5/31/12


'EL AMÉN DE NUESTRA ORACIÓN TRANSFORMARÁ NUESTRA VIDA'


El Papa ayer en la Audiencia General

Queridos hermanos y hermanas:
En estas catequesis estamos meditando sobre la oración en las cartas de san Pablo y tratamos de ver la oración cristiana como un verdadero y encuentro personal con Dios Padre, en Cristo, por medio del Espíritu Santo. Hoy en este encuentro entablan un diálogo el«sí»fiel de Dios y el«amén»confiado de los creyentes. Y quisiera destacar esta dinámica, deteniéndome en la Segunda Carta a los Corintios. San Pablo envía esta carta apasionada a una Iglesia que ha cuestionado reiteradamente su apostolado, y él abre su corazón para que los beneficiarios tengan la garantía de su lealtad a Cristo y al evangelio. Esta Segunda Carta a los Corintios comienza con una de las oraciones de bendición más elevadas del Nuevo Testamento. Dice:«¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, que nos consuela en todas tribulación nuestra, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios»(2 Co. 1,3-4).
Por lo tanto, Pablo vive en gran tribulación, son muchas las dificultades y las tribulaciones que tuvo que pasar, pero sin ceder al desaliento, sostenido por la gracia y por la cercanía del Señor Jesucristo, por el cual se convirtió en apóstol y testigo entregando en sus manos toda su existencia. Precisamente por esta razón, Pablo comienza esta carta con una oración de bendición y acción de gracias a Dios, porque no hubo momento de su vida como apóstol de Cristo, en el que no hubiera sentido el apoyo del Padre misericordioso, del Dios de todo consuelo. Ha sufrido terriblemente, lo dice en esta carta, pero en todas estas situaciones, en las que parecía no haber una salida, recibió el consuelo y el consuelo de Dios. Por anunciar a Cristo también sufrió persecución, hasta ser encerrado en la cárcel, pero siempre se ha sentido interiormente libre, animado por la presencia de Cristo y deseoso de proclamar la palabra de esperanza del evangelio. Desde la cárcel, le escribe así a Timoteo, su fiel colaborador. Encadenado escribe:«La Palabra de Dios no está encadenada. Por esto todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos obtengan la salvación que está en Cristo Jesús con la gloria eterna»(2 Tm. 2,9b-10). En su sufrimiento por Cristo, experimenta el consuelo de Dios y escribe:«Pues, así como abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por Cristo nuestra consolación»(2 Co. 1,5).
En la oración de bendición, que introduce la Segunda Carta a los Corintios domina entonces, junto al tema de la aflicción, el tema del consuelo, que no debe interpretarse solo como un simple consuelo, sino sobretodo como un estímulo y exhortación a no dejarse vencer por la tribulación y las dificultades. La invitación es a vivir cada situación unida a Cristo, que carga sobre sí todo el sufrimiento y el pecado del mundo para traer luz, esperanza, redención. Y así Jesús nos capacita para consolar a la vez a quienes están en cualquier tipo de tribulación. La profunda unión con Cristo en la oración, la confianza en su presencia, nos llevan a la disponibilidad de compartir los sufrimientos y las aflicciones de los demás. Pablo escribe:«¿Quién desfallece sin que desfallezca yo? ¿Quién sufre escándalo sin que yo me abrase?»(2 Co. 11,29). Este intercambio no surge a partir de una simple benevolencia, ni solo por la generosidad humana o de un espíritu de altruismo, sino que surge del consuelo del Señor, por el firme apoyo de«una fuerza tan extraordinaria que es de Dios y no de nosotros»(2 Co. 4,7).
Queridos hermanos y hermanas, nuestra vida y nuestro camino a menudo están caracterizados por dificultades, incomprensiones, por sufrimientos. Todos lo sabemos. En la relación de fidelidad con el Señor, en la oración constante, diaria, también nosotros podemos, en realidad, sentir el consuelo que viene de Dios. Y esto fortalece nuestra fe, porque nos hace experimentar de forma concreta el «sí» de Dios al hombre, a nosotros, a mí, en Cristo; hace sentir la fidelidad de su amor, que llega hasta el don de su Hijo en la cruz. San Pablo afirma: «Porque el Hijo de Dios, Cristo Jesús, a quien les predicamos Silvano, Timoteo y yo, no fue  y no; en él no hubo más que «sí». Pues todas las promesas hechas por Dios han tenido su  en él; y por eso decimos por él«Amén» a la gloria de Dios» (2 Co. 1,19-20). El«sí»de Dios no se reduce, no va entre el«sí» y el«no», sino que es un simple y seguro«sí». Y a este«sí»respondemos con nuestro«sí», con nuestro«amén», y así estamos seguros del «sí» de Dios.
La fe no es principalmente acción humana, sino don gratuito de Dios, que tiene sus raíces en su lealtad, en su «sí», que nos hace comprender cómo vivir nuestras vidas amándolo a él y a los hermanos. Toda la historia de la salvación es una revelación progresiva de esta fidelidad de Dios, a pesar de nuestras infidelidades y de nuestros rechazos, con la certeza de que «¡los dones y el llamado de Dios son irrevocables!», como dice el Apóstol en la Carta a los Romanos(11, 29).
Queridos hermanos y hermanas, el modo de actuar de Dios --muy diferente del nuestro--, nos da consuelo, fortaleza y esperanza, porque Dios no retira su«sí». De frente a los conflictos en las relaciones humanas, a menudo familiares, estamos inclinados a no perseverar en el amor gratuito, que cuesta esfuerzo y sacrificio. En cambio, Dios no se cansa con nosotros, nunca se cansa de ser paciente con nosotros y con su inmensa misericordia nos precede siempre, viene a nuestro encuentro antes, es absolutamente confiable su«sí».
En el evento de la Cruz nos muestra la medida de su amor, que no calcula y que no tiene medida. San Pablo escribe en la Carta a Tito:«Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres»(Tt. 3,4). Y debido a que este«sí»se renueva cada día con«el que nos ungió, y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones»(2 Co. 1,21b-22).
Y es el Espíritu Santo el que hace constantemente presente y vivo el«sí»de Dios en Jesucristo y crea en nuestro corazón el deseo de seguirlo para entrar totalmente, un día, en su amor, cuando recibiremos una morada no hecha con manos humanas en los cielos. No hay ninguna persona que no sea alcanzada e interpelada por este amor fiel, capaz de esperar incluso por aquellos que siguen respondiendo con el«no»del rechazo o del endurecimiento del corazón. Dios nos espera, nos busca siempre, quiere acogernos en la comunión con sí para darnos a cada uno de nosotros plenitud de vida, de esperanza y de paz.
En el «sí»fiel de Dios se injerta el «amén» de la Iglesia que resuena en cada acción de la liturgia: «amén» es la respuesta de la fe que siempre cierra nuestra oración personal y comunitaria, y que expresa nuestro «sí» a la iniciativa de Dios. A menudo respondemos como una costumbre con nuestro «amén»en la oración, sin comprender el significado profundo. Este término viene de 'aman, que en hebreo y en arameo significa«estabilizar»,«consolidar» y, por tanto,«estar seguro»,«decir la verdad». " Si nos fijamos en las Escrituras, vemos que este«amén» se dice al final de los salmos de bendición y de alabanza, como, por ejemplo, el salmo 41:«En cuanto a mí, me mantendrás en mi inocencia, me admitirás por siempre en tu presencia. ¡Bendito sea Yahvé, Dios de Israel, desde siempre y hasta siempre! ¡Amén!¡Amén!» (vv. 13-14). O, expresa lealtad a Dios, cuando el pueblo de Israel regresa lleno de alegría del exilio de Babilonia y dice su«sí», su «amén» a Dios y a su Ley. En el Libro de Nehemías se relata que después de este retorno,«Esdras abrió el libro (de la Ley), a los ojos de todo el pueblo –pues estaba más alto que todo el pueblo—y al abrirlo, el pueblo entero se puso en pie. Esdras bendijo al Señor, Dios grande; y todo el pueblo, alzando las manos, respondió:‘¡Amén!¡Amén!’» (Ne. 8,5-6).
Desde el principio entonces, el «amén»de la liturgia judía se ha convertido en el «amén»de las primeras comunidades cristianas. Y el libro de la liturgia cristiana por excelencia, el Apocalipsis de San Juan, comienza con el «amén» de la Iglesia: «Al que nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados, y ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén» (Ap. 1,5b-6). Así es en el primer capítulo de Apocalipsis. Y el mismo libro termina con la invocación:«¡Amén!, ¡Ven, Señor Jesús!» (Ap. 22,20).
Queridos amigos, la oración es el encuentro con una persona viva a quien escuchar y con quien comunicarse; es el encuentro con Dios que renueva su lealtad inquebrantable, su«sí»al hombre, a cada uno de nosotros, para darnos su consuelo en medio de lo tormentoso de la vida y hacernos vivir, unidos a Él, una vida llena de alegría y de bien, que encontrará su plenitud en la vida eterna.
En nuestra oración somos llamados a decir«sí»a Dios, a responder a este«amén»de la adhesión, de la fidelidad a Él a lo largo de nuestras vidas. Esta fidelidad no la podemos obtener con nuestras fuerzas, no es sólo un fruto de nuestro compromiso diario; esta viene de Dios y se basa sobre el«sí»de Cristo, que afirma: mi alimento es hacer la voluntad del Padre (cf. Jn. 4, 34).
Es en este«sí» que debemosentrar, entrar en este «sí» de Cristo, en la adhesión a la voluntad de Dios, para llegar a afirmar con san Pablo que nos somos nosotros los que vivimos, sino que es Cristo quien vive en nosotros. Entonces el«amén»de nuestra oración personal y comunitariaenvolveráy transformará toda nuestra vida, una vida con el consuelo de Dios, una vida inmersa en el amor eterno e inconmovible. Gracias.

5/30/12


¿CUÁNDO CELEBRAR?/3

EL AÑO LITÚRGICO (CCC 1168-1173)


Juan José Silvestre

En la Pascua –que significa inseparablemente cruz y resurrección– se sintetiza la entera historia de la salvación, está presente de forma concentrada toda la obra de la redención. “Se podría decir que la Pascua constituye la categoría central de la teología del Concilio” (J. Ratzinger, Opera omnia, 774). En este contexto se sitúa también el Año litúrgico. De hecho, “a partir del «Triduo Pascual», como de su fuente de luz, el tiempo nuevo de la resurrección llena todo el año litúrgico con su resplandor” (Catecismo de la Iglesia Católica [CEC], 1168).
No podía ser de otro modo pues la Pasión, muerte y resurrección del Señor “es un acontecimiento real, sucedido en nuestra historia, pero absolutamente singular: todos los demás acontecimientos suceden una vez, y luego pasan y son absorbidos por el pasado. El misterio pascual de Cristo, por el contrario, no puede permanecer solamente en el pasado, pues por su muerte destruyó a la muerte, y todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos y en ellos se mantiene permanentemente presente. El acontecimiento de la cruz y de la resurrección permanece y atrae todo hacia la Vida” (CEC, 1085).
Es cierto que la crucifixión de Cristo, su muerte en la cruz y, de manera diferente, su resurrección del sepulcro, son acontecimientos históricos únicos que, en cuanto tales, pertenecen al pasado. Pero si únicamente fuesen hechos del pasado, no podría existir una real conexión con ellos. En último término no tendrían nada que ver con nosotros. Por eso el CEC prosigue diciendo: “La economía de la salvación actúa en el marco del tiempo, pero desde su cumplimiento en la Pascua de Jesús y la efusión del Espíritu Santo, el fin de la historia es anticipado, como pregustado, y el Reino de Dios irrumpe en el tiempo de la humanidad” (CEC, 1168).
Hemos de reconocer que la resurrección está tan fuera de nuestro horizonte, resulta tan extraña a todas nuestras experiencias, que es posible que nos preguntemos: ¿En qué consiste propiamente eso de «resucitar»? ¿Qué significa para nosotros?
Benedicto XVI se aproxima a este Misterio y afirma: “La resurrección es –si podemos usar por una vez el lenguaje de la teoría de la evolución– la mayor «mutación», el salto más decisivo en absoluto hacia una dimensión totalmente nueva, que se haya producido jamás en la larga historia de la vida y de sus desarrollos: un salto de un orden completamente nuevo, que nos afecta y que atañe a toda la historia. [...] era uno con el Dios vivo, unido talmente a Él que formaba con Él una sola persona [...]. Su propia vida no era solamente suya, era una comunión existencial con Dios y un estar insertado en Dios, y por eso no se le podía quitar realmente. Él pudo dejarse matar por amor, pero justamente así destruyó el carácter definitivo de la muerte, porque en Él estaba presente el carácter definitivo de la vida. Él era una cosa sola con la vida indestructible, de manera que ésta brotó de nuevo a través de la muerte. Expresemos una vez más lo mismo desde otro punto de vista. Su muerte fue un acto de amor. En la última cena, Él anticipó la muerte y la transformó en el don de sí mismo. Su comunión existencial con Dios era concretamente una comunión existencial con el amor de Dios, y este amor es la verdadera potencia contra la muerte, es más fuerte que la muerte” (Homilía, 15.04.2006).
Este es el verdadero núcleo y la verdadera grandeza de la Eucaristía, que siempre es más que un banquete, pues por su celebración se hace presente el Señor, junto con los méritos de su muerte y resurrección, acontecimiento central de nuestra salvación (cf. Ecclesia de Eucharistia, 11). Así, “el Misterio de la resurrección, en el cual Cristo ha aplastado a la muerte, penetra en nuestro viejo tiempo con su poderosa energía, hasta que todo le esté sometido” (CEC, 1169). Esto acontece porque Cristo, Dios y hombre, mantiene siempre actual, en su dimensión personal de eternidad, el valor de hechos históricos del pasado, cuales son su muerte y resurrección.
Por eso la Iglesia celebra la obra salvífica de Cristo, cada semana en el día del Señor, en el que la Celebración eucarística supone un encaminarse hacia el interior de la contemporaneidad con el misterio de la Pascua de Cristo, y una vez al año, en la máxima solemnidad de la Pascua que no es simplemente una fiesta entre otras: es la “Fiesta de las fiestas”, “Solemnidad de las solemnidades” (CEC, 1169).
Por otra parte, del mismo modo que “durante su vida terrestre Jesús anunciaba con su enseñanza y anticipaba con sus actos el misterio pascual” (CEC, 1085) ahora durante el tiempo de la Iglesia el año litúrgico se presenta como “el desarrollo de los diversos aspectos del único misterio pascual. Esto vale muy particularmente para el ciclo de las fiestas en torno al misterio de la Encarnación que conmemoran el comienzo de nuestra salvación y nos comunican las primicias del misterio de Pascua” (CEC, 1171).
Finalmente a lo largo del año litúrgico la Iglesia venera de modo especial a la Santísima Virgen, “unida con un vínculo indisoluble a la obra salvadora de su Hijo; en ella mira y exalta el fruto más excelente de la redención y contempla con gozo, como en una imagen purísima, aquello que ella misma, toda entera, desea y espera ser” (CEC, 1172). Y en el recuerdo de los santos “proclama el misterio pascual cumplido en ellos, que padecieron con Cristo y han sido glorificados con Él; propone a los fieles sus ejemplos, que atraen a todos por medio de Cristo al Padre, y por sus méritos implora los beneficios divinos” (CEC, 1173).
*Juan José Silvestre es profesor de Liturgia en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz y consultor de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice.

5/29/12


Los desafíos actuales a la libertad religiosa


Rafael Navarro-Valls

Con muy pocos días de diferencia, dos pronunciamientos sobre libertad religiosa se han producido en Estados Unidos. El primero (Our First, Most Cherished Liberty: A Statement on Religious Liberty, 14.III.2912 ) proviene del Comité Especial para la libertad religiosa de la Conferencia Episcopal Estadounidense. El segundo (In Defense of Religious Freedom. A Statement by Evangelicals and Catholics Together, 16.III.2012), es el fruto de un trabajo conjunto de intelectuales evangélicos y católicos.
Lo que me ha sorprendido es la coincidencia en la denuncia sobre el déficit de libertad religiosa en Estados Unidos, no solamente en países no democráticos. Es natural que la declaración de los obispos gire en torno a Estados Unidos. Lo que ya no es tan natural es que también las personalidades evangélicas y católicas, en buena parte, se refieran al mismo habitat geográfico.
Problemas de intolerancia y discriminación en Occidente
Coinciden de algún modo con el diagnóstico que acaba de hacer Máximo Introvigne. El prestigioso sociólogo, localiza cuatro grandes áreas de discriminación en materia de libertad religiosa: las zonas donde crece el radicalismo islámico, “y que no se corresponden, por supuesto, con todos los países islámicos”; los etnonacionalismos, con especial atención a India y Sri Lanka, “donde se confunde la defensa de la identidad nacional con la religión”; los totalitarismos comunistas “como Corea del Norte, país que vive una situación dramática en derechos humanos; y, por último Occidente, “donde existen problemas de intolerancia y discriminación”.
Probablemente la razón de la coincidencia radique en que se está extendiendo en la política interna norteamericana, y en zonas del Occidente europeo, la idea de que la libertad religiosa más que proteger la libertad de conciencia y religiosa, de algún modo se entiende como la promoción del exilio de la religión en la vida pública. Algo así como una condena del hecho religioso a quedar confinado en las catacumbas sociales.
La administración Obama y la libertad de conciencia
El detonante de esta firme reacción ha sido la política de Obama contraria a la libertad de conciencia. La Iglesia, desde el principio, rechazó la posibilidad de aplicar una norma civil que facilita servicios anticonceptivos obligatorios en las instituciones confesionales y también en las de inspiración cristiana, amparándose en el derecho a la libertad religiosa que recoge la Constitución de Estados Unidos. Posteriormente, la regulación sanitaria pretendió dulcificarse. Pero la realidad es que solamente ha dejado un margen estrecho para la objeción de conciencia, al reconocer como única excepción las instituciones religiosas que la ley tipifique como tales. Así, por ejemplo, queda exenta de aplicar la norma sanitaria una parroquia, pero no una escuela, un hospital o una universidad católicos. Como ha dicho el cardenal de Nueva York Timothy Dolan en una entrevista a The Wall Street Journal, “Lo que nos parece inconcebible como católicos y sobre todo como americanos es que un departamento del gobierno se dedique a definir hasta dónde llega o no el cuidado pastoral de la Iglesia”.
Nunca los obispos estadounidenses han estado tan unidos en torno a una cuestión. Probablemente porque lo que está en juego es la propia libertad de las confesiones para autoorganizarse, una zona minada en la que el Gobierno no puede inmiscuirse salvo caer en viejos esquemas de presión regalista.
La autonomía interna de las confesiones: una zona minada
Esta especie de “regalismo laicista” ha sido recientemente rechazado por dos instancias nada sospechosas de clericalismo. Me refiero al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) y el propio Tribunal Supremo de Estados Unidos.
Para el primero (caso Fernández Martínez c. España, 17 abril de 2012), las comunidades religiosas existen tradicional y universalmente bajo la forma de estructuras organizadas. Cuando la libertad de organización de una comunidad religiosa se cuestiona, entra en acción el artículo 11 de la Convención de Derechos Humanos que “protege la vida asociativa contra toda injerencia injustificada del Estado”. Esa autonomía es “indispensable para el pluralismo de una sociedad democrática”. Es más, se encuentra “en el corazón mismo” de la protección otorgada por la Convención. El TEDH concluye afirmando que el derecho de libertad religiosa es de tal entidad que “excluye cualquier intento de apreciación por parte del Estado acerca de la legitimidad de las creencias religiosas o de sus modalidades de expresión”.
Por su parte, el Tribunal Supremo norteamericano (en una decisión que ha sorprendido por su unanimidad, Hosanna-Tabor Evangelical Lutheran Church and School v. equal employment opportunity Commission, 11 enero de 2012 ) contundentemente ha defendido que bajo el “principio de libertad religiosa contenido en la Primera Enmienda de la Constitución americana, subyace la prohibición de interferencia gubernamental en los asuntos internos de los diferentes grupos religiosos”.
El nuevo regalismo laicista
En ambos casos se debatía la autonomía o no de las confesiones religiosas (en la primera, la Iglesia católica, en la segunda, la Iglesia anglicana) para nombrar o cancelar el nombramiento de profesores de religión que contravenían con su actitud los principios morales de dichas confesiones. Por encima de la cuestión concreta en litigio, tanto en las aludidas declaraciones norteamericanas y en la jurisprudencia mencionada, lo que está vigorosamente defendido es la autonomía de las confesiones religiosas. Dicha autonomía presenta un interés directo no sólo para la organización de la propia comunidad, sino también para el efectivo disfrute por la totalidad de sus miembros de su derecho a la libertad de religión. Si la organización de la vida de la comunidad no estuviera protegida, los otros aspectos de la libertad de religión del individuo se harían frágiles.
Efectivamente, la tendencia a inmiscuirse en los asuntos internos de las religiones recuerda, como he dicho, las viejas formas de regalismo estatal de las monarquías absolutistas, esto es, la tendencia del poder civil de dirigir y controlar los asuntos internos eclesiásticos, en especial, en materia disciplinar. Lo que fue una manifestación del Estado de resabios más o menos teocráticos (desde las monarquías bizantinas y medievales a las austriacas o españolas del XVIII), se convierten en formas de intervención ideocráticas. Al conformarse el Estado en una especie de tierra de nadie, apta para ser colonizada por cualquier ideología con vocación de religión, se corre el riesgo de que la sociedad civil, una vez ideológicamente plasmada, se torne refractaria a todo otro influjo y, por tanto, intolerante. Esta intolerancia, proyectada por la larga sombra del nuevo regalismo laicista, explica la contundencia de las reacciones aquí reseñadas

5/28/12


'LA PROFUNDIDAD DE LA DOCTRINA VUELVE A LOS NUEVOS DOCTORES DE LA IGLESIA PERENNEMENTE ACTUALES'


El papa ayer al rezar el Regina Caeli


¡Estimados hermanos y hermanas!
Celebramos hoy la importante fiesta de Pentecostés, con la que se completa el Tiempo Pascual, cincuenta días después del domingo de Resurrección. Esta solemnidad nos hace recordar y revivir la efusión del Espíritu Santo sobre los apóstoles y los otros discípulos reunidos en oración con la Virgen María en el Cenáculo (cfr At 2,1-11).
Jesús, resucitado y ascendido en el Cielo envía a la Iglesia su Espíritu para que cada cristiano pueda participar a su misma vida divina y se vuelva válido testimonio en el mundo. El Espíritu Santo, irrumpiendo en la historia derrota la aridez, abre los corazones a la esperanza y favorece en nosotros la maduración interior en la relación con Dios y con el prójimo.
El Espíritu que “ha hablado por medio de los profetas”, con los dones de la sabiduría y de la ciencia continúa a inspirar mujeres y hombres que se empeñan en la búsqueda de la verdad, proponiendo vías originales de conocimiento y de profundización del misterio de Dios, del hombre y del mundo. En este contexto tengo la alegría de anunciarles que el próximo 7 de octubre, en el inicio de la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, proclamaré a san Juan de Ávila y a santa Hidelgarda de Bingen, doctores de la Iglesia universal.
Estos dos grandes testimonios de la fe vivieron en períodos históricos y en ambientes culturales muy diversos. Hidelgarda fue monja benedictina en el corazón de la Edad Media alemana, auténtica maestra de teología y profunda estudiosa de las ciencias naturales y de la música. Juan, sacerdote diocesano en los años del siglo de oro español, participó a las dificultades de la renovación cultural y religioso de la Iglesia y de la organización social en los albores de la modernidad.
Pero la santidad de la vida y la profundidad de la doctrina lo vuelve perennemente actuales: la gracia del Espíritu Santo, de hecho los proyectó en esa experiencia de penetrante comprensión de la revelación divina y diálogo inteligente con el mundo, que constituyen el horizonte permanente de la vida y de la acción de la Iglesia.
Sobre todo a la luz del proyecto de una nueva evangelización a la cual será dedicada la mencionada Asamblea del Sínodo de los Obispos, y en la vigilia del Año de la Fe, estas dos figuras de santos y doctores serán de gran importancia y actualidad.
También en nuestros días a través de la enseñanza que ellos dieron, el Espíritu del Señor resucitado sigue haciendo resonar su voz y nos ilumina el camino que conduce a aquella verdad que solamente nos podrá hacer libres y dar pleno sentido a nuestra vida.
Rezando ahora juntos el Regina Caeli, invocamos la intercesión de la Virgen María para que obtenga a la Iglesia ser potentemente animada por el Espíritu Santo, de manera que de testimonio de Cristo con franqueza evangélica y se abra siempre más a la plenitud de la verda

“Sepan todos que nuestro Dios es Amor”

Mensaje de la Conferencia Episcopal Española

Queridos hermanos:
El Papa Benedicto XVI proclamará próximamente a San Juan de Ávila Doctor de la Iglesia Universal. Así lo anunció en la memorable Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Madrid, donde nos invitó a “volver la mirada” hacia el Santo y a perseverar en la misma fe de la que él fue Maestro.
Pero, ¿quién es San Juan de Ávila?, ¿cuál es la actualidad de su vida y de su mensaje?, ¿qué significa que vaya a ser proclamado Doctor de la Iglesia?
Rasgos biográficos
Messor eram (Fui segador). El epitafio que aparece en su sepulcro refleja a la perfección quién fue San Juan de Ávila: un predicador que siempre ponía en el centro de su mensaje a Cristo Crucificado y que buscaba con sus palabras, sencillas y profundas, tocar el corazón y mover a la conversión de quien le estaba escuchando.
Juan de Ávila nació en 1499 ó 1500 en Almodóvar del Campo (Ciudad Real), donde creció y se formó en un ambiente cristiano. Estudió Leyes en la Universidad de Salamanca y Artes y Teología en la de Alcalá. Fue ordenado sacerdote en 1526.  Celebró su primera misa solemne en su pueblo natal y lo festejó invitando a los pobres a su mesa y repartiendo entre ellos su cuantiosa herencia.
Cuando estaba a punto de embarcar para irse a América, el Arzobispo de Sevilla cambió sus planes. Éste quedó encantando con su actividad evangelizadora y le pidió que se quedase a ejercer el ministerio en España. Juan de Ávila recorrió pueblos y ciudades de Andalucía, La Mancha y Extremadura. Residió en Granada, donde ya figura con el título de Maestro; y permaneció durante los últimos quince años de su vida en Córdoba, diócesis de la que fue presbítero. Murió en Montilla, el 10 de mayo de 1569. Allí se veneran sus reliquias en el Santuario que lleva su nombre.
San Juan de Ávila fue un gran conocedor de la Sagrada Escritura. Sobre él se decía que si, por desgracia, la Biblia se llegara a perder, él solo la restituiría a la Iglesia, porque se la sabía de memoria. Y fue también un gran escritor. Entre sus libros principales se encuentra el tratado de vida espiritual Audi, filia, que comenzó a escribir cuando estuvo recluido en la cárcel inquisitorial de Sevilla, debido a acusaciones infundadas de las que salió completamente absuelto. Además, entre otras obras, escribió el Tratado del amor de Dios, el Tratado sobre el Sacerdocio, la Doctrina Cristiana (un Catecismo que podría ser recitado y cantado), dos importantes Memorialesque tuvieron notoria influencia en el Concilio de Trento, las Advertencias al Concilio de Toledo, numerososSermones, Pláticas espirituales y un espléndido Epistolario.
Originalidad y actualidad de un Maestro
La originalidad del Maestro Ávila se halla en su constante referencia a la Palabra de Dios; en su consistente y actualizado saber teológico; en la seguridad de su enseñanza y en el cabal conocimiento de los Padres, de los santos y de los grandes teólogos.
Gozó del particular carisma de sabiduría, fruto del Espíritu Santo, y convencido de la llamada a la santidad de todos los fieles del pueblo de Dios, promovió las distintas vocaciones en la Iglesia: laicales, a la vida consagrada y al sacerdocio.
Desprendido, generoso y, sobre todo, enamorado de Dios, vivió desposeído de los bienes materiales, pero con el corazón lleno de fe y de entusiasmo evangelizador, dedicado por entero a la oración, al estudio, a la predicación y a la formación de los pastores del pueblo de Dios. Para ello fundó una quincena de colegios, precedentes de los actuales Seminarios, y la universidad de Baeza (Jaén).
En sus discípulos dejó una profunda huella por su amor al sacerdocio y su entrega total y desinteresada al servicio de la Iglesia. Centrado en el que el llamaba “el beneficio de Cristo”, podemos calificarlo como el Doctor del amor de Dios a los hombres en Cristo Jesús; el maestro y el místico del beneficio de la redención. Estas son sus palabras: “Grande misericordia y grande favor fue sacarnos de las miserias y del captiverio en que estábamos, y sacarnos para hacernos no siervos, sino hijos”.
Fue Maestro y testigo de vida cristiana; contemporáneo de un buen número de santos que encontraron en él amistad, consejo y acompañamiento espiritual como, por ejemplo, San Ignacio de Loyola, San Juan de Dios, San Francisco de Borja, San Juan de Ribera, San Juan de la Cruz, San Pedro de Alcántara, Santo Tomás de Villanueva, o la misma Santa Teresa de Jesús.
Otro español, Doctor de la Iglesia
Un Doctor de la Iglesia es quien ha estudiado y contemplado con singular clarividencia los misterios de la fe, es capaz de exponerlos a los fieles de tal modo que les sirvan de guía en su formación y en su vida espiritual, y ha vivido de forma coherente con su enseñanza.
Hasta el momento, los Doctores de la Iglesia son 33. Entre ellos, se encuentran otros tres españoles: San Isidoro de Sevilla, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús.
San Juan de Ávila fue declarado patrono del clero secular de España en 1946 por Pío XII y canonizado en 1970 por Pablo VI.
Peregrinación a Roma y celebraciones en España
Invitamos a todo el pueblo de Dios a participar en los actos que tendrán lugar en Roma, con motivo del gran acontecimiento que supondrá la proclamación de San Juan de Ávila como Doctor de la Iglesia Universal. Se anunciará cómo hacerlo cuando el Papa decida la fecha de los actos. También en España se organizarán celebraciones oportunamente.
En http://sanjuandeavila.conferenciaepiscopal.es se puede obtener información sobre su figura y sobre las actividades previstas con motivo de su doctorado.
El testimonio de fe del Santo Maestro sigue vivo y su voz se alza potente, humilde y actualísima ahora, en este momento crucial en que nos apremia la urgencia de una nueva evangelización. Porque pasan los tiempos, pero los verdaderos creyentes como él son siempre contemporáneos.
Concluimos haciendo nuestra la súplica de San Juan de Ávila en una de sus cartas (n.21) y pidiendo al Señor que el Doctor del amor de Dios nos ayude a acrecentar este amor y a fortalecer nuestra fe:
 “La fe es sosiego del corazón.
No hay cosa que tanto os conviene tener
para llegar al fin de la jornada en que Dios os puso
como de corazón confiar en Él”.

5/27/12


DECLARACIÓN DE MADRID 2012


VI Congreso Mundial de Familias


Reunidos en Madrid, España, el 27 de mayo de 2012, nosotros, los delegados del VI Congreso Mundial de Familias reafirmamos la verdad de que “la familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado” (artículo 16 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos). La familia natural está inscrita en la naturaleza humana y se basa en la unión voluntaria de un hombre y una mujer en la alianza matrimonial de por vida. La institución del matrimonio sobre todo ofrece a la pareja amor y alegría y también tiene como objetivo la procreación y la educación de los hijos. La unión matrimonial también ofrece seguridad en tiempos de problemas, el fundamento de una sociedad que equilibre el orden y la libertad y la solidaridad entre generaciones.
Por desgracia, en nuestros tiempos, los ataques a la familia natural están creciendo en número e intensidad. Las ideologías del estatismo, el individualismo atomista y la revolución sexual ponen en entredicho la esencia del matrimonio y de la familia. Recientes cambios en las leyes y en las políticas públicas de gobiernos de todo el mundo corrompieron el significado y la dignidad del matrimonio, devaluaron la paternidad, alentaron el divorcio fácil y los nacimientos fuera del matrimonio, confundieron identidades sexuales, promovieron la promiscuidad, crearon las condiciones para que aumentara el abuso infantil, aislaron a los ancianos y fomentaron la despoblación.
Estos cambios fueron particularmente agudos en Europa en las últimas décadas y, más concretamente, en la nación de España durante los años 2004-2011, cuando un gobierno radical trabajóefectivamente para subvertir la familia natural.
Como respuesta a todo ello, el VI Congreso Mundial de Familias aprueba un conjunto de principios para crear un entorno cultural y político que sea compatible con la vida, la libertad y la esperanza para el futuro:

- Afirmamos que la familia natural, no el individuo, es la unidad fundamental de la sociedad.
- Afirmamos que la familia natural es la unión de un hombre y una mujer a través del matrimonio creada con el fin de compartir el amor y la alegría, engendrar niños, proveer su educación moral, construir una economía doméstica, ofrecer seguridad en tiempos de crisis y unir a las generaciones.
- Afirmamos que la familia natural es un elemento fijo del orden creado, arraigado en la naturaleza humana. La familia natural no puede convertirse en una realidad de nueva creación, ni puede ser re-definida por los entusiastas de la ingeniería social.
Afirmamos que la familia natural es el sistema familiar ideal y verdadero. Si bien reconocemos múltiples situaciones de hecho, los otros “tipos de familia”adolecen de alguna carencia o son meras invenciones del Estado.

- Afirmamos que el vínculo sexual auténticoes la unión matrimonial entre un hombre y una mujer, el único abierto a la natural y responsable creación de una nueva vida.
- Afirmamos la santidad de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. Cada persona recién concebida tiene derecho a vivir, a crecer, a nacer y a compartir un hogar con sus padres naturales unidos por el matrimonio. El aborto, la eutanasia y todas las formas de manipulación de los seres humanos en estado embrionario o fetal, por lo tanto, son ataques contra la vida humana.
- Afirmamos que la familia natural es anterior al Estado y los gobiernos legítimos existen para proteger y apoyar la familia.
- Afirmamos que el mundo es abundante en recursos. El debilitamiento de la familia natural y el fracaso moral y político, y no la “sobrepoblación” humana, han causado la pobreza, el hambre y la degradación del medio ambiente.
- Afirmamos que el verdadero peligro demográfico que afronta la tierra en este nuevo siglo es la crisis de natalidad y el envejecimiento de la población. Nuestras sociedades necesitan más personas, no menos.
- Afirmamos que la familia natural es la principal fuente de prosperidad económica y social y el pilar principal sobre el que asentar la superación de la actual crisis económica mundial.
- Afirmamos que las mujeres y los hombres son iguales en dignidad y derechos innatos, pero diferentes en muchos aspectos. Aunque a veces acontecimientos que escapan al control del individuo (otras veces por una vocación religiosa) lo frustren, la vocación de cada niño es llegar a ser esposo y padre; y la vocación de cada niña es llegar a ser esposa y madre. La cultura, el derecho y la política deberían tener en cuenta estas diferencias.
- Afirmamos que la complementariedad de los sexos es una fuente de fortaleza. Hombres y mujeres presentan profundas diferencias biológicas y psicológicas. Sin embargo, cuando se unen en matrimonio, la combinación se convierte en mayor que la suma de las partes.
- Afirmamos el derecho de los padres a educar a sus hijos para su bien, sin interferencias del Estado.
- Afirmamos que todo ser humano tiene derecho a la libertad religiosa y que la comunidad política debe respetar la libertad de profesar la propia fe, de transmitirla y de educar a los hijos en ella.
- Afirmamos el “salario familiar” ideal que consiste en “una misma remuneración para las mismas responsabilidades familiares”. La compensación por el trabajo, la fiscalidad y la seguridad social deberían fortalecer los lazos familiares naturales.
- Afirmamos el papel necesario de la propiedad privada de la tierra, la vivienda y el capital productivo como fundamento de la independencia familiar y garante de la democracia. En una sociedad justa y buena, todas las familias poseerán bienes inmuebles.
Y afirmamos que las soluciones duraderas a los problemas humanos, incluida la actual crisis económica, provienen de las familias y de las pequeñas comunidades. No se pueden imponer por un decreto burocrático o judicial. Tampoco pueden ser exigidos por una fuerza exterior.
 La acción del Espíritu Santo
 en nuestra oración

 Ramiro Pellitero 




Benedicto XVI extrae tres consecuencias, de la acción del Espíritu Santo en nuestra oración, para la vida cristiana


      Con frecuencia querríamos orar y no sabemos cómo. Imaginamos que debe ser algo difícil, que Dios no nos oye, que quizá no vale la pena. Y sin embargo, nada hay que “valga más la pena” que la oración. Su valor poco tiene que ver (¡gracias a Dios¡), con nuestras ganas; sino con el amor, que está básicamente en los hechos. Alguien dijo que la verdadera “estatua de la libertad” se alza sobre una banqueta que tiene tres apoyos: el hombre, el mundo y Dios. Y todo esto quiere decir oración.


      Después de sus catequesis sobre la oración en los Hechos de los Apóstoles, Benedicto XVI ha comenzado, en su audiencia general del 16 de mayo, a hablar de la oración según las cartas de San Pablo. Y lo primero que subraya, evocando las frecuentes alusiones del Apóstol a la oración en las introducciones y despedidas de sus epístolas, es que «la oración involucra y penetra todas las situaciones de la vida, sean aquellas personales, sean aquellas de la comunidad a la que se dirige».


El Espíritu Santo guía nuestra oración


      Según San Pablo la oración no es sólo una obra buena, una tarea nuestra; sino y ante todo un don, fruto de la presencia vivida y vivificante, de la acción de la Trinidad en el cristiano. De un modo más inmediato es el Espíritu Santo la persona divina que nos ayuda en la oración, superando nuestra debilidad y haciéndonos ver lo que queremos decir a Dios (cf. Rm 8, 26; 1 Co 2, 12-13).


      «Es el Espíritu Santo —señala el Papa— que ayuda nuestra incapacidad, ilumina nuestra mente y calienta nuestro corazón, guiando nuestro dirigirnos a Dios. Para san Pablo la oración es sobre todo el operar del Espíritu en nuestra humanidad, para hacerse cargo de nuestra debilidad y transformarnos de hombres atados a la realidad material, a hombres espirituales».


      Se trata, explica, del Espíritu del Padre y del Hijo, en el cual nos hemos vuelto hijos. De esta manera, «el Espíritu de Dios se vuelve también espíritu humano y nos toca, y podemos entrar en la comunión del Espíritu».


      El Espíritu Santo nos ayuda no solamente a dirigirnos a Dios Padre, sino también a reconocer a Jesús como Señor (cf. 1 Co 12, 3), y orientar nuestro corazón hacia Él, de manera que “no vivimos más nosotros, sino es Cristo que vive en nosotros” (cf. Ga 2, 20).


      Todo esto sucede en el cristiano enraizado en Cristo por la Eucaristía. El Espíritu Santo actúa como protagonista oculto, pero vivo, en el trasfondo de nuestra oración. Y esto, también cuando “no tenemos ganas” de rezar (que es, sencillamente, hablar con Dios), o pensemos que no sabemos cómo hacerlo, porque apenas se nos ocurre qué decir, o no tenemos en cuenta la actualidad de las oraciones cristianas más tradicionales y sencillas (Padrenuestro, Avemaría, Gloria, Salve, etc.), siempre bellas y llenas de contenido.


      Benedicto XVI extrae tres consecuencias, de esta acción del Espíritu Santo en nuestra oración, para la vida cristiana.


En la oración, el Espíritu Santo nos hace más libres


      Primera, la oración nos hace más libres. Nos pone «en condiciones de abandonar y superar toda forma de miedo o de esclavitud, viviendo la auténtica libertad de hijos de Dios». En cambio, «sin la oración que alimenta cada día nuestro estar en Cristo, en una intimidad que crece progresivamente, nos encontramos en la condición descrita por san Pablo en la Carta a los Romanos: no hacemos el bien que queremos, sino más bien el mal que no queremos (cf. Rm. 7,19), como consecuencia del pecado original».


      Puesto que “donde está el Espíritu del Señor hay libertad” (2 Co, 3, 17), y el Espíritu está en nuestra oración, dice el Papa, «con la oración experimentamos la libertad que nos dona el Espíritu: una libertad auténtica que nos libera del mal y del pecado en favor del bien y la vida, y por Dios». Esta libertad del Espíritu, en la perspectiva de san Pablo, “no se identifica nunca ni con el libertinaje ni con la posibilidad de elegir el mal, sino con el fruto del Espíritu que es amor, alegría, paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí (cf. Ga. 5, 22)”. Esta es —deduce el Papa— la verdadera libertad: «poder realmente seguir el deseo de bien, de verdadera alegría, de comunión con Dios y no estar oprimido por las circunstancias que nos indican otras direcciones».


En la oración, el Espíritu Santo nos da fuerzas ante las dificultades


      Segunda consecuencia: la oración nos ayuda a llevar las dificultades y los sufrimientos con una fuerza nueva. Así como (se mostraba en las últimas catequesis) a San Esteban y a San Pedro, su oración personal y la oración de la Iglesia por ellos les fortaleció en sus pruebas más duras.


      Ciertamente, observa Benedicto XVI, «con la oración no nos liberamos de las pruebas o de los sufrimientos, pero los podemos vivir en unión con Cristo, con sus sufrimientos, en la perspectiva de participar también de su gloria (cf. Rm. 8,17)». Muchas veces, explica, en la oración le pedimos a Dios que nos libere del mal físico y espiritual, y lo hacemos con gran confianza; otras veces tenemos la impresión de que no somos escuchados y entonces corremos el riesgo de desanimarnos y de no perseverar. En realidad Dios siempre escucha la oración, especialmente ante las dificultades.


      El Papa evoca la oración de Jesús, llena de confianza, ante su pasión (cf. Hb, 5, 7). «La respuesta de Dios Padre al Hijo, a sus fuertes gritos y lágrimas, no fue la liberación de los sufrimientos (…); Dios respondió con la resurrección del Hijo, con la nueva vida». En nuestro caso, «la oración animada por el Espíritu Santo nos lleva además a vivir cada día el camino de la vida con sus pruebas y sufrimientos, con plena esperanza en la confianza de Dios que responde como respondió al Hijo».


En la oración, el Espíritu Santo nos abre a las necesidades de los demás


      En tercer lugar, la oración nos abre a las necesidades de los demás y del mundo. «Esto significa —según Benedicto XVI— que la oración, sostenida por el Espíritu de Cristo que habla en lo íntimo de nosotros mismos, nunca se queda cerrada en sí misma, nunca es una oración solamente por mí, sino que se abre para compartir los sufrimientos de nuestro tiempo y de los otros. Se vuelve intercesión hacia los otros y así liberación para mí, y canal de esperanza para toda la creación, expresión de aquel amor de Dios que se ha volcado en nuestros corazones por medio del Espíritu que nos fue dado (cf. Rm. 5, 5)».


      Añade el Papa: «Es justamente esto un signo de una oración verdadera que no termina en nosotros mismos, sino que se abre a los otros y así me libera y ayuda para la redención del mundo». Y concluye recogiendo su mensaje sobre la acción del Espíritu Santo en nuestra oración: «El Espíritu de Cristo se vuelve la fuerza de nuestra oración "débil", la luz de nuestra oración "apagada", el fuego de nuestra oración "árida", donándonos la verdadera libertad interior, enseñándonos a vivir afrontando las pruebas de la existencia, con la certeza de no estar solos, abriéndonos a los horizontes de la humanidad y de la creación».


      En suma, en la oración el Espíritu Santo nos une a Dios Padre y a Cristo, haciendo posible que vivamos como hijos de Dios, «con todo nuestro corazón y nuestro ser», en todas las circunstancias de la vida. La oración nos hace crecer en libertad, nos ayuda a llevar las dificultades y los sufrimientos, y nos saca de nosotros mismos, para compartir las necesidades de los demás. Y así la oración es manifestación personal de fe, cauce de esperanza para todos y manifestación del amor de Dios. Una lección sobre el sentido profundo de la oración y su eficacia (fuerza, luz y fuego, libertad y certeza, fe, esperanza y caridad), incluso en la oración más sencilla.

5/26/12

"SI VIVIMOS EN EL ESPÍRITU, CAMINEMOS TAMBIÉN EN EL ESPÍRITU


 Pedro Mendoza, LC (PENTECOSTÉS, CICLO B)
Comentarios a la segunda lectura dominical

"Por mi parte os digo: Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne. Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais. Pero, si sois conducidos por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios. En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu". Gal 5,16-25 Comentario En el pasaje de este domingo de Pentecostés, tomado de la carta a los Gálatas (5,16-25), san Pablo desarrolla el tema del amor como primer fruto del Espíritu. En primer lugar muestra lo que hay que hacer para permanecer en la libertad del amor. Habla de "vivir en el Espíritu" (v.16), es decir, de vivir la vida guiados por la fuerza y la inspiración del Espíritu de Dios, que ha sido dado a todos los cristianos en virtud de la promesa. Aunque experimenten las "tendencias de la carne" (vv.16-18), deben tener confianza en medio de esta lucha, pues al pasar a pertenecer a Cristo "han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias" (v.24). En el marco de esta exposición introduce el Apóstol un catálogo de vicios y otro de virtudes (vv.19-21; 22-23). San Pablo pone ante los ojos de los gálatas cada uno de estos vicios, a modo de aviso, para que vean adónde puede llevarles la esclavitud de la ley: a quedar excluidos de la herencia del reino. Comienza este parágrafo, pues, el Apóstol, señalando las tendencias de la carne, que son contrarias al Espíritu (vv.16-18). Pero antes de ello, los exhorta a "vivir en el Espíritu" (v.16a). La consecuencia de un obrar así, es el rechazo y el alejamiento de las tendencias de la carne (v.16b). Pasa a continuación, en los vv.17-18, a describir la lucha que se produce en el hombre entre el Espíritu y la carne, que son poderes antagónicos. La carne intenta apartar la voluntad del hombre de aquello a que le guía el Espíritu de Cristo. El Espíritu, a su vez, intenta impedirnos obrar carnalmente, dejándonos arrastrar por las tendencias de la carne. De ahí la exhortación del Apóstol a dejarnos guiar por el Espíritu. Quien es guiado así por Dios, cumplirá la ley, practicando el amor; vivirá la libertad a la que ha sido llamado, sin erigirse una justicia suya (Fil 3,9). Para mostrarles adónde conducirá la carne al hombre que se confíe a ella, sigue san Pablo señalando un catálogo de vicios, que son las obras de la carne (vv.19-21). Bajo la expresión "obras de la carne" enumera quince vicios uno por uno. Empieza mencionando como obras de la carne tres ejemplos de desorden sexual: fornicación, impureza, libertinaje. La primera palabra se refiere a la convivencia sexual fuera del matrimonio. La segunda, a la "impureza" moral, que puede derivarse del extravío sexual y abarca también los pensamientos impuros. La tercera palabra designa el desenfreno sensual, que casi siempre incluye también el desenfreno sexual. Las tendencias de la carne no traen consigo sólo desorden sexual, sino también idolatría. De esa misma raíz procede la hechicería. Sin orden determinado expone a continuación los vicios que amenazan la vida social. Las enemistades ocasionan la discordia o proceden de ella. A veces proceden de los celos. Las animosidades y las rivalidades son manifestaciones concretas de enemistad. Las obras de la carne culminan en escisión de la comunidad, a causa de los intereses de grupo. Con los últimos tres vicios, cuya fuente común es la falta de dominio de sí mismo, vuelve san Pablo a tratar de las formas más groseras de libertinaje: embriaguez y orgías de todo tipo. Concluye el catálogo de vicios llamando la atención sobre las secuelas inevitables de una vida carnal, esperando apartar a los gálatas de las obras de la carne: los que obran así, no heredarán el reino de Dios (v.21b). En la última parte del pasaje san Pablo presenta el fruto del Espíritu (vv.22-24). Tres tríades de virtudes constituyen el fruto del Espíritu. Da inicio a la primera tríade el amor al prójimo. Es este amor donde primero sale a luz y madura la acción del Espíritu. El amor cristiano se dirige ante todo a Dios, pero el Apóstol atiende aquí sobre todo al amor al prójimo, por ser un fruto prácticamente visible. En segundo lugar nombra la alegría cuyo fundamento más profundo lo constituye la esperanza en la proximidad del Señor. En tercer lugar está la paz. En la siguiente tríade coloca la comprensión, la benignidad y la bondad, que son las virtudes que en el contacto entre los hombres mantienen la alegría y la paz. La lealtad, la mansedumbre y la templanza cierran la enumeración de la tercera tríade. Aplicación "Si vivimos en el Espíritu, caminemos también en el Espíritu". Con la Solemnidad de Pentecostés concluye el tiempo Pascual. Todo este período de gracias converge en el don del Espíritu Santo. La pasión, la muerte y la resurrección del Señor ha tenido como finalidad la comunicación del Espíritu Santo, que nos pone en contacto íntimo con la vida de la Trinidad. La liturgia de la Palabra de Pentecostés está centrada en este misterio del don del Espíritu. En la 1ª lectura de los Hechos de los apóstoles tenemos el relato de este episodio. San Pablo, en la 2ª lectura, nos muestra la importancia de la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida cristiana. El Evangelio nos revela el papel del Espíritu Santo, en cuanto testigo y maestro en nuestra vida de fe. En el pasaje de los Hechos de los apóstoles la realidad del Espíritu Santo viene expresada a través de tres símbolos: viento impetuoso, fuego y lenguas (2,1-11). La imagen de viento impetuoso expresa bien la capacidad del Espíritu de dar un fuerte impulso en nuestras vidas para ayudarnos a desarrollar nuestra vida cristiana. La imagen del fuego señala que este impulso no es meramente material sino espiritual, es el impulso del amor, un amor purificador y transformador. Las lenguas indican la acción del Espíritu que desata las lenguas y da la capacidad de hablar de los misterios de la salvación y de ser testigos de Cristo. En el Evangelio, san Juan recoge una parte del discurso de Jesús durante la última cena en donde anuncia la venida del Espíritu Santo (15,26-27; 16,12-15). Dos son los aspectos que subraya en su discurso: ante todo, la función del Espíritu de dar testimonio de Cristo. Y, en segundo lugar, como consecuencia de lo anterior, la capacidad del Espíritu de convertir a los Apóstoles en testigos de Cristo. Gracias a la acción del Espíritu los Apóstoles conocerán la verdad entera sobre la vida de Cristo, de modo que puedan después comunicar a los demás esta experiencia y conocimientos del misterio de Cristo y de su acción salvífica. En la 2ª lectura, san Pablo nos recuerda que nuestra vida cristiana debe ser guiada por el Espíritu y por lo mismo nos exhorta a vivir y caminar en el Espíritu (Gal 5,16-25). El Espíritu Santo no sólo debe ser guía nuestro en el camino de la fe sino también en nuestro comportamiento. Pero es preciso tomar conciencia de una nota distintiva de nuestra vida: es una vida conflictual, en donde coexisten dos principios contrapuestos, la carne y el Espíritu. Ante la realidad de esta lucha continua dentro de nosotros, estamos llamados a escoger entre la vida de la carne o la vida del Espíritu. No podemos al mismo tiempo pretender vivir bajo los tendencias de la carne, satisfaciendo los gozos egoístas, y vivir, impulsados por el Espíritu, una vida de generosidad y amor auténticos. Acojamos, pues la exhortación del apóstol a vivir y caminar en el Espíritu, abriéndonos cada vez más a su acción y respondiendo a ella con mayor docilidad.

5/25/12


Presentación del VII Encuentro Mundial de las Familias


Los eventos del VII Encuentro Mundial de las Familias se llevarán a cabo en diferentes lugares de la ciudad de Milán y de Lombardía. Se organizarán numerosas iniciativas por todo el territorio, mientras que el Congreso Internacional Teológico Pastoral, la Feria Internacional de la Familia y los eventos con el Papa Benedicto XVI se concentrarán en FieraMilanoCity y Milano Parco Nord – Aeroporto di Bre

      Los cardenales Ennio Antonelli, presidente del Pontificio Consejo para la Familia y Angelo Scola, arzobispo de Milán (Italia), junto con el catedrático de Sociología de la Familia Pier Paolo Donati han presentado esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede el VII Encuentro Mundial de las Familias que tendrá lugar del 30 de mayo al 3 de junio en Milán y cuyo tema es “La familia: el trabajo y la fiesta”.

      El cardenal Ennio Antonelli habló de las etapas de preparación de este encuentro que fue anunciado por el Santo Padre, al final del precedente, en Ciudad de México en 2009. A lo largo de estos tres años el Pontificio Consejo para la Familia y el arzobispo de Milán, junto con sus colaboradores, se han reunido en diversas ocasiones para aunar sus esfuerzos en esta iniciativa.

      Entre las actividades de su dicasterio orientadas hacia la preparación del encuentro milanés el cardenal citó las catequesis traducidas en once idiomas: italiano, francés, inglés, alemán, español, portugués, polaco, húngaro, rumano, árabe y ruso; el Seminario internacional de estudios: “La familia cristiana sujeto de evangelización” (Roma, 2009);la XIX asamblea plenaria sobre “Los derechos de la infancia” (Roma, 2010); el Seminario internacional de estudios con las asociaciones Pro-Vida (Roma, 2010); el congreso internacional “La familia cristiana, sujeto de evangelización” (Roma,2010) y la XX asamblea plenaria en el XXX aniversario de la exhortación apostólica Familiaris Consortio y de la creación del Pontificio Consejo para la Familia (Roma, 2011).

      El purpurado presentó el Enchiridion que recoge las enseñanzas más recientes de la sede apostólica sobre los temas de la familia y de la vida humana en los últimos años del pontificado de Juan Pablo II y durante el de Benedicto XVI (desde el 17 de mayo de 2005 hasta el 31 de diciembre de 2011). «El objetivo de la publicación —dijo— es ofrecer una herramienta de consulta a los agentes de la pastoral familiar, a las asociaciones, a los movimientos pro-familia y pro-life, a los expertos, docentes, políticos. El abanico de las temáticas es muy amplio y entre ellas están: teología y antropología de la familia (...) matrimonio interreligioso, regulación de la fertilidad, demografía, ética de la vida desde su concepción a la muerte natural y de la salud, derechos de los menores (..,) familia como sujeto de evangelización (...) atención a las situaciones canónicamente irregulares...».

      El segundo volumen presentado ha sido “La familia, recurso de la sociedad”, una importante iniciativa del Pontificio Consejo en preparación del encuentro de Milán. «Se trata —explicó el cardenal Antonelli— de una investigación profunda y nueva en la que se ponen de manifiesto las varias aportaciones, positivas y negativas que las diversas tipologías de familias y convivencias ofrecen a la sociedad».

      Por su parte el cardenal Scola recordó que el título de este encuentro «ligando los tres aspectos de la vida cotidiana de la persona; familia, trabajo, descanso y fiesta, presenta dos características constitutivas de la experiencia humana (...) en todas las latitudes: la unidad de la persona y su ser siempre en relación. Así, el VII encuentro interpreta tanto la vitalidad permanente de estas temáticas, como la peculiaridad del momento histórico».

      «La familia fundada en el matrimonio fiel entre hombre y mujer y abierta a la vida, más allá de todas las evoluciones culturales que la caracterizan, sigue revelándose como la vía maestra para la generación y el crecimiento de la persona. En ella el niño (...) entrevé el futuro como promesa. Desde la infancia todos descubrimos el sentido del trabajo, primero en su versión escolar, después, como profesión» y «a través del trabajo (...) desarrollamos relaciones sociales articuladas; encontramos el gusto de la edificación (...) pero sobre todo, saboreamos la confianza recíproca, argamasa imprescindible de la convivencia entre los seres humanos».

      «La vida nos impone su paso (...) y exige un orden entre afecto y trabajo. En esto nos ayuda el descanso que marca el ritmo. (...) La fiesta es la cima del descanso, para el uso gratuito y común del tiempo y del espacio que es fuente de alegría. El ser humano se reconcilia consigo mismo, con los demás y con Dios. No es una casualidad que todas las tradiciones religiosas coincidan con las fiestas».

      Al final, el arzobispo de Milán habló del interés que el VII Encuentro de las Familias está despertando en los medios informativos, y observó que la familia está al centro de la atención ya que es «un capital social que necesita políticas específicas, quizás también a la luz de la grave crisis que estamos atravesando». También facilitó algunas cifras sobre los participantes en la iniciativa milanesa: más de un millón de fieles asistirán a la misa del Papa y 300.000 personas a la fiesta de los testimonios.
Presentación del VII Encuentro Mundial de las Familias
23 mayo 2012. VIS

Los eventos del VII Encuentro Mundial de las Familias se llevarán a cabo en diferentes lugares de la ciudad de Milán y de Lombardía. Se organizarán numerosas iniciativas por todo el territorio, mientras que el Congreso Internacional Teológico Pastoral, la Feria Internacional de la Familia y los eventos con el Papa Benedicto XVI se concentrarán en FieraMilanoCity y Milano Parco Nord – Aeroporto di Bre


    Video: Presentan vídeo oficial del Encuentro Mundial de las Familias de Milán

    Video: El Cardenal Scola presenta en el Vaticano el Encuentro Mundial de las Familias de Milán  

      Los cardenales Ennio Antonelli, presidente del Pontificio Consejo para la Familia y Angelo Scola, arzobispo de Milán (Italia), junto con el catedrático de Sociología de la Familia Pier Paolo Donati han presentado esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede el VII Encuentro Mundial de las Familias que tendrá lugar del 30 de mayo al 3 de junio en Milán y cuyo tema es “La familia: el trabajo y la fiesta”.

      El cardenal Ennio Antonelli habló de las etapas de preparación de este encuentro que fue anunciado por el Santo Padre, al final del precedente, en Ciudad de México en 2009. A lo largo de estos tres años el Pontificio Consejo para la Familia y el arzobispo de Milán, junto con sus colaboradores, se han reunido en diversas ocasiones para aunar sus esfuerzos en esta iniciativa.

      Entre las actividades de su dicasterio orientadas hacia la preparación del encuentro milanés el cardenal citó las catequesis traducidas en once idiomas: italiano, francés, inglés, alemán, español, portugués, polaco, húngaro, rumano, árabe y ruso; el Seminario internacional de estudios: “La familia cristiana sujeto de evangelización” (Roma, 2009);la XIX asamblea plenaria sobre “Los derechos de la infancia” (Roma, 2010); el Seminario internacional de estudios con las asociaciones Pro-Vida (Roma, 2010); el congreso internacional “La familia cristiana, sujeto de evangelización” (Roma,2010) y la XX asamblea plenaria en el XXX aniversario de la exhortación apostólica Familiaris Consortio y de la creación del Pontificio Consejo para la Familia (Roma, 2011).

      El purpurado presentó el Enchiridion que recoge las enseñanzas más recientes de la sede apostólica sobre los temas de la familia y de la vida humana en los últimos años del pontificado de Juan Pablo II y durante el de Benedicto XVI (desde el 17 de mayo de 2005 hasta el 31 de diciembre de 2011). «El objetivo de la publicación —dijo— es ofrecer una herramienta de consulta a los agentes de la pastoral familiar, a las asociaciones, a los movimientos pro-familia y pro-life, a los expertos, docentes, políticos. El abanico de las temáticas es muy amplio y entre ellas están: teología y antropología de la familia (...) matrimonio interreligioso, regulación de la fertilidad, demografía, ética de la vida desde su concepción a la muerte natural y de la salud, derechos de los menores (..,) familia como sujeto de evangelización (...) atención a las situaciones canónicamente irregulares...».

      El segundo volumen presentado ha sido “La familia, recurso de la sociedad”, una importante iniciativa del Pontificio Consejo en preparación del encuentro de Milán. «Se trata —explicó el cardenal Antonelli— de una investigación profunda y nueva en la que se ponen de manifiesto las varias aportaciones, positivas y negativas que las diversas tipologías de familias y convivencias ofrecen a la sociedad».

      Por su parte el cardenal Scola recordó que el título de este encuentro «ligando los tres aspectos de la vida cotidiana de la persona; familia, trabajo, descanso y fiesta, presenta dos características constitutivas de la experiencia humana (...) en todas las latitudes: la unidad de la persona y su ser siempre en relación. Así, el VII encuentro interpreta tanto la vitalidad permanente de estas temáticas, como la peculiaridad del momento histórico».

      «La familia fundada en el matrimonio fiel entre hombre y mujer y abierta a la vida, más allá de todas las evoluciones culturales que la caracterizan, sigue revelándose como la vía maestra para la generación y el crecimiento de la persona. En ella el niño (...) entrevé el futuro como promesa. Desde la infancia todos descubrimos el sentido del trabajo, primero en su versión escolar, después, como profesión» y «a través del trabajo (...) desarrollamos relaciones sociales articuladas; encontramos el gusto de la edificación (...) pero sobre todo, saboreamos la confianza recíproca, argamasa imprescindible de la convivencia entre los seres humanos».

      «La vida nos impone su paso (...) y exige un orden entre afecto y trabajo. En esto nos ayuda el descanso que marca el ritmo. (...) La fiesta es la cima del descanso, para el uso gratuito y común del tiempo y del espacio que es fuente de alegría. El ser humano se reconcilia consigo mismo, con los demás y con Dios. No es una casualidad que todas las tradiciones religiosas coincidan con las fiestas».

      Al final, el arzobispo de Milán habló del interés que el VII Encuentro de las Familias está despertando en los medios informativos, y observó que la familia está al centro de la atención ya que es «un capital social que necesita políticas específicas, quizás también a la luz de la grave crisis que estamos atravesando». También facilitó algunas cifras sobre los participantes en la iniciativa milanesa: más de un millón de fieles asistirán a la misa del Papa y 300.000 personas a la fiesta de los testimonios.