nos podemos engañar en cuanto a tales momentos; que cuando decimos que fuimos vencidos por la pasión, el mal genio o las circunstancias, lo que probablemente ocurrió es que, haciendo uso de nuestro libre albedrío, escogimos lo fácil antes que lo difícil. Resulta cómodo y atractivo ser determinista cuando uno no está preparado a escoger las opciones más difíciles; cuando uno no está dispuesto, por ejemplo, a controlar la sensualidad, a dominar el espíritu crítico, a aceptar sus responsabilidades, a rectificar una ambición egoísta...
Por tanto, al conceder que puede haber casos en los que nuestro libre albedrío se vea disminuido o superado por las circunstancias, yo mantendría que éstos, en las personas normales, son poco frecuentes. A una persona normal le basta pasar revista a sus acciones de un día cualquiera para convencerse de que podía, con toda facilidad (o al menos con toda seguridad), haber variado muchas de ellas: podía no haberse levantado por la mañana o haberse levantado en el acto; podía haber escrito aquella carta antes que ésta; podía haber elegido una comida u otra; podía haber visto un programa de televisión o dejarlo de ver; podía haber tenido una discusión con su mujer en lugar de haberla evitado, o podía haber evitado la discusión en lugar de haberla tenido...
En otras palabras, una persona corriente sólo tiene que reflexionar un poco para estar convencida de que cada día ha ejercido un poder de elección en determinados sentidos, y que podía haber ejercido ese mismo poder en otros, incluso opuestos. Y esto significa estar convencido de que uno tiene libre albedrío.
Ahora bien, libre albedrío —poder de elección— no coincide perfectamente con libertad. Yo puedo escoger esto o aquello: huevos fritos o huevos pasados por agua, por ejemplo, si me ofrecen la elección... Si solamente me ofrecen huevos pasados por agua, ya sólo soy libre para comer o para pasar hambre, lo que no tiene mucho de libre elección. No, libre albedrío y libertad no son sinónimos. Con mi libre albedrío puedo decidir hacer un viaje a Nueva York. Pero si no tengo dinero con que pagar el billete, no soy libre para realizar el viaje. Un esclavo tiene libre albedrío, pero no tiene libertad. La libertad, por tanto, no consiste solamente en poseer el libre albedrío; consiste en algo más. Y yo sostendría que nosotros carecemos de ese “algo más”, que todavía no hemos alcanzado la libertad en toda su plenitud.

¿Libertad es lo mismo que independencia?

La pregunta inmediata será qué es ese “algo más”. ¿Es la independencia? Algunas personas parecen creer que libertad viene a significar esencialmente independencia. Cuando dicen que el hombre es libre o que debe ser libre, quieren dar a entender que es independiente o que debe llegar a ser independiente. Esta sí que es una tesis que yo negaría absolutamente. Me parece del todo obvio que el hombre no es independiente. De hecho, es una criatura extremadamente dependiente. Uno de los comentarios que me suelen parecer más falsos o, al menos, equívocos, entre los que se repiten a menudo acerca de la libertad, es que “el hombre nace libre”. ¿Que nace libre? ¿Puede imaginarse una cosa más indefensa y dependiente que un niño recién nacido? No, el hombre nace con dependencias evidentes. Al comienzo de su vida, sus dependencias son totalmente involuntarias, casi inconscientes: aire, luz, calor, alimento... Según va creciendo empieza a elegir cosas que muchas veces le crean nuevas necesidades y dependencias voluntarias. Depende de un tren o de un coche para desplazarse, del tabaco para calmar sus nervios, de la popularidad para inflar su ego, de los periódicos para tener sus propios puntos de vista, de su mujer y de sus hijos para sentirse querido...
Pensar, como hace mucha gente, que el desarrollo humano auténtico significa llegar a un estado de autosuficiencia total es erróneo, porque una autosuficiencia total es sencillamente imposible para el hombre, y tratar de alcanzarla es una forma de autodestrucción. Cuanto más vive uno, tanto más dependiente —y, por consiguiente, tanto menos autosuficiente— se va haciendo. Uno se hace más dependiente de pocas o de muchas cosas, de cosas que son importantes o que no lo son, de cosas que le hacen más hombre o menos hombre, de cosas (en definitiva) que le hacen más libre o menos libre... De hecho, la categoría de la vida de un hombre es función directa del tipo de cosas de las que depende. Y nos acercamos al auténtico problema de la libertad cuando decimos que el problema radica en el tipo de dependencias que uno va adquiriendo a lo largo de su vida. El hombre que depende del alcohol, las drogas, el sexo o, sencillamente, de sus “ganas” o “desganas”, difícilmente puede considerarse libre. Dejarse arrastrar por el sexo, por ejemplo, y centrar la vida en ello, es una abyecta esclavitud.
Pero el hombre, precisamente porque no es un ser autosuficiente, necesita ansiar algo o depender de algo. Y la libertad tiene precisamente mucho que ver con ansiar y depender de cosas que eleven al hombre, le desarrollen y le ennoblezcan. El querer y anhelar la verdad o la bondad o el amor, por ejemplo, es parte de ese juego de la libertad, de ese proceso de auténtica liberación. Gustave Thibon habla de una “dependencia muerta, que oprime al hombre, y una dependencia viva que le abre y eleva”. Y añade: “La primera de estas dependencias es la esclavitud; la segunda, la libertad.”

Hacia una definición de la libertad

Hasta ahora he evitado —a propósito— el difícil problema de definir la libertad. Quizá ahora podamos intentar una definición. La mayor parte de la gente, si se le inquiriese, probablemente diría que la libertad es el “poder de hacer lo que te da la gana”. Esta idea superficial de la libertad, como fácilmente se puede comprobar, no vale. Uno puede hacer muchas cosas porque le da la gana, y ser menos libre como resultado. Para utilizar el sencillo ejemplo de Frank Sheed: uno puede comer todo lo que le da la gana y obtener como resultado aquella limitación de la libertad que llamamos indigestión.
No, la libertad no es el poder de hacer lo que a uno le da la gana; es algo mucho más importante. La libertad fluye del espíritu, de nuestra alma, como propiedad o característica de la voluntad, y permite poseerse a sí mismo de tal modo que mis acciones se deban sólo a mí mismo. De modo que podríamos decir que la libertad supone el poder de ser plenamente uno mismo, o la capacidad de llegar a ser plenamente uno mismo; la posibilidad de llegar a realizar plenamente nuestras potencias humanas.
Por eso, en un cierto sentido, el hombre no nace ya libre; pero nace con potencia o posibilidad de serlo, con el poder de hacerse libre, de hacerse dueño de sus propias acciones. De un modo todavía más paradójico, se puede decir que el hombre nace con el poder de hacerse hombre... Un cachorro se convierte, de un modo natural, en un perro plenamente desarrollado sin necesidad de preocuparse por el proceso. Pero un niño no se convierte automática e inevitablemente en un hombre propiamente dicho. Si se entiende por hombre al ser humano llegado a su perfección o en camino de llegar, espiritual y moralmente desarrollado, uno no llega a ser hombre sencillamente por haber cumplido veintiuno o treinta y tres años. Uno puede no llegar nunca a ser hombre en pleno sentido; algunos, de hecho, nunca llegan a serlo.
Un hombre no es cualquiera que esté físicamente bien desarrollado. Las potencias físicas del hombre se desarrollan automáticamente. Pero tiene también potencias espirituales, y éstas pueden desarrollarse insuficientemente o desarrollarse mal. Pueden quedarse subdesarrolladas. Se encuentran hombres en plena madurez física quienes, sin embargo, tienen la inteligencia subdesarrollada. Y se encuentran, sobre todo, quienes tienen la voluntad subdesarrollada: tienen poca o ninguna fuerza de voluntad. En otras palabras, no son todavía hombres, porque no son dueños de sí mismos o de sus propias elecciones. Aún no ejercitan su libertad. Por tanto, aún no son propiamente libres; aún no poseen ni plena ni firmemente —y pueden acabar perdiéndolo— lo que es más característico de la naturaleza humana: el dominio sobre los condicionantes físicos o biológicos que determinan inexorablemente la conducta de los animales (y en la pérdida de ese dominio o ese control hay siempre culpa o culpas personales; todo hombre puede, y debe, desarrollarse bien, madurar y mejorar su libertad).
La persona que, en sus acciones, se deja llevar de modo habitual por lo que le apetece estará seguramente subdesarrollada, desde el punto de vista de la libertad. No estará en posesión efectiva de ella. Estará motivada, por encima de todo, por la comodidad, el instinto, la pasión; lo que no presenta ninguna diferencia práctica respecto a la conducta de los animales. De este modo, el pecado, aunque es un signo de 5 la existencia de la libertad en la voluntad, no es un acto o afirmación de la libertad, sino que va contra ella (de parecida forma a como el error es signo de la existencia de conocimiento en la inteligencia, pero no es un acto de conocimiento verdadero, sino todo lo contrario).

Libertad futura

De modo que —insisto— la libertad es la capacidad de elegir los medios adecuados para desarrollar nuestro fin personal, exentos o por encima de los determinismos animales. Por eso la libertad incluye el poder de realizar las propias potencialidades, el poder de desarrollarse, de crecer, de alcanzar la propia y auténtica personalidad, de no tener que ir a la deriva, de no verse obligado a ser menos que un hombre.
Ahí está la paradoja. Por eso somos libres y no somos libres. Somos libres porque tenemos libre albedrío. No somos libres plenamente porque no se han desarrollado todas nuestras posibilidades ni superado nuestras necesidades. La mayoría de las personas estaría de acuerdo en que mientras uno tiene deseos o necesidades no satisfechos no es plenamente libre. En un momento de la Segunda Guerra Mundial, los aliados expresaron sus objetivos de guerra en la declaración de las Cuatro Libertades. Me he olvidado de tres de ellas, pero una creo que fue “Libres de necesitar”. Esto, bien entendido, es la verdadera libertad. No se trata solamente de estar libre del hambre o de la necesidad material. Esto es esencial, pero no basta. Ser mendigo y, de pronto, heredar un millón de dólares no trae consigo el verse libre de necesitar. Una persona a quien le pasara esto seguiría necesitando más: más amor, más fama, más placer, más amistad, incluso más dinero. La auténtica libertad de necesitar implica el haber llegado a un estado en el que uno no necesita más; no por una reducción al Nirvana, donde uno está satisfecho porque ya no le queda ningún deseo, sino por la plena satisfacción de las auténticas necesidades de su propia naturaleza, o, dicho de otro modo, por el descubrimiento y fomento de los deseos que verdaderamente elevan y liberan. Cada uno tiene que descubrir cuáles son estas auténticas necesidades; tiene que descubrir, por ejemplo, que el amor es una necesidad más auténtica que el sexo, o que no se puede ser feliz y libre dejando insatisfecha su inmensa necesidad de bondad, y de verdad, y de belleza...
Si la libertad incluye el desarrollo máximo de las mejores de nuestras potencias (inteligencia y voluntad), evidentemente va dirigida hacia un estado donde, por fin —así esperamos—, seremos verdaderamente nosotros mismos, donde habremos desarrollado todas las potencialidades de nuestra naturaleza y nos poseeremos a nosotros mismos plenamente. Ahora bien, está claro que todavía no poseemos ese estado. Cuando hablamos de la libertad en este sentido estamos hablando de una libertad futura, meta definitiva de nuestra vida, hacia la cual intentamos tender y de la cual procuramos no apartarnos.

La importancia de lo que se elige

Pero vamos a observar de cerca esa libertad presente que es nuestro libre albedrío, nuestro poder de escoger entre distintas alternativas, nuestro poder de decir “Sí” o “No‟. Esta libertad es la que caracteriza a todo hombre, formando la base de su dignidad y convirtiéndole en un ser capaz de asumir responsabilidades. Es libre y responsable porque puede escoger. Si el encarcelamiento es un castigo tan grande es porque priva al hombre de numerosas elecciones. Su libertad de elección se ve brutalmente reducida. Puede dar un paseo por el patio de la cárcel, pero no por las calles de la ciudad, ni por el campo. Puede comer la comida que le ofrecen o pasar hambre; pero no puede salir a comerse un buen bistec.
Otro punto es que mientras unas decisiones nos desarrollan más, otras nos desarrollan menos, y hay incluso algunas que impiden nuestro desarrollo. No tenemos personalidad estática. Cambiamos a lo largo del tiempo, querámoslo o no, nos guste o no. Hasta cierto punto, las circunstancias nos obligan a cambiar. Pero lo que fundamentalmente afecta a esta constante variación de nuestra personalidad son nuestras decisiones libres: un “Sí‟ en lugar de un “No‟; un “No‟ en lugar de un “Sí‟. Somos como caminantes que constantemente encontramos cruces de varios caminos (cada elección es un cruce) y debemos elegir. Evidentemente, por tanto, es importante saber qué tipo de cosas escoge uno y cómo afectan a su desarrollo como persona, a su personalidad, dado que ninguna elección, como ningún camino, es indiferente. Todas tienden a llevarte a algún sitio, arriba o abajo, hacia tu meta (si la tienes) o lejos de ella... Pueden también no llevarte a ninguna parte; ser un callejón sin salida, un camino que se hunde en un pantano o que se pierde en las arenas del desierto.

Gente subdesarrollada

Si echamos una mirada atrás a cualquier etapa de nuestra vida —los últimos cuatro o cinco años, por ejemplo— y observamos nuestra conducta personal, vemos que hemos escogido ciertas cosas que podíamos no haber escogido, y que, en ese caso, hoy seríamos otra persona. Mi historia personal podía haber sido totalmente diferente, para mejor y para peor... Si, con la experiencia adquirida, pudiéramos volver a vivir esos años de nuevo, me imagino que la mayor parte de nosotros variaría más o menos algunas decisiones —porque eran decisiones pobres, que no nos ayudaron—, convencidos de que alguna otra alternativa hubiera sido mejor. Evidentemente, no podemos cambiar el pasado, pero sí podemos aprender de la experiencia, con la esperanza de acertar en nuestras decisiones futuras.
Se nos habla hoy mucho de países subdesarrollados. Por regla general, se está hablando de países que hacen enormes esfuerzos precisamente para desarrollarse, mostrando quizá mayores síntomas de vitalidad que muchos países “desarrollados”. Pero, ¡cuánta gente subdesarrollada existe en este mundo nuestro! Personas cuyas vidas se mueven en círculos estrechísimos, cuyos horizontes se limitan a pequeños intereses y satisfacciones personales; gente aburrida de su trabajo y aburrida de su casa; gente cuya vida parece centrarse en un equipo de fútbol, en una quiniela, en sus cuatro comodidades...; gente que, en definitiva, no está haciendo ningún esfuerzo para desarrollarse.

Saber decir “Sí‟ o “No‟

¿Cómo puede caer una persona en tal estado de apatía? Generalmente, a base de sus propias decisiones libres, a base de elegir sistemáticamente las opciones fáciles, los caminos más inmediatamente atrayentes, en los cruces que encuentra. El resultado de ejercer en este sentido la libertad es, en el mejor de los casos, un estrecho callejón, una senda encajonada; a veces, un callejón sin salida; en los peores casos, puede ser un precipicio o un desierto.
Una senda encajonada, una rodera, es un modo condicionado de elegir, un modo no-libre de elegir. Se puede caer en una de estas roderas sin darse cuenta de ello. Decir siempre “Sí‟ a las mismas cosas, sin pensar en el hecho de que, en lugar de vivir realmente como un hombre libre —tomando decisiones conscientes y auténticas—, se está sencillamente yendo a la deriva. A veces una persona sí que se da cuenta de la rodera, o llega a darse cuenta, y le gustaría salir de ella. Entonces descubre que no es tan fácil, que el hábito adquirido cuesta de romper. Si, de hecho, no pudiera romperlo, no sería libre. La persona que no puede evitar el tumbarse en una butaca siempre que ve el televisor encendido..., o la persona que se da cuenta de que debería dejar de fumar y no lo consigue..., han perdido - al menos en relación con estas materias - su libertad. No pueden decir que “No‟, y para ser libre es esencial poder decir “Sí‟ o “No‟. Para constatar la libertad es esencial tener al menos dos opciones. Si uno tiene solamente una opción, si sólo puede decir que “Sí‟, o que “No‟, entonces no se deja margen al ejercicio de la libertad. Una opción, claramente, no tiene nada de opción. Es en estos casos cuando se suele comentar, no sin razón, que “no había ninguna opción”.

Libertad y sexo

Creo que aquí, en nuestra consideración del tema de la libertad, podría muy bien hacerse sentir una nota de urgencia. Somos libres para elegir, y estamos constantemente ejerciendo esta libertad de elección, escogiendo caminos que llevan a algún sitio. ¿Adónde? Un hombre está completamente perdido, en cuanto a su propia vida, si no sabe adónde le está llevando. No tiene realmente el control de ella si no se ha propuesto una meta y está empleando su libertad de opción para alcanzarla.
Sólo la persona que tiene un objetivo en su vida, un objetivo de desarrollo personal, puede emplear su libre albedrío inteligentemente. Lo puede emplear inteligentemente de una manera positiva: escogiendo aquellas cosas que le ayuden en su desarrollo, que enriquezcan su personalidad y su vida. Y lo puede emplear inteligentemente de una manera negativa: evitando aquellas decisiones que puedan limitar su desarrollo personal, evitando la elección de cosas que puedan empequeñecerlo y sumergirlo en la rutina de un estático subdesarrollo, o, lo que es mucho más grave, esclavizarlo más y más, llegando incluso a aniquilarlo.
Consideremos un apartado obvio: “Sexualidad y libertad”. Veamos el caso de la persona que ejerce alguna forma de autocontrol en materia sexual, que elige observar las normas de la moral cristiana, con las restricciones que llevan consigo; sabe que el sexo está hecho para el matrimonio y, por tanto, que es preciso controlar los pensamientos sexuales, la imaginación, etc., y también prescindir de cierto tipo de libros o películas o espectáculos. ¿Cabe decir que esta persona es menos libre que el hombre abandonado a sus instintos, que no reconoce restricción alguna y hace lo que en cada momento se le apetece?
Restricciones y libertad
¿Es menos libre una persona por el hecho de aceptar unas normas o leyes y las restricciones que lleven consigo? ¿Implica toda restricción una pérdida de libertad? ¿Sí?... Piénsalo bien... Pues ¡no! No estoy de acuerdo con que toda restricción implique necesariamente una pérdida de libertad. Ciertas restricciones son, de hecho, una garantía para conservar o para desarrollar la libertad. Una persona las acepta porque está personalmente convencida de que si no las observa puede perder su libertad.
La cabina de un avión es un espacio restringido que ofrece más bien poca libertad de movimientos. Sin embargo, el que compra un billete para Nueva York y se mete en ella no es probable que la abandone en pleno vuelo... ¡para afirmar su libertad! La libertad que le interesa es la que le permita llegar a Nueva York, y las mismas restricciones de la cabina (el aire presurizado y acondicionado, cuando fuera apenas hay oxígeno y la temperatura está a 45 grados bajo cero; el ir a 950 kilómetros por hora) le ayudan a sacar el máximo partido del ejercicio de su libertad.
Una carretera es una restricción. Su pavimento tiene una anchura determinada, curvas, peraltes. Pero el hombre que decida, de pronto, que ya está bien de ser esclavo de estas restricciones y, en vez de seguir la próxima curva, continúe recto hacia adelante, probablemente descubrirá que esta afirmación de su libertad le deja en el fondo de un barranco o aplastado contra un árbol. Una autopista es un ejemplo todavía más claro. La autopista tiene más restricciones; está cercada, tiene un número limitado de entradas y salidas, velocidades máximas, a veces incluso mínimas... Sin embargo, nadie que tenga un poco de sentido común, al decidir entrar en la autopista, considera estas restricciones como algo que limita su libertad, sino como algo que le ayuda a sacar el máximo partido de ella.
Si un hombre se enamora de una mujer, si un chico se enamora de una chica, y su amor es un amor verdadero (un amor puro, si se nos permite emplear una palabra tan clara como tradicional), querrá ser libre para amarla. Si es un hombre normal y sincero, sabrá que su naturaleza sexual —que puede ser dirigida hacia el servicio y la expresión de su amor— debe ser dirigida hacia ese fin. Sabrá que esa orientación y subordinación de la sexualidad hacia el amor exige un control que la misma sexualidad no acepta fácilmente. Su tendencia es buscar su propia satisfacción sin condiciones. Y si se la deja descontrolada, arrolla todo, destruyendo el amor y esclavizando.

“Yo escogí la esclavitud”

Los que no quieren admitir ninguna restricción en el campo sexual corren el peligro de perder su libertad para amar, incluso de perderla por completo. Al decir que „Sí‟ a un instinto tan imperioso como el sexual, y tantas veces cuantas se hace sentir, pierden su capacidad de decir “No‟. Y —hay que insistir en este punto— un hombre no es libre a no ser que también pueda decir que No. “Puedo resistir cualquier cosa menos la tentación”, decía Oscar Wilde, con su característica ironía. No era libre. Era un esclavo (aunque, por lo menos, se daba cuenta de ello). ¿No habrá muchas personas en este mundo de hoy que están voluntaria y rápidamente forjando su propia esclavitud? (aunque —posiblemente— bastantes de ellas no se den cuenta).
Yo escogí la libertad fue el título de un conocido best-seller de hace veinticinco o treinta años. Alguien —no recuerdo quién— puso pegas al título: que no tenía sentido, que no se puede escoger la libertad. ¡Pues sí se puede! Como se puede escoger lo contrario de la libertad. Me temo que la autobiografía de muchos, hoy día, pudiera tristemente intitularse Yo escogí la esclavitud.
La elección de una persona al hacer esto, al ver o leer aquello, etc., puede ser una elección libre; ahí está su responsabilidad. Pero en muchos casos no es, bajo ningún concepto, una elección en favor de la libertad. Es una elección en favor de la esclavitud.
¡Elegir la esclavitud!, y elegirla libremente... Suena a absurdo. Y, desde luego, no cabe duda de que, en cierto sentido, lo es; absurdo e irracional. Pero no más absurdo ni imposible que el caso de un pueblo que, con un voto libre y democrático, escoja un gobierno comunista. Libremente habrá escogido la esclavitud.
No puedo evitar la impresión de que muchos de los que hoy día presumen a los cuatro vientos de su libertad se encuentran, de hecho, como en un coche fuera de control bajando velozmente por una cuesta que termina en precipicio. Lo que les pasa, sencillamente, es que no saben parar. Como consecuencia, intentan darse ánimo afirmando que han alcanzado una nueva dimensión de la libertad. Lo cierto es todo lo contrario: han perdido el control sobre sus propias vidas; sus elecciones son cada día más previsibles y más determinadas; están encaminados hacia una total destrucción o un definitivo cautiverio.

* * *
[1] “Nunca ha tenido el hombre un sentido tan agudo de su libertad, y entretanto surgen nuevas formas de esclavitud social y psicológica” (Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, n. 4).
[2] El autor se siente obligado, por un deber de justicia y de agradecimiento, a decir que sus ideas acerca de la libertad, en su mayoría, y probablemente en su totalidad, han sido inspiradas por las palabras y los escritos de San Josemaría Escrivá de Balaguer. Y aconseja las obras de Monseñor Escrivá a todos los que quieren entender lo que la libertad —y especialmente la mayor libertad de todas: la libertad cristiana— significa verdaderamente.