2/28/13


''No abandono la cruz, sino que permanezco de un modo nuevo ante el Señor Crucificado''

Ultima catequesis del santo padre Benedicto XVI ayer.


Venerados hermanos en el episcopado y presbiterado. Distinguidas autoridades. ¡Queridos hermanos y hermanas!
Muchas gracias por haber venido tantos en esta última audiencia general de mi pontificado.
Como el apóstol Pablo en el texto bíblico que hemos escuchado, también yo siento en mi corazón la necesidad de agradecer sobretodo a Dios, que guía y hace crecer a la Iglesia, que siembra su palabra y así alimenta la fe de su pueblo.
En este momento mi ánimo se extiende por así decir, para abrazar a toda la Iglesia difundida en el mundo y doy gracias a Dios por las 'noticias' que en estos años de ministerio petrino he podido recibir sobre la fe en el Señor Jesucristo, de la caridad que circula en el Cuerpo de la Iglesia y lo hace vivir en el amor, y de la esperanza que se nos abre y nos orienta hacia la vida en su plenitud, hacia la patria del Cielo.
Siento que les tendré presentes a todos en la oración, en un presente que es aquel de Dios, donde recojo cada encuentro, cada viaje, cada visita pastoral. Todo y a todos les recojo en la oración para confiarlos al Señor: para que tengamos pleno conocimiento de su voluntad, con cada acto de su sabiduría e inteligencia espiritual, y para que podamos comportarnos de manera digna de Él, de su amor, haciendo fructificar cada obra buena. (cfr. Col 1,9).
En este momento hay en mi una gran confianza porque sé, y lo sabemos todos nosotros, que la palabra de verdad, del evangelio es la fuerza de la Iglesia, es su vida. El evangelio purifica y renueva, produce fruto en cualquier lugar donde la comunidad de los creyentes lo escucha, acoge la gracia de Dios en la verdad y vive en la caridad. Esta es mi confianza, esta es mi alegría.
Cuando el 19 de abril de hace casi ocho años decidí asumir el ministerio de Pedro, tuve firmemente esta certeza que me ha siempre acompañado. En aquel momento, como expliqué en diversas oportunidades, las palabras que resonaron en mi corazón fueron: ¿Señor por qué pides esto, y que es lo que me pides? Es un peso grande el que me pones sobre los hombros, pero si Tú me lo pides, en tu nombre echaré las redes, seguro de que Tú me guiarás, incluso con todas mis debilidades.
Y el Señor verdaderamente me ha guiado y me ha estado cerca. He podido percibir cotidianamente su presencia. Y fue un tramo del camino de la Iglesia que tuvo momentos de alegría y de luz, y también momentos no fáciles. Me he sentido como san Pedro con los apóstoles en la barca en el lago de Galilea. El Señor nos ha donado tantos días de sol y de brisa suave, días en los que la pesca fue abundante. Existieron también momentos en los cuales las aguas estaban agitadas y el viento era contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir.
Pero siempre he sabido que en esa barca estaba el Señor y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino que es suya y no la deja hundirse. Es Él que la conduce, seguramente también a través de los hombres que ha elegido, porque así lo ha querido. Esta fue y es una certeza que nada puede ofuscar. Y por esto hoy mi corazón está lleno de agradecimiento a Dios porque no le ha hecho faltar nunca a toda la Iglesia ni a mi, su consolación, su luz y su amor.
Estamos en el Año de la Fe, que he querido para reforzar justamente nuestra fe en Dios, en un contexto que parece querer ponerlo cada vez más en segundo plano. Querría invitar a todos a renovar la firme confianza en el Señor, a confiarse como niños en los brazos del Dios, con la seguridad de que aquellos brazos nos sostienen siempre y son lo que nos permite caminar cada día mismo cuando estamos cansados.
Querría que cada uno se sintiera amado por aquel Dios que ha donado a su Hijo por nosotros y que nos ha mostrado su amor sin límites. Querría que cada uno sintiera la alegría de ser cristiano. En una hermosa oración que se reza cotidianamente por la mañana se dice: “Te adoro Dios mío, y te amo con todo el corazón. Te agradezco por haberme creado, hecho cristiano...” Sí, agradezcamos al Señor por esto cada día, con la oración y con una vida cristiana coherente. ¡Dios nos ama y espera que nosotros también lo amemos!
Y no solamente a Dios quiero agradecerle en este momento. Un papa no está solo cuando guía la barca de Pedro, mismo si es su primera responsabilidad. Yo nunca me he sentido solo al llevar la alegría y el peso del ministerio petrino. El Señor me ha puesto al lado a tantas personas que con generosidad y amor de Dios y a la Iglesia me ayudaron y me estuvieron cerca.
Sobretodo ustedes, queridos hermanos cardenales; vuestra sabiduría, vuestros consejos, vuestra amistad me han sido preciosos. Mis colaboradores a partir del secretario de Estado que me ha acompañado con fidelidad durante estos años, la Secretaría de Estado y la Curia Romana, como todos aquellos que en los varios sectores dan sus servicios a la Santa Sede.
Hay además tantos rostros que no aparecen, que se quedan en la sombra, pero justamente en el silencio, en la dedicación cotidiana, con espíritu de fe y humildad fueron para mi un apoyo seguro y confiable.
¡Un pensamiento especial va a la Iglesia de Roma, a mi diócesis! No puedo olvidar a mis hermanos en el episcopado y en el prebiterado, a las personas consagradas y a todo el pueblo de Dios. En las visitas pastorales, en los encuentros, en las audiencias, en los viajes, he siempre percibido gran atención y profundo afecto. Pero también yo les he querido bien a todos y a cada uno, sin distinciones, con aquella caridad pastoral que está en el corazón de cada Pastor, especialmente del obispo de Roma, del sucesor del apóstol Pedro. Cada día les he tenido presente, cada día en mi oración, con corazón de padre.
Querría que mi saludo y mi agradecimiento llegara también a todos: el corazón de un papa se extiende al mundo entero. Y querría expresar mi gratitud al cuerpo diplomático acreditado en la Santa Sede, que vuelve presente la gran familia de Naciones.
Aquí pienso también a todos aquellos que trabajan para una buena comunicación y a quienes agradezco por su importante servicio.
A este punto quiero agradecer verdaderamente y de corazón a todas las numerosas personas en todo el mundo que en las últimas semanas me han enviado signos conmovedores de atención, de amistad y de oración. Sí porque el papa no está nunca solo y ahora lo experimento nuevamente en una manera tan grande, que me toca el corazón.
El papa le pertenece a todos, y tantas personas se sienten muy cerca de él. Es verdad que recibo cartas de los grandes del mundo: jefes de Estado, jefes religiosos, de los representantes del mundo de la cultura, etc.
Pero recibo también muchísimas cartas de personas simples que me escriben simplemente desde su corazón y me hacen sentir el afecto que nace del su estar junto a Jesucristo en Iglesia. Estas personas no me escriben como se escribe por ejemplo a un príncipe o a un grande que no se conoce. Me escriben como hermanos y hermanas, o como hijos o hijas, con el sentido de una relación familiar muy afectuoso.
Aquí se puede tocar con la mano lo que es la Iglesia -no una organización, no una asociación con fines religiosos o humanitarios, sino un cuerpo vivo, una comunión de hermanos y hermanas en el cuerpo de Jesucristo, que nos une a todos. Sentir a la Iglesia de esta manera y poder casi tocar con las manos la fuerza de su verdad y de su amor es un motivo de alegría, en un tiempo en el cual tantos hablan de su ocaso.
En estos últimos meses he sentido que mis fuerzas han disminuido, y he pedido a Dios con insistencia, en la oración, que me ilumine con su luz para hacerme tomar la decisión más justa, no para mi bien, sino para el bien de la Iglesia. He realizado este paso con plena conciencia de su gran gravedad y también novedad, pero también con una profunda serenidad de ánimo. Amar a la Iglesia significa también tener el coraje de hacer elecciones difíciles, sufridas y ponendo siempre delante el bien de la Iglesia y no a nosotros mismos.
Permítanme volver aquí una vez más al 19 de abril de 2005. La gravedad de la decisión fue precisamente por el hecho de que a partir de ese momento en adelante, yo estaba empeñado siempre y para siempre por el Señor. Siempre --quien asume el ministerio petrino ya no tiene ninguna privacidad. Pertenece siempre y totalmente a todos, a toda la Iglesia. A su vida le viene, por así decir, totalmente quitada la esfera privada.
He podido experimentar, y lo experimento precisamente ahora, que uno recibe la vida propiamente cuando la da. Dije antes que una gran cantidad de gente que ama el Señor, aman también al Sucesor de san Pedro y tienen un alto aprecio por él; y que el Papa tiene verdaderamente hermanos y hermanas, hijos e hijas de todo el mundo, y que se siente seguro en el abrazo de su comunión; porque él no se pertenece más a sí mismo, pertenece a todos y todos le pertenecen.
El "siempre" es también un "para siempre" --no es más un retorno a lo privado. Mi decisión de renunciar al ejercicio activo del ministerio, no revoca esto. No regreso a la vida privada, a una vida de viajes, reuniones, recepciones, conferencias, etcétera. No abandono la cruz, sino que permanezco de un modo nuevo ante el Señor Crucificado. No llevo más la potestad del oficio para el gobierno de la Iglesia, sino en el servicio de la oración; permanezco, por así decirlo, en el recinto de san Pedro. San Benito, cuyo nombre porto como papa, me será de gran ejemplo en esto. Él nos ha mostrado el camino para una vida que, activa o pasiva, pertenece por entero a la obra de Dios.
También doy las gracias a todos y cada uno por su respeto y la comprensión con la que han acogido esta importante decisión. Voy a seguir acompañando el camino de la Iglesia mediante la oración y la reflexión, con la dedicación al Señor y a su Esposa, que traté de vivir hasta ahora todos los días y que quiero vivir para siempre. Les pido que me recuerden delante de Dios, y sobre todo de orar por los cardenales, que son llamados a una tarea tan importante, y por el nuevo sucesor del apóstol Pedro: que el Señor lo acompañe con la luz y el poder de su Espíritu.
Invoco la intercesión maternal de la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia, para que nos acompañe a cada uno de nosotros y a toda la comunidad eclesial; a Ella nos acogemos, con profunda confianza.
¡Queridos amigos y amigas! Dios guía a su Iglesia, la sostiene siempre, y especialmente en los tiempos difíciles. Nunca perdamos esta visión de fe, que es la única visión verdadera del camino de la Iglesia y del mundo. En nuestro corazón, en el corazón de cada uno de ustedes, que exista siempre la certeza gozosa de que el Señor está cerca, que no nos abandona, que está cerca de nosotros y nos envuelve con su amor. ¡Gracias!
Asimismo, doy gracias a Dios por sus dones, y también a tantas personas que, con generosidad y amor a la Iglesia, me han ayudado en estos años con espíritu de fe y humildad. Agradezco a todos el respeto y la comprensión con la que han acogido esta decisión importante, que he tomado con plena libertad. Desde que asumí el ministerio petrino en el nombre del Señor he servido a su Iglesia con la certeza de que es Él quien me ha guiado. Sé también que la barca de la Iglesia es suya, y que Él la conduce por medio de hombres. Mi corazón está colmado de gratitud porque nunca ha faltado a la Iglesia su luz. En este Año de la fe invito a todos a renovar la firme confianza en Dios, con la seguridad de que Él nos sostiene y nos ama, y así todos sientan la alegría de ser cristianos.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y de los países latinoamericanos, que hoy han querido acompañarme. Os suplico que os acordéis de mí en vuestra oración y que sigáis pidiendo por los Señores Cardenales, llamados a la delicada tarea de elegir a un nuevo Sucesor en la Cátedra del apóstol Pedro. Imploremos todos la amorosa protección de la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia. Muchas gracias. Que Dios os bendiga.

2/27/13


GraciasBenedicto


"Hemos vivido una aventura juntos". Así se dirigió Benedicto XVI a los jóvenes de la JMJ tras la fuerte tormenta que cayó en la Vigilia de oración. Como una gran aventura hemos vivido su pontificado, por el que le damos gracias con este sencillo homenaje


      El 19 de abril de 2005, el nuevo pontífice dirigió estas palabras a los fieles: «Queridos hermanos y hermanas: Después del gran Papa Juan Pablo II, los cardenales me han elegido, a mí, un sencillo y humilde obrero de la viña del Señor. Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con herramientas insuficientes y sobre todo me confío a vuestras oraciones. En la alegría del Señor Resucitado, confiados en su ayuda permanente, prosigamos. El Señor nos ayudará y María, su Madre Santísima, estará a nuestro lado. Gracias».
      El 11 de febrero de 2013, durante el Consistorio, comunicó su decisión de renunciar al ministerio petrino, en una alocución llena de humildad: «os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos».

1. Do you know Benedict XVI? Un vídeo con 1.000 fotografías y más de 1.400 dibujos

      Varios universitarios produjeron en 2010 un vídeo que mostraba la capacidad del Papa para transmitir grandes ideas de manera sencilla. Querían dejar claro que el Papa llega a los jóvenes con un mensaje renovador de mucha altura intelectual. Es decir, que no es una figura lejana, anticuada, incomprensible o anciana, sino alguien muy cercano a ellos. Hoy tiene más de 80.000 visitas. 




      La Vigilia de la JMJ de Madrid será recordada durante mucho tiempo. Una impresionante tormenta amenazó el guión previsto, pero el Papa se mantuvo y nos enseñó a adorar a Jesucristo en la Eucaristía.


Diez consejos del Papa para la gente joven: El viaje del Papa a Colonia en 2005 fue su primer gran encuentro con los jóvenes. Allí pudimos escucharle diez consejos, sencillos y profundos, para seguir de cerca a Jesucristo.

Mensaje de Benedicto XVI para la JMJ Río 2013 (en formato pdfepub y mobi).

      Benedicto XVI ha insistido en el valor fundamental de la Palabra de Dios en la vida de los cristianos. Escribió una exhortación apostólica sobre la Palabra de Dios y convocó el Año de la Fe.

Porta Fidei: Carta Apostólica de Benedicto XVI en la que anuncia y explica el Año de la Fe.



Relativismo, verdad y fe: Artículo en el que el profesor de Teología D. Ángel Rodríguez Luño toma como punto de partida algunas enseñanzas del Papa.
Razón de nuestra esperanza: Artículo del profesor Lluís Clavell en el que glosa parte del discurso de Benedicto XVI en Ratisbona.

4. "La gran suerte de Jiries"El Papa acudió a Tierra Santa en mayo del año 2009. Y el niño que le dio la bienvenida era socio del club juvenil de Jerusalén, el club Alíf. Se llama Jiries −que significa Jorge− y tenía 12 años. Cuando se acercó con la tierra el Papa la bendijo y después le dio la bendición a él.

El Papa en Jordania y Tierra Santa: discursos y varios artículos que explican las relaciones de la Iglesia con el islam e Israel.

"El ecumenismo es cuestión de oración y caridad""El Papa está realizando una gran labor ecuménica, hecha no sólo de palabras, sino, sobre todo, de gestos fraternos", señalaba la teóloga Burggraf en un artículo de 2007.
                                                                                                                

5. Corazón de padre

      El Papa hizo llamamientos a la solidaridad y a la oración ante los desastres naturales y conflictos en todo el mundo, como el terremoto de Haití, el de Chile, los problemas en Costa de Marfil y el terremoto de Japón.



“La tragedia de Haití es la situación más fuerte que me ha tocado vivir”: La del país americano es la quinta catástrofe internacional, tras las de Pakistán, Afganistán y el sunami de Indonesia, a la que acude como voluntario el doctor Lafuente, anestesista de la Clínica Universidad de Navarra y voluntario en Haití.



      El Santo Padre inauguró su cuenta en Twitter (@Pontifex_es). En poco más de un mes escribió 20 breves mensajes que impactaron en muchos corazones de todo el mundo.

Tuiteando con Benedicto XVI: José Calderero es periodista y tiene 26 años. Acostumbrado a hacer preguntas, lanzó una altwitter del Papa y se encontró con la sorpresa de ser la primera cuestión respondida...


"Autenticidad y coherencia en las redes sociales e internet": Mensaje del Santo Padre para la XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.

7. Vídeo: El Papa pide a los sacerdotes que estén disponibles para confesar"Como hacían los grandes santos" el Papa pidió a los sacerdotes que sean generosos con su tiempo y que lo dediquen a confesar, que es una manifestación de la misericordia de Dios. Les puso el ejemplo de santos como el Padre Pío, San Juan Bosco o San Josemaría Escrivá.

“¿Sabes, Dios? He vuelto a meter la pata”: En la JMJ se instalaron 200 confesionarios en el Parque del Retiro de Madrid. Una televisión holandesa quiso saber qué era aquello. Así se lo explicaron algunas jóvenes.

8. "Dirijamos nuestra mirada a la Virgen"

      El Santo Padre tiene una profunda devoción a la Virgen. Las visitas a Santuarios, sus plegarias ante la Inmaculada Concepción de Roma, y sus constantes alusiones en su Magisterio así lo reflejan.

"María es una mujer que ama": visita del Santo Padre al Santuario del "Divino Amore" al sur de Roma.

¿Qué pide el Papa a la Inmaculada?: Cada 8 de diciembre, Benedicto XVI sale del Vaticano para rezar ante la imagen de la Inmaculada en la Plaza de España (Roma).


      Para agradecer la riqueza y fecundidad del magisterio de Benedicto XVI, la Oficina de Información del Opus Dei ha preparado una edición electrónica con sus encíclicas.
      El libro puede descargarse gratuitamente en formato ePub, para smartphones y tabletas, y en formato Mobi, para lectoresKindle.




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2/26/13


''Creer es, en la oscuridad del mundo, tocar la mano de Dios y, en el silencio, escuchar la Palabra, ver el Amor''

Palabras del Papa al concluir los Ejercicios Espirituales


Al final de esta semana espiritualmente tan densa, queda solo una palabra: ¡gracias! Gracias a vosotros por esta comunidad orante a la escucha, que me ha acompañado en esta semana. Gracias, sobre todo, a usted eminencia, por estas "caminatas" tan bellas por el universo de la fe, por el universo de los Salmos. Hemos quedado fascinados por la riqueza, la profundidad, la belleza de este universo de la fe y permanecemos agradecidos porque la Palabra de Dios nos ha hablado en modo nuevo, con nueva fuerza.
"Arte de creer, arte de orar" era el hilo conductor. Me ha venido a la mente el hecho de que los teólogos medievales tradujeron la palabra "logos" no solo con "verbum", sino también con "ars": "verbum" y "ars" son intercambiables. Solo en las dos juntas aparece, para los teólogos medievales, todo el significado de la palabra "logos". El "Logos" no es solo una razón matemática: el "Logos" tiene un corazón, el "Logos" es también amor. La verdad es bella, verdad y belleza van juntas: la belleza es el sello de la verdad.
Y además usted, partiendo de los Salmos y de nuestra experiencia de cada día, también ha subrayado fuertemente que el "muy bello" del sexto día –expresado por el Creador– es permanentemente contradicho, en este mundo, por el mal, el sufrimiento, la corrupción. Y parece casi que el maligno quiera permanentemente ensuciar la creación, para contradecir a Dios y para hacer irreconocible su verdad y la belleza. En un mundo así marcado también por el mal, el "Logos", la Belleza eterna y el "Ars" eterno, debe aparecer como "caput cruentatum". El Hijo encarnado, el "Logos" encarnado, es coronado con una corona de espinas; y sin embargo justo así, en esta figura sufriente del Hijo de Dios, empezamos a ver la belleza más profunda de nuestro Creador y Redentor; podemos, en el silencio de la "noche oscura", escuchar todavía la Palabra. Creer no es otra cosa que, en la oscuridad del mundo, tocar la mano de Dios y así, en el silencio, escuchar la Palabra, ver el Amor.
Eminencia, gracias por todo y hagamos todavía “caminatas", ulteriormente, por este misterioso universo de la fe, para ser cada vez más capaces de orar, de pedir, de anunciar, de ser testigos de la verdad, que es bella, que es amor.
Al final, queridos amigos, querría dar las gracias a todos vosotros, y no solo por esta semana, sino por estos ocho años, en los que habéis llevado conmigo, con gran competencia, afecto, amor, fe, el peso del ministerio petrino. Queda en mí esta gratitud y también aunque ahora acaba la "exterior", "visible" comunión --como ha dicho el cardenal Ravasi- queda la cercanía espiritual, queda una profunda comunión en la oración. En esta certeza vayamos adelante, seguros de la victoria de Dios, seguros de la verdad de la belleza y del amor.
Gracias a todos vosotros.

2/25/13


¿Es delito creer?  

Hacia una laicidad positiva

Santiago Cañamares Arribas

Hace pocos días L´Osservatore Romano se hacía eco de la presentación en la Biblioteca del Senado, en Roma, de un volumen colectivo en el que participaron veintitrés autores que lleva por título “Credere é reato? Libertà religiosa nello Stato laico e nella società aperta”. Es un libro con múltiples enfoques sobre las creencias religiosas, aunque predomina el jurídico y el sociológico.
Desde mi punto de vista el título resulta enormemente sugerente y se presta a poner en relación --sobre todo a la luz del subtítulo del trabajo- la “libertad de religión” y la “libertad frente a la religión”. La libertad religiosa es, desde un punto de vista jurídico, un derecho fundamental que hunde sus raíces en la dignidad de la persona, que le faculta para decidir autónomamente su relación con Dios. Al igual que ocurre con otros derechos fundamentales no tiene un carácter absoluto, esto es, puede ser restringido en sus manifestaciones exteriores cuando así lo aconseje la tutela de otros bienes jurídicos.

Libertad frente a la religión” y “libertad de religión”

Siendo esto cierto, llama la atención una decidida tendencia en el mundo occidental a afirmar la “libertad frente a la religión” por encima de la “libertad de religión” propiamente dicha. Esto es, a poner el acento en la dimensión negativa de la libertad religiosa, o, si se quiere, a concebirlo como un derecho a resistir cualquier presión de terceros paraadherirse a una determinada creencia o para practicar determinados ritos. En todo caso, no hay duda de que esta dimensión negativa –no creer, no practicar, etc.- constituye también una parte esencial de la libertad religiosa internacionalmente garantizada. Ahora bien, lo llamativo está en que los derechos fundamentales suelen reconocerse y afirmarse en su dimensión positiva y no en la negativa, como de hecho ocurre, con cierta frecuencia, en el caso de la libertad religiosa. Dicho de una manera más gráfica, no suele ponerse el acento en la libertad a no expresarse, sino en la libertad de expresión.
Una muestra de esta tendencia se encuentra en la sentencia Lautsi v. Italia, (2009) de la Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, donde se acogieron los planteamientos de la parte demandante en relación con la protección de su libertad religiosa negativa frente a la presencia del crucifijo en las aulas de los colegios públicos italianos. El Tribunal sostuvo –en un planteamiento que finalmente fue revisado por la Gran Sala en 2011- que, cuando entra en juego la libertad religiosa negativa, la protección del individuo debe proporcionarse de un modo prácticamente automático sin entrar en mayores disquisiciones. Así al menos parece deducirse de la fundamentación jurídica de dicha decisión.

Hacia la laicidad positiva

Joseph Weiler, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Nueva York, ha tratado de encontrar una respuesta a este fenómeno. Por una parte, lo vincula con un prejuicio social hacia la religión, conectado de alguna manera con los planteamientos de John Rawls (Liberalismo político, 1993) para quien el argumento religioso debe quedar al margen del debate público en tanto que no es estrictamente racional y, por tanto, no puede ser compartido y consensuado por quienes no comparten determinadas creencias religiosas. De otra, lo conecta con las tensiones históricas entre poder político y religión vividas en el viejo continente hasta el final del Antiguo Régimen y que trataron de ser conjuradas con los principios en que cristalizó la Revolución francesa que, en materia religiosa, impusieron una separación estricta entre estado y religión.
Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que en la actualidad parece que el ejercicio de la libertad religiosa se hace depender, en un significativo número de casos, de su compatibilidad con una visión muy estricta de la separación entre religión y estado que demanda el confinamiento de las creencias al ámbito privado. Cabe citar al respecto algunos casos de la Corte de Estrasburgo (Dec. Ad. Karaduman, 1993 y Sentencia Leyla Shaín, 2005) que prohibieron la utilización del velo islámico a alumnas universitarias por el temor a que corrientes fundamentalistas perturbaran el orden público en la enseñanza superior y afectaran a las creencias de los demás. Lo paradójico es que en estos casos nada indicaba que las estudiantes formaran parte de grupos fundamentalistas, o que hubieran actuado de forma intolerante frente a quienes no compartían su misma visión o que pretendieran imponerles sus creencias religiosas. En otros, más directamente (Kervanci, 2008) se afirmó que la prohibición del velo islámico en el colegio resultaba justificada por la protección de la laicidad francesa, que había sido elevada, en la Constitución de 1958, a principio fundador de la República, de modo que una actitud personal que no respetara este principio no podía quedar amparada por la libertad religiosa.
Por ello no es arriesgado afirmar que a día de hoy la llamada “laicidad positiva” se encuentra, todavía, en trance de consolidación, y así se mantendrá hasta que se asimile que su verdadero papel no es el de actuar como límite al ejercicio de la religión sino todo lo contrario, esto es, garantizar que los individuos y las iglesias puedan ejercer su libertad religiosa en las mismas condiciones, sin interferencias por parte de los poderes públicos. La citada neutralidad –conviene matizarlo- no responde a una actitud de indiferencia o abstencionista del Estado frente a la religión, sino que demanda un comportamiento activo de los poderes públicos, que deben remover todos aquellos obstáculos que impidan el ejercicio en plenitud de esta libertad.

Un nuevo fundamentalismo

Esas obligaciones positivas de los estados frente a la religión se proyectan también en la resolución de conflictos entre la libertad religiosa positiva de unos individuos y la libertad religiosa negativa de otros. Weiler apostaba en su intervención ante la House of Commonsbritánica por aplicar, en estos casos, un criterio de tolerancia que acomode la libertad religiosa positiva y negativa de unos y otros. A efectos ilustrativos ponía el ejemplo de Mary, una alumna atea en un colegio británico contraria a que al inicio de las clases se entonara el “God save the Queen”. En estos casos –sostiene Weiler- el criterio de tolerancia exige acomodar recíprocamente las demandas religiosas de unos y otros de modo que la comunidad escolar permita a la alumna no participar –total o parcialmente- en la citada práctica, al mismo tiempo que ésta debe respetar las tradiciones escolares renunciando a imponer su propia cosmovisión sobre el conjunto del colegio.
La aplicación de este criterio exige, a mi juicio, vencer la inercia actual, detectable en algunos casos, de que la libertad religiosa negativa debe tener prevalencia frente a quienes hacen un ejercicio positivo de la religión, ya que ambas dimensiones son dos caras de la misma libertad y, por tanto, deben aplicarse los mismos criterios para su protección. Para ello se debe reconocer que ni una ni otra dimensión protegen al individuo frente a aquellas manifestaciones que considera incómodas, inadecuadas o cuya doctrina no comparte, sino sólo frente a aquellas situaciones que le fuerzan a abjurar de su religión o tomar parte en ritos que no comparte.
Para que esta equivalencia de tratamiento sea posible, se debe tener claro que el verdadero enemigo de la sociedad no lo constituye la religión sino el fundamentalismo tanto de tipo religioso como irreligioso, que pretende imponer sobre el individuo –y a la postre sobre el conjunto de la sociedad- una particular visión de la realidad mancillando la dignidad de los demás. Es este fenómeno el que debe ser combatido por los Estados, distinguiéndolo perfectamente de un ejercicio legítimo de la religión, esto es, aquel que se ajusta al contenido y límites jurídicamente prefijados. Como ocurre con cualquier otro derecho fundamental, su ejercicio también puede generar tensiones en determinados contextos que, como se ha observado, no son necesariamente nocivas pues no es infrecuente que a través de su resolución ajustada a Derecho se abran nuevos espacios de libertad para los individuos.

2/24/13


El amor de un Dios que actúa concretamente en la existencia humana

Meditaciones del cardenal Gianfranco Ravasi en los Ejercicios Espirituales a la Curia Romana


Es una "peregrinación" a la búsqueda del rostro de Dios, lo realizado por el cardenal Gianfranco Ravasi en sus meditaciones durante los Ejercicios Espirituales de la Cuaresma en presencia del Papa y de la Curia Romana.
Las reflexiones sobre la revelación del Señor a través de la Palabra, el Creador y sobre todo en la Liturgia, que permite el encuentro entre Dios y el hombre gracias a un cruce equilibrado entre una dimensión vertical y una horizontal. "Si miramos bien nuestra liturgia --dijo el purpurado en la IV meditación- es ininterrumpidamente una mirada dirigida hacia el Alto, la trascendencia, hacia Dios y Cristo, hacia su Palabra, pero también una mirada dirigida a los hermanos".
En la Liturgia el Padre Eterno se hace presente al hombre, como "tienda de encuentro" y santuario de su culmen sagrado. Pero Dios se revela también en la historia, ha explicado el cardenal en la V meditación. No sólo en el espacio el Creador encuentra la criatura, sino también el tempo es "lugar" privilegiado de la Teofanía de Dios.
Lo proclaman los Salmos y lo cuenta en Antiguo Testamento donde habla de un Dios que actúa concretamente en la historia de un pueblo, el pueblo de Israel, liberado por mano divina de la esclavitud de Egipto. Una historia que el cardenal define "el credo histórico" de Israel y que encierra una verdad evidente: la fe está unidas a los hechos.
"La historia es y debe ser siempre el lugar amado por nosotros para encuentro a nuestro Señor, ha nuestro Dios --ha afirmado Ravasi--. También si es un terreno escandaloso, también si es un terreno en el cual a menudo nosotros quizá vemos también el silencio de Dios o vemos la apostasía de los hombres".
La acción de Dios se revela en la sucesión de los eventos, según el purpurado, tanto en los marcados por la alegría, como más aún en los sufrimientos, como demostrado por el "evento" por excelencia: la Encarnación. Además, es necesario recordar que la historia del hombre no es un sólo una trama sin sentido de eventos, sino un diseño realizado por el mismo Dios, según un proyecto dictado por la esperanza que es la "hermana más pequeña" de la fe y de la caridad.
"Nosotros con la esperanza estamos seguros de no estar en a merced de un hecho imponderable -ha explicado el cardenal--. Nuestro Dios se define en Éxodo 3 con el pronombre de primera persona 'Yo' y con el verbo fundamental 'Yo Soy'. Por tanto, es Persona que actúa, que vive dentro de los hechos y es por eso que ahora nuestra relación con Él es una relación de confianza, de diálogo, de contacto".
Dios, de hecho, es un Pastor, es guía y compañero de viaje amoroso que protege a su pueblo-rebaño de cualquier pesadilla natural e histórica. "Celebramos la fidelidad divina a pesar de la infidelidad humana", ha dicho el cardenal. La cercanía amorosa de Dios en los sufrimientos del desierto, así como el éxodo, la liberación de la esclavitud y la misma creación son todo gestos que muestran el cuidado de Dios por la humanidad.
Culminan en el signo más profundo del amor divino: Jesucristo, el Mesías que es "justo, sacerdote e hijo de Dios". Precisamente sobre estas tres línea se ha centrado la VI reflexión del purpurado, que releído a la luz de los salmos 72, 110 y 2, revelan algunas características de la figura mesiánica.
Si los profetas "señalaban con el dedo los abusos de poder y la resignación a la injusticia", ha recordado Ravasi, el Mesías viene a enseñar un tipo diferente de justicia: hacerse último de los último, defensor de los indefensos, pobre entre los pobres.
"Pablo --ha observado el cardenal- ha dado la mejor deficinición de esta justicia, que se pone al nivel de las personas víctimas de la injusticia. En el famoso himno de los Filipenses 2, dice: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre".
El Mesías hace brillar la justicia para los últimos. Es el padre de los pobres y el defensor de las viudas (Salmo 68). Es El que, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza (2Cor 8,9). El de Cristo --ha afirmado el presidente del Dicasterio para la Cultura- es un sacerdocio "de gracia", que alcanza el culmen con la Resurrección, acto de amor con el que el Hijo de Dios desvela plenamente su divinidad. Es necesario "contemplar la figura de Cristo --ha exhortado Ravasi- el Mesías que tiene en sí todo el aliento del Antiguo Testamento y lo lleva a la plenitud".
Para finalizar, el cardenal ha vuelto sobre el tema de la Teofanía de Dios, que después de la palabra, el espacio, la liturgia y el tiempo se revela en la "criatura". Recordando el paso del Génesis: Dios creo al hombre a su imagen, Ravasi se ha preguntado: "¿A qué se corresponde a imagen de Dios?" "Corresponde hombre y mujer les creó", ha precisado. Pero esto suscita otra pregunta-: "Por tanto, la imagen de Dios que está en nosotros, es quizá la biporalidad sexual? ¿Dios es sexuado?".
El significado es bastante simple según el cardenal: "Cuando el hombre y la mujer se aman y se regeneran, continúan la Creación. Son la imagen del Creador". Y como el Creador, generan la criatura, el embrión en el vientre de la madre, pequeño punto de partida de una vida sobre el que ya se proyecta la gran mirada divina.
"Dios --ha dicho Ravasi- ve ya, en esta criatura mínima, toda su historia, toda la secuencia de sus días futuros: ve ya el esplendor y las miserias de esta criatura". Desde "este comienzo absoluto" la criatura humana está "siempre bajo la mirada de Dios, que se extiende por todo el itinerario de su existencia".
Ésta es "lugar en el que interceptar la presencia de Dios", por esto para nosotros los cristianos tiene que convertirse en "objeto interrumpido de atención, de pasión, de amor". También porque --ha concluido el purpurado- el hombre "tiene un mandato divino que custodiar", una tarea a desarrollar en esta tierra: "representar a su Soberano Supremo"

Dios me llama a "subir al monte" pero no significa abandonar a la Iglesia. Si me pide esto es para poder servirla con la misma entrega y el mismo amor de siempre

Último Ángelus de Benedicto XVI

A las 12 de hoy, Benedicto XVI se asomó a la venta de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y los peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro. Este es el último Ángelus del papa Ratzinger, antes de la audiencia general en esta misma plaza con la que se despedirá de los fieles de la Iglesia católica antes de su retiro a Castel Gandolfo y luego al monasterio Mater Ecclesiae en el Vaticano. Ofrecemos las palabras del papa antes de la oración mariana:
¡Queridos hermanos y hermanas!
En el segundo domingo de Cuaresma la Liturgia nos presenta siempre el Evangelio de la Transfiguración del Señor. El evangelista Lucas destaca de modo especial el hecho de que Jesús se transfigurara mientras oraba: la suya es una experiencia profunda de relación con el Padre durante una especie de retiro espiritual que Jesús vive sobre un alto monte en compañía de Pedro, Santiago y Juan, los tres discípulos siempre presentes en los momentos de la manifestación divina del Maestro (Lc 5,10; 8,51; 9,28). El Señor, que poco antes había preanunciado su muerte y resurrección (9,22), ofrece a los discípulos un anticipo de su gloria. Y también en la Transfiguración, como en el bautismo, resuena la voz del Padre celeste: «Este es mi hijo, el predilecto, ¡Escuchadle!» (9,35). La presencia luego de Moisés y de Elías, que representan la Ley y los Profetas de la antigua Alianza, es muy significativa: toda la historia de la Alianza está orientada a El, el Cristo, que realiza un nuevo «éxodo» (9,31), no hacia la tierra prometida, como en el tiempo de Moisés, sino hacia el Cielo. La intervención de Pedro: «Maestro, qué bien estamos aquí» (9,33) representa el intento imposible de detener tal experiencia mística. Comenta san Agustín: «[Pedro]… sobre el monte… tenía a Cristo como alimento del alma. ¿Para qué descender para volver a las fatigas y a los dolores, mientras allí arriba estaba lleno de sentimientos de santo amor hacia Dios y que le inspiraban por ello una santa conducta?» (Discurso 78,3).
Meditando este pasaje del Evangelio, podemos extraer una enseñanza muy importante. Sobre todo, el primado de la poración, sin la cual todo el empeño del apostolado y de la caridad se reduce a activismo. En la Cuaresma, aprendemos a dar el justo tiempo a la oración, personal y comunitaria, que da aliento a nuestra vida espiritual. Además, la oración no es un aislarse del mundo y de sus contradicciones, como hubiera querido hacer Pedro sobre el Tabor, sino que la oración reconduce al camino, a la acción. «La existencia cristiana –escribí en el Mensaje para esta Cuaresma– consiste en un contínuo subir al monte del encuentro con Dios, para luego volver a bajar llevando el amor y la fuerza que de ello derivan, para servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios» (n. 3).
Queridos hermanos y hermanas, esta Palabra de Dios la siento de modo especial dirigida a mí, en este momento de mi vida. El Señor me llama a "subir al monte", a dedicarme aún más a la oración y a la meditación. Pero esto no significa abandonar a la Iglesia, al contrario, si Dios me pide esto es justamente para que yo pueda seguir sirviéndola con la misma dedicación y el mismo amor con el que lo he hecho hasta ahora, pero en un modo más adecuado a mi edad y mis fuerzas. Invoquemos la intercesión de la Virgen María: Ella nos ayude a todos a seguir siempre al Señor Jesús, en la oración y en la caridad activa.

2/23/13


Arte y Moral. La profunda actualidad del decreto conciliar 'Inter Mirifica'

Rodolfo Papa


Es común escuchar o leer afirmaciones que describen el arte como una actividad desvinculada de toda regla y sobre todo es presentada como independiente de los principios morales, y muchas veces estas posiciones son sostenidas también por artistas (pintores, escultores, músicos, arquitectos) que se declaran católicos. Sin embargo, puede ser argumentado de varios modos que el hacer del arte está siempre ligado al obrar moral. Son suficientes unas buenas nociones de filosofía para resolver fácilmente la cuestión1, pero es también muy interesante y enriquecedor recurrir a la lectura de algunos fragmentos de los documentos del Concilio Ecuménico Vaticano II para disipar esa perniciosa convicción de que los “derechos del arte” no tienen ninguna relación con las “normas de la ley moral”.
Leamos, entonces, atentamente el artículo 6 del Decreto sobre los medios de comunicación social Inter Mirifica promulgado el 4 de diciembre de 1963, que textualmente dice: “La segunda cuestión se refiere a las relaciones entre los derechos del arte –como se suele decir- y las normas de la ley moral. Como la multiplicación de controversias sobre este argumento no pocas veces traen aparejadas doctrinas erróneas en materia de ética y estética, el Concilio proclama que el primado del orden moral objetivo debe ser respetado absolutamente por todos. Este orden es el único que supera y armoniza todas las formas de la actividad humana, por nobles que sean, incluso las actividades artísticas. De hecho, solo el orden moral sumerge al hombre en la totalidad de su ser criatura de Dios dotada de inteligencia y llamada a un fin sobrenatural. Este mismo orden moral si es íntegra y fielmente observado, lleva al hombre a alcanzar la perfección y la plenitud de la felicidad” (IM, 6).
Por tanto, el decreto conciliar afirma que hay que cuidarse de doctrinas erróneas en materia de ética y estética, pues el primado del orden moral objetivo debe ser respetado absolutamente por todos. Es muy fácil comprender cómo la cuestión está relacionada con los medios de comunicación social, porque muchas veces doctrinas erróneas en materia de ética son transmitidas a través de ficciones, filmes, talkshows, tanto que la atención crítica en la confrontación de los mensajes televisivos y telemáticos se torna difusa. Al contrario, el hecho de que en el mismo horizonte moral se coloquen también cuestiones en materia de estética es un aspecto todavía no comprendido por algunos, y es justamente esto lo que hace del decreto Inter Mirifica un texto absolutamente extraordinario, todavía capaz de decir cosas nuevas. De hecho, el verdadero centro del parágrafo 6 está en el hecho de colocar el problema estético en el contexto de los medios de comunicación social, y analizar los derechos del arte en las cuestiones morales. El Concilio decididamente no afirma que la Iglesia deba someterse a las imposiciones del mundo contemporáneo en el campo moral, y tampoco en el estético, más bien afirma con firmeza lo contrario, es decir, que hay que cuidarse de las doctrinas erróneas en ambos campos, analizándolas con atención y tomando distancia cuando éstas resultasen erróneas, falsas o peligrosas.
Existe un inmenso patrimonio de estudio, investigaciones y reflexiones sobre la problemática ética en el mundo contemporáneo: baste pensar en las cuestiones concernientes a la moral sexual, o las aplicaciones tecnológicas, o la problemática bioética o las referentes a los jurídicos de las personas desde la concepción hasta la muerte. Tal vez, quede mucho por hacer todavía en el ámbito del estudio y reflexión sobre cuestiones estéticas y artísticas, para comprender cuáles sean en la contemporaneidad las doctrinas erróneas en materia de estética. En efecto, como se ha mencionado al principio, muchos son los que piensan que no pueden existir doctrinas erróneas en materia de estética.
La virtud, practicada y cultivada, es instrumento eficaz en la edificación del hombre y el arte está entre las actividades humanas que, en la práctica de la misma virtud, tiene la misión de mostrar el esplendor de la verdad mediante la belleza. Muchas veces se confunde el plano de los derechos del arte con la libertad de salir del plano de los principios morales; pero al contrario, el arte, por tener como tarea e interés específicos la belleza, no puede no preocuparse por las conexiones con la verdad y la bondad. En esta perspectiva, el Decreto Inter Mirifica afirma que el orden moral objetivo es el único que puede superar y armonizar todas las diversas formas de actividad humana, por nobles que sean, incluso las expresiones artísticas. Es el orden del bien el que unifica toda actividad humana, y el arte no puede constituir una excepción.
Sobre este punto el Catecismo de la Iglesia Católica en la tercera parte, sección segunda, cuando se refiere a los mandamientos, analizando el octavo “No pronunciar falso testimonio”, ofrece una profunda reflexión poniendo en relación este mandamiento moral con la verdad afirmada y la belleza, mostrando el ligamen entre la verdad y el bien, y entre el arte y la verdad afirmada. Dice así: “La práctica del bien acompaña a un placer espiritual gratuito y a la belleza moral. Del mismo modo, la verdad entraña el gozo y el esplendor de la belleza espiritual. La verdad es bella en sí misma. Al hombre, dotado de inteligencia le es necesaria la verdad de la palabra, expresión racional del conocimiento de la realidad creada e increada; pero la verdad puede también encontrar otras formas de expresión humana, complementarias, sobre todo cuando se trata de evocar aquello que esta tiene de inexpresable, la profundidad del corazón humano, la elevación del alma, el misterio de Dios”2. Y también: “El hombre expresa la verdad de su relación con Dios Creador también mediante la belleza de las propias obras artísticas […] Como toda otra actividad humana, el arte no tiene en sí el propio fin absoluto, sino que está ordenado al fin último del hombre y lo ennoblece”3.
De allí que no puede existir un derecho absoluto del arte que pueda permitir cualquier cosa en nombre de la necesidad artística, y por lo tanto, de esto deriva como afirma del Decreto Inter Mirifica, que existen teorías estéticas erróneas y que no es necesario someterse a ellas de ningún modo. Por otra parte, es evidente que este discurso tiene una particular validez en la aplicación al ámbito del arte sacro.
El Catecismo de la Iglesia Católica profundiza el discurso sobre la cuestión artística dando indicaciones precisas sobre la naturaleza del arte sacro. De hecho leemos: El arte sacro es verdadero y bello cuando en su forma corresponde a la vocación que le es propia: evocar y glorificar en la fe y en la adoración, el misterio trascendente de Dios, belleza excelsa de verdad y amor, manifestada en Cristo “irradiación de su gloria e impronta de su sustancia” (Heb 1,3), en quien “habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad” (Col 2,9), belleza espiritual reflejada en la Santísima Virgen María, los ángeles y los santos. El auténtico arte sacro conduce al hombre a la adoración, a la oración y al amor de Dios Creador y Salvador, Santo y Santificador”4.
Y muy oportunamente dispone que “los obispos, personalmente o por medio de delegados, deben preocuparse por promover el arte sacro, antiguo y moderno, en todas sus formas, y con el mismo celo, distanciar de la liturgia y de los edificios de culto, todo aquello que no es conforme a la verdad de la fe y a la auténtica belleza del arte sacro”5.
Experto del XIII Sínodo de los Obispos, docente de Historia de las teorías estéticas, Pontificia Universidad Urbaniana, artista, académico pontificio.
Traducción del italiano del padre Pedro Gómez OSB.
1 Cfr. R.Papa, Discorsi sull’arte sacra, Cantagalli, Siena 2012, pp. 167-184.
2 C.C.C. 2500
3 C.C.C. 2501
4 C.C.C. 2502
5 C.C.C. 2503

''¿Quién nos hará ver el bien?''. Cuantos reflejan en su rostro y con su vida la luz del rostro de Dios

Carta del papa al cardenal Gianfranco Ravasi, predicador de los Ejercicios Espirituales a la Curia Romana


Deseo de todo corazón, venerado hermano, manifestarle mi profunda gratitud por el servico prestado a mí y a la Curia Romana proponiendo las meditaciones de los Ejercicios Espirituales. Al inicio de la Cuaresma, la semana de los Ejercicios es un tiempo aún más intenso de silencio y de oración, y el tema de este año –justo el diálogo entre Dios y el hombre en la oración de los Salmos– nos ha sido de especial ayuda: apenas entrados, por así decir, en el desierto tras las huellas de Jesús, hemos podido acudir a la fuente de agua purísima y abundante de la Palabra de Dios, que usted ha guiado a sacar del Libro de los Salmos, el lugar bíblico por excelencia en el que la Palabra se hace oración.
Rico de su ciencia y de su experiencia, usted ha propuesto un itinerario sugestivo a través del Salterio, siguiendo un doble movimiento: ascendente y descendiente. Los Salmos en efecto orientan sobre todo hacia el Rostro de Dios, hacia el misterio en el que la mente humana naufraga, pero que la misma Palabra divina permite captar según los diversos perfiles en los que Dios mismo se ha revelado. Y, al mismo tiempo, justo ala luz que emana del Rostro de Dios, la oración sálmica nos hace mirar al rostro del hombre, para reconocer en verdad sus alegrías y sus dolores, sus angustias y sus esperanzas.
De este modo, querido señor cardenal, la Palabra de Dios, mediada por el ars orandi antiguo y siempre nuevo del Pueblo judío y de la Iglesia, nos ha permitido renovar el ars credendi: una exigencia urgida por el Año de la Fe y hecha aún más necesaria por el particular momento que yo personalmente y la Sede Apostólica estamos viviendo. El sucesor de Pedro y sus colaboradores están llamados a dar a la Iglesia y al mundo un claro testimonio de fe, y esto es posible solo gracias a una profunda y estable inmersión en el diálogo con Dios. A los muchos que aún hoy preguntan: «¿Quién nos hará ver el bien?», pueden responder cuantos reflejan en su rostro y con su vida la luz del rostro de Dios (cfr. Sal 4,7).
El Señor sabrá, venerado hermano, recompensarle por este empeño,que ha realizado tan brillantemente. Por mi parte, le aseguro el recuerdo siempre reconocido en la oración por su persona y por su servicio eclesial, mientras que con afecto le renuevo la Bendición Apostólica, extendiéndola con gusto a cuantos le son queridos.