3/31/14

Advierte sobre los 'cristianos errantes'

El Papa en la homilí­a de este lunes

No vagabundear por la vida, incluida la del espíritu, sino ir directamente a la meta de un cristiano significa seguir las promesas de Dios, que nunca decepcionan. Ésta es la enseñanza que el papa Francisco ha extraído de las lecturas de hoy, y que el Pontífice ha explicado en su homilía de la misa celebrada esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta.

Hay cristianos que se fían de las promesas de Dios y las siguen a lo largo de la vida. Hay otros cuya vida de fe se estanca y hay otros aún convencidos de progresar y que, en cambio, hacen sólo “turismo existencial”. El Papa ha hecho una distinción acerca de tres tipos de creyentes, que tienen el común denominador de saber que la vida cristiana es un itinerario, pero que son divergentes en el modo de recorrerlo o no recorrerlo de ninguna manera.
Ante todo, inspirándose en el pasaje de Isaías de la primera Lectura, Francisco ha explicado que Dios siempre “antes de pedir algo, promete”. Y ha añadido que su promesa es la de una vida nueva y la de una vida de “alegría”. Aquí, ha dicho, está “el fundamento principal de la virtud de la esperanza: confiar en las promesas de Dios” –sabiendo que Él jamás “decepciona”– puesto que la esencia de la vida cristiana es “caminar hacia las promesas”. Mientras después también están los cristianos que tienen “la tentación de detenerse”:
“¡Tantos cristianos parados! Tenemos tantos detrás que tienen una esperanza débil. Sí creen que existe el Cielo y que todo irá bien. Está bien que lo crean, ¡pero no lo buscan! Cumplen los mandamientos, los preceptos: todo, todo… Pero están parados. El Señor no puede hacer de ellos levadura en su pueblo, porque no caminan. Y esto es un problema: los parados. Después hay otros entre ellos y nosotros, que se equivocan de camino: todos nosotros algunas veces nos hemos equivocado de camino, esto lo sabemos. El problema no es equivocarse de camino; el problema es no regresar cuando uno se da cuenta de haberse equivocado”.

El modelo de quien cree y sigue lo que la fe le indica es el funcionario del rey descrito en el Evangelio, que pide a Jesús la curación de un hijo enfermo y no duda un instante en ponerse en camino hacia casa cuando el Maestro le asegura que la ha obtenido. Opuesto a este hombre, ha afirmado el santo Padre, es quizás, el grupo “más peligroso”, en el que están aquellos que “se engañan a sí mismos: los que caminan pero no hacen camino”:
“Son los cristianos errantes: dan vueltas, y vueltas, como si la vida fuera un turismo existencial, sin meta, sin tomar las promesas en serio. Aquellos que dan vueltas y se engañan, porque dicen: ‘¡Yo camino!’. No, tú no caminas: tú das vueltas. Los errantes… En cambio, el Señor nos pide que no nos paremos, que no nos equivoquemos de camino y que no demos vueltas por la vida. Dar vueltas por la vida... Nos pide que miremos las promesas, que vayamos adelante con las promesas como ese hombre, como ese hombre: ¡ese hombre creyó en la palabra de Jesús! La fe nos pone en camino hacia las promesas. La fe en las promesas de Dios”.

“Nuestra condición de pecadores hace que nos equivoquemos de camino”, ha reconocido el Pontífice, si bien ha asegurado que: “El Señor nos da siempre la gracia de volver”:
“La Cuaresma es un tiempo hermoso para pensar si estoy en camino o si estoy demasiado quieto: conviértete. O si me he equivocado de camino: pero ve a confesarte y retoma el camino. O si soy un turista teologal, uno de estos que hacen pasean por la vida pero jamás dan un paso hacia adelante. Y pido al Señor la gracia de retomar el camino, de ponerme en camino, pero hacia las promesas”.

Que los jóvenes vivan la Iglesia como protagonistas

 Rocío Lancho García

3/28/14

Corazones narcotizados

Catholic.net


VER
Hay personas cuya máxima aspiración es conocer el más reciente centro de diversiones, el “antro” más nuevo, el restaurante más sofisticado, la playa más bonita, el paseo más atractivo, la diversión más novedosa, y en ello invierten su tiempo y su dinero. Pero no se preocupan de quienes no tienen ni lo más indispensable para vivir y comer. No les interesan. Quisieran que no existieran; los ignoran por completo; no los ven; voltean la cara hacia otro lado.
Otros anhelan tener la ropa más elegante, la menos común, la que más llame la atención, aunque sea inmoral, para atraer las miradas y sentirse importantes. O adquirir el último modelo de celular (móvil) y la nueva aplicación digital, o lograr más contactos en las redes sociales, o tener al momento la información instantánea de cuanto pasa, o presumir de estar muy enterados de deportes, canciones o artistas de moda. Esta es su vanagloria ante los demás, lo que les hace sentir que valen más que otros. Pero no se preocupan por sus propios padres, por sus abuelos, sus vecinos, los pobres, los enfermos, los migrantes, los presos, los ancianos abandonados. No tienen tiempo ni dinero para ellos; no entran en sus esquemas mentales, menos en su corazón. Los descartan definitivamente.
¡Qué decir de los esclavos del alcohol y de la droga, de los narcotraficantes, de cuantos se dedican a robar, secuestrar, extorsionar y matar! Lo único que les importa es sentirse grandes, para esconder sus graves complejos y frustraciones. Piensan que con tener dinero fácil, con traer grandes vehículos, con lucir lujosas joyas, con beber vinos importados, ya con eso son la gran cosa. ¡Cuánto vacío llevan en su interior! Pasan de un placer a otro, con una sed insaciable de algo nuevo, sin sentirse felices de corazón. En el fondo, no se sienten realizados como personas y se autoengañan. No les importan los demás, ni se conmueven al hacer sufrir a otros; lo que anhelan es tener, gozar y disfrutar, aunque sea destruyendo a su alrededor. Ya no piensan. Ya no sienten. Ya no son personas.

PENSAR
El Papa Francisco, el miércoles de ceniza, dijo: “Vivir en profundidad el bautismo significa no acostumbrarnos a las situaciones de degradación y de miseria que encontramos caminando por las calles de nuestras ciudades y de nuestros países. Existe el riesgo de aceptar pasivamente ciertos comportamientos y no asombrarnos ante las tristes realidades que nos rodean. Nos acostumbramos a la violencia, como si fuese una noticia cotidiana descontada; nos acostumbramos a los hermanos y hermanas que duermen en la calle, que no tienen un techo para cobijarse. Nos acostumbramos a los refugiados en busca de libertad y dignidad, que no son acogidos como se debiera. Nos acostumbramos a vivir en una sociedad que pretende dejar de lado a Dios, donde los padres ya no enseñan a los hijos a rezar ni a santiguarse. Este habituarse a comportamientos no cristianos y de comodidad nos narcotiza el corazón.
La Cuaresma llega a nosotros como tiempo providencial para cambiar de rumbo, para recuperar la capacidad de reaccionar ante la realidad del mal que siempre nos desafía. La Cuaresma es para vivirla como tiempo de conversión, de renovación personal y comunitaria mediante el acercamiento a Dios y la adhesión confiada al Evangelio. De este modo nos permite también mirar con ojos nuevos a los hermanos y sus necesidades” (5-III-2014).

ACTUAR
Seremos felices en la medida en que hagamos felices a los demás, en que hagamos algo por remediar sus carencias, en que compartamos nuestro tiempo y nuestros recursos para que salgan de su pena, en platicar con quienes sufren y escucharles pacientemente, para comprender su situación y no se sientan solos. Como afirma San Pablo que decía Jesús: “Hay más felicidad en dar que en recibir” (Hech 20,35). ¡Haga usted la prueba!
Para que no te aburras, al no saber cómo usar bien tu tiempo, convence a dos o tres personas y juntos vayan a visitar enfermos y ancianos, en sus casas o en los asilos; lleven algo a los presos; barran las calles y limpien las carreteras de basuras; pregunta en tu parroquia qué puedes hacer para ayudar.

"No a los doctores del deber, abramos el corazón a Dios"

El Papa ayer ante los parlamentarios italianos

 

En tiempos de Jesús había una clase dirigente que se había alejado del pueblo, lo había "abandonado", incapaz de otra cosa que no fuera seguir la propia ideología y de resbalar hacia la corrupción. Son palabras del Santo Padre en la misa celebrada esta mañana en el altar de la Cátedra de San Pedro, en presencia de 493 parlamentarios italianos.
Intereses de partidos, luchas internas. Las energías de quien mandaba en tiempos de Jesús eran para estas cosas hasta el punto que cuando el Mesías se revela ante sus ojos no le reconocen, es más lo acusan de ser un sanador de las filas de Satanás. Entre los presentes en la celebración eucarística una gran parte del parlamento italiano, incluidos nueve ministros y los presidente del Senado y la Cámara, Piero Grasso y Laura Boldrini.
El Santo Padre ha indicado en la homilía que las lecturas de hoy se pueden definir como un diálogo entre los lamentos de Dios y las justificaciones de los hombres. "Dios, el Señor, se lamenta. Se lamenta de no haber sido escuchado a lo largo de la historia", ha observado. Y ha añadido que este lamento de Dios viene "porque ha sido un trabajo muy, muy grande el del Señor para quitar del corazón de su pueblo la idolatría, para hacerlo dócil a su Palabra. Pero ellos iban en este camino durante un tiempo, y después volvían atrás. Y así durante siglos y siglos, hasta el momento en el que llegó Jesús". Y lo mismo sucedió con el Señor, con Jesús, ha señalado el Santo Padre. "El pueblo de Dios estaba solo, y esta clase dirigente -los doctores de la ley, los saduceos, los fariseos- estaba cerrada e sus ideas, en su pastoral, en su ideología. Y esta clase es la que no ha escuchado la Palabra del Señor", ha recordado. 
Ellos, "se justifican por no haber escuchado la llamada del Señor. No podían escuchar: estaban tan tan cerrados, lejos del pueblo, y esto es verdad", ha observado Francisco. Asimismo ha señalado que Jesús mira al pueblo y se conmueve, porque lo ve como "oveja sin pastor". Y Jesús -ha proseguido- va donde los pobres, donde los enfermos, donde todos, las viudas, los leprosos para curarles y les habla "con una palabra que provoca admiración en el pueblo", "habla distinto de esta clase dirigente que se había alejado del pueblo". El Santo Padre ha recordado que en esta clase dirigente eran pecadores, como todos, pero que "estos eran más que pecadores: el corazón de esta gente, de este grupo, con el tiempo se había endurecido tanto, tanto que era imposible escuchar la voz del Señor. Y de pecadores, han resbalado, se han convertido en corruptos. Es tan difícil que un corrupto consiga volver atrás. El pecador sí, porque el Señor es misericordioso y nos acepta a todos. Pero el corrupto está obsesionado con sus cosas, y estos eran corruptos". Y por esto se justificaban, ha explicado el Santo Padre, "porque Jesús, con su sencillez, pero con la fuerza de Dios, les molestaba. Y paso a paso, terminan por convencerse que debían matar a Jesús, y uno de ellos dijo: 'Es mejor que un hombre muera por su pueblo'".
Francisco ha indicado que estos han "hecho resistencia a la salvación de amor del Señor y así ha resbalado de la fe, de una teología de fe a una teología del deber: 'tenéis que hacer esto, esto, esto...'" Y ha explicado que "en la dialéctica de la libertad está el Señor bueno, que nos ama, ¡nos ama mucho! Si embargo, en la lógica de la necesidad no hay sitio para Dios: se debe hacer, se debe hacer, se debe hacer... Se han convertido en comportamentales. Hombres de buenas maneras, pero de malas costumbres".
Finalmente, el Santo Padre señala que estos que se justifican no entienden la misericordia ni la piedad. Sin embargo, "aquel pueblo que tanto amaba Jesús, necesitaba misericordia y piedad e iba a pedirla al Señor". Y ha invitado a pensar, en este tiempo de Cuaresma, en esta invitación del Señor al amor, a esta dialéctica de la libertad donde haya amor y preguntarnos "¿estoy yo en este camino? ¿o tengo el peligro de justificarme e ir por otro camino?"
Para concluir ha pedido que recemos al Señor para que nos de la gracia "de ir adelante por el camino de la salvación, de abrirnos a la salvación que viene solamente de Dios, de la fe, no de eso que proponían estos 'doctores del deber' que habían perdido la fe"  así como de "abrirnos a la salvación del Señor".

3/27/14

Conversiones al catolicismo en Suecia

Salvador Bernal

Han descubierto en la Iglesia Católica “un gran amor por Jesús y una teología sana, fundada en la Biblia y en los dogmas clásicos”, y han experimentado “la riqueza de la vida sacramental”, así como la existencia de una estructura sacerdotal sólida que conserva la fe de la Iglesia y la transmite a las generaciones futuras”
Aunque parezca increíble, Suecia fue un Estado confesional (luterano) hasta el año 2000. Es más: la estructura de la confesión religiosa formaba parte de la organización estatal, y los pastores eran en la práctica funcionarios públicos, con el consiguiente riesgo de burocratización.
Personas piadosas, creyentes auténticos en el Evangelio, lamentaban el deterioro de las convicciones cristianas de la mayoría, y se comenzó a producir un acercamiento a la Iglesia católica, especialmente desde la elección de Juan Pablo II, el primer papa no italiano en siglos. Parte de ese fenómeno nació entre profesores y capellanes de la antigua Universidad de Uppsala, con unos rasgos que recordaban el movimiento de Oxford del siglo XIX, más conocido quizá ahora tras la beatificación de John Henry Newman, oficiada por Benedicto XVI el 19 de noviembre de 2010.
Este mes de marzo he leído en prensa italiana la historia de dos importantes conversiones. Una de ellas la protagoniza Lars Ekblad, que vive en Tysslinge, a 200 kilómetros de Estocolmo. Fue capellán protestante de la KFOR en Kosovo: un pastor luterano desde hace cuarenta años, animado por una fe ardiente, que vio cómo menguaba y se deshacía a su alrededor. Esa crisis estuvo en el origen de su conversión al catolicismo a finales del año pasado: “pienso −afirmó− que todo aquel que escucha la voz del Señor y está dispuesto a seguirlo acabará siendo católico. Para su esposa no fue una sorpresa: Lo intuía a lo largo de toda su vida.
Al informar sobre esta conversión, Marco Respinti esboza un cuadro duro de la iglesia luterana de Suecia. Apenas se predica en los templos, no se condena el aborto ni el divorcio e, incluso, se celebra la homosexualidad públicamente, y se admite a la mujer para cualquier oficio eclesiástico, sin distinción alguna. Cada vez se ofician menos bautismos, y no es a causa del descenso de la natalidad, que no va mal en ese país nórdico, sino por efecto de una secularización sin el contrapeso de tareas evangelizadoras. Basta pensar que el obispo luterano de Estocolmo es una mujer, inscrita en el registro civil de uniones homosexuales, por su “boda” en 2001 con otra mujer-clérigo. La unión fue bendecida oficialmente por la iglesia de Suecia en 2006, y la pareja tiene un hijo.
Al contrario, la mínima comunidad católica está muy viva: 43 parroquias y unos 140.000 fieles, de cerca de 9 millones y medio de habitantes, de los cuales el 67,5% se declaran luteranos y el 18,5%, ateos o agnósticos. La comunidad católica debe mucho a la inmigración, sobre todo, de polacos e hispanos. En todo el país hay un solo obispo, el de Estocolmo, Mons. Anders Arborelius, nacido en Suiza de padres suecos, converso a los veinte años.
Las conversiones al catolicismo, frente a la devastación protestante, son significativas en el plano espiritual. Como afirma Lars Ekblad, “conozco a muchos ministros de la Iglesia de Suecia que se han hecho católicos, y bastantes más les seguirán”.
Así sucedería poco después con la conversión del pastor pentecostal Ulf Ekman, hombre muy conocido por su trayectoria vital. Nacido en 1950 en Gotemburgo, estudió en la Universidad de Uppsala, donde −después de ordenarse como pastor de la Iglesia de Suecia en 1979− fundó en 1983 una comunidad protestante pentecostal. Según Stefan Gustavsson, Secretario General de la Alianza Evangélica Sueca, Ekman era “el líder carismático más dinámico e influyente de Suecia en el último medio siglo”, con iniciativas promovidas en el extranjero, como Rusia, Kazajstán y otras regiones de la antigua Unión Soviética, así como una ONG benéfica que ayuda a los niños en la India. Sus libros sobre temas bíblicos y sus programas de televisión tuvieron un gran éxito. Realmente, fue una conmoción que lo dejara todo, para ser admitido en la Iglesia Católica.
Cuando Juan Pablo II visitó Suecia en 1989, Ekman se opuso virulentamente. Hoy es, con su esposa, un laico de la parroquia de Sankt Lars en Uppsala, que promueve el estudio del Catecismo de la Iglesia Católica −lo considera el mejor libro que ha leído−, y cree firmemente en la necesidad de la autoridad definitiva de un Papa que confirme con su Magisterio la fe de los creyentes, liberándolos de la Babel de las interpretaciones.
Al anunciar la conversión, también de su esposa, explicó públicamente que han descubierto en la Iglesia Católica “un gran amor por Jesús y una teología sana, fundada en la Biblia y en los dogmas clásicos”, y han experimentado “la riqueza de la vida sacramental”, así como la existencia de una estructura sacerdotal sólida que conserva la fe de la Iglesia y la transmite a las generaciones futuras”. Sin olvidar la fuerza ética del catolicismo y su coherencia, “capaz de hacer frente a la mentalidad del mundo, y cuidar amorosamente de los pobres y los más débiles”.

Los 50 minutos entre Francisco y Obama

Rocío Lancho García


Hacia las 10,30 de la mañana el presidente de Estados Unidos Barak Obama, llegó al Vaticano en una comitiva en la que había 26 autos y 8 motocicletas para reunirse con el Santo Padre en un coloquio de 50 minutos que ha cumplido el récord de duración de los encuentros que Francisco tiene con presidentes de Gobierno. "Es maravilloso encontrarle, gracias por recibirme", con estas palabras se ha presentado Obama al papa Francisco. "Bienvenido, señor Presidente", ha respondido el Pontífice en inglés.
A continuación han pasado al despacho y ya sentados el uno frene al otro en el escritorio del Papa, Obama dice al Santo Padre que es un honor conocerle y que es un gran admirador suyo.
Durante el encuentro privado, que ha comenzado a las 10.27 y ha finalizado las 11.19- han contado con la presencia de dos intérpretes. Por un lado monseñor Mark Miles, de la secretaría de Estado, y por otro Alessandra Donatti, trabajadora de la embajada de Estados Unidos. El Papa ha hablado en español, no en italiano.
Aún en presencia de la prensa y antes de quedarse solos, el presidente ha saludado al Santo Padre de parte de su familia y le ha indicado que la última vez que estuvo aquí para reunirse con Benedicto XVI, puedo traer a su mujer y sus hijas.
Según anuncia un comunicado de la Sala de Prensa del Vaticano, "los cordiales coloquios han permitido un intercambio de puntos de vista sobre algunos temas relacionados con la actualidad internacional, deseando para las áreas en conflicto el respeto del derecho humanitario y del derecho internacional y una solución negociada entre las partes". Asimismo, "en el contexto de las relaciones bilaterales y de la colaboración entre la Iglesia y el Estado se han detenido sobre cuestiones de especial relevancia para la Iglesia en el país, como el ejercicio de los derechos a la libertad religiosa, a la vida y a la objeción de conciencia y el tema de la reforma migratoria". Finalmente, concluye el comunicado, "se ha expresado el compromiso común en la erradicación de la trata de seres humanos en el mundo".
Al finalizar el encuentro, la delegación que acompaña al presidente ha entrado para saludar al Santo Padre y presenciar el intercambio de regalos.
El presidente Obama, para celebrar la apertura al público de los jardines pontificios del Palacio Apostólico de Castelgandolfo, ha regalado al Santo Padre unas semillas procedentes de los jardines de la Casa Blanca. Las semillas venían dentro de una caja, hecha para la ocasión, tallada con cuero estadounidense y madera rescatada de la Basílica del Santuario Nacional de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, que es una de las catedrales más antiguas construidas en Estados Unidos. En consonancia con el espíritu del regalo, se hará una donación particular de semillas en honor al Papa. Las mismas darán como resultado varias toneladas de fruta y verduras frescas. "Este regalo se le ofrece en honor al compromiso de Su Santidad de sembrar las semillas de la paz mundial para las generaciones futuras", dice el comunicado de la Casa Blanca.
Al presentar este regalo, Obama le ha dicho al Papa: "si usted tiene oportunidad de venir a la Casa Blanca, puede ver el jardín". A lo que el Santo Padre contestó en español: "¡como no!"
Por su parte, Francisco le regaló dos medallones. El del Ángel - Solidaridad y Paz - hecho con bronce fundido y representa un ángel, místico en apariencia, abrazando y reuniendo juntos el hemisferio norte y sur, mientras supera la oposición de un dragón. Es una obra del artista Guido Veroi (1926-2013). El segundo medallón, es una copia de la medalla que conmemora el proyecto original de Bernini del columnado de San Pedro y lleva una inscripción del papa Alejandro VII.
Además, el Santo Padre ha regalado al presidente de EEUU una copia de su exhortación apostólica Evangelli Gaudium. Obama, al recibirla ha dicho: "Sabe, seguramente la lea cuando esté en el despacho oval cuando esté profundamente frustrado y estoy seguro de que me dará fuerza y me calmará". Francisco le ha respondido en inglés "I hope" (espero).
Al llegar el momento de la despedida, mientras se hacían las últimas fotos y la delegación salía de la sala, el presidente le ha dicho al intérprete para que se lo dijera al Santo Padre "Su Santidad es probablemente la única persona que tiene que someterse a más protocolo que yo".
En las últimas palabras que han podido intercambiar, Obama ha dicho al Papa en español un "muchas gracias" y ha añadido en inglés "por favor rece por mí y por mí familia. Ellas están conmigo en este 'camino', mis hijas y mi mujer me apoyan".
También se realizó un encuentro entre el secretario de Estado John Kerry y el secretario de estado del Vaticano, Mons. Pietro Parolín.

3/26/14

El sacramento del Orden sacerdotal

El Papa en la audiencia general de hoy


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Ya hemos tenido ocasión de señalar que los tres sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía forman juntos el misterio de la "iniciación cristiana", un único gran acontecimiento de gracia que regenera en Cristo y nos abre a su salvación. Esta es la vocación fundamental que une a todos en la Iglesia, como discípulos del Señor Jesús. Hay a continuación dos sacramentos que corresponden a dos vocaciones específicas: se trata del Orden y del Matrimonio. Constituyen dos grandes vías por las que el cristiano puede hacer de su vida un don de amor, siguiendo el ejemplo y en el nombre de Cristo, y así colaborar en la edificación de la Iglesia.
El Orden, marcado en los tres grados de episcopado, presbiterado y diaconado, es el Sacramento que permite el ejercicio del ministerio, confiado por el Señor Jesús a los Apóstoles, para apacentar su rebaño, en la potencia de su Espíritu y de acuerdo a su corazón. Apacentar el rebaño de Jesús con la potencia, no con la fuerza humana o con la propia potencia, sino con la del Espíritu y de acuerdo a su corazón, el corazón de Jesús, que es un corazón de amor. El sacerdote, el obispo, el diácono debe apacentar el rebaño del Señor con amor. Si no lo hace con amor, no sirve. Y, en este sentido, los ministros que son elegidos y consagrados para este servicio prolongan en el tiempo la presencia de Jesús, si lo hacen con el poder del Espíritu Santo, en el nombre de Dios y con amor.
1. Un primer aspecto. Aquellos que son ordenados se colocan a la cabeza de la comunidad. ¡Ah! ¿Están a la cabeza? Sí. Sin embargo, para Jesús significa poner la propia autoridad al servicio, como Él mismo lo ha mostrado y enseñado a sus discípulos con estas palabras : "Sabéis que los gobernantes de las naciones las dominan, y los jefes las oprimen. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mt 20, 25-28 // Mc 10, 42-45). Un obispo que no está al servicio de la comunidad: no está bien. Un sacerdote, un cura, que no está al servicio de su comunidad: no está bien. Está equivocado.
2. Otra característica que siempre se deriva de esta unión sacramental con Cristo es el amor apasionado por la Iglesia. Pensemos en aquel pasaje de la Carta a los Efesios, en el que san Pablo dice que Cristo "ha amado a la Iglesia. Él se ha entregado a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocar ante sí a la Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada" (5, 25-27). En virtud del Orden el ministro dedica todo su ser a su propia comunidad y la ama con todo el corazón: es su familia. El obispo y el sacerdote aman a la Iglesia en su comunidad. Y la aman fuertemente. ¿Cómo? Como Cristo ama a la Iglesia. Lo mismo dirá san Pablo del matrimonio. El marido ama a su mujer como Cristo ama a la Iglesia. ¡Es un misterio grande de amor, este del ministerio y aquel del matrimonio! Los dos sacramentos que son el camino por el cual las personas van habitualmente al Señor. 
3. Un último aspecto. El apóstol Pablo aconseja a su discípulo Timoteo no descuidar, más bien, reavivar siempre el don que está en él, el don que le ha sido dado por la imposición de las manos. Cuando no se nutre el ministerio con la oración, la escucha de la Palabra de Dios, la celebración diaria de la Eucaristía y también la asistencia al Sacramento de la Penitencia, se termina inevitablemente perdiendo de vista el significado autentico del propio servicio y la alegría que nace de una profunda comunión con Jesús. El obispo que no reza, el obispo que no vive y escucha la Palabra de Dios, que no celebra todos los días, que no va a confesarse regularmente… y lo mismo el sacerdote que no hace estas cosas, a la larga, pierden la unión con Jesús y adquieren una mediocridad que no hace bien a la Iglesia. Por eso tenemos que ayudar a los obispos y a los sacerdotes a rezar, a escuchar la Palabra de Dios, que es el alimento diario, a celebrar cada día la Eucaristía y a ir a confesarse habitualmente. Y esto es tan importante, porque está en juego la santificación propia de los obispos y los sacerdotes. Quisiera terminar también con una cosa que me viene a la cabeza. ¿Pero qué hay que hacer para convertirse en sacerdote? ¿Dónde se venden las entradas? No, no se venden. Ésta es una cosa donde la iniciativa la toma el Señor. El Señor llama, llama a cada uno de los que quiere que se conviertan en sacerdote. Y quizás haya algunos jóvenes aquí que han sentido en su corazón esta llamada: el deseo de convertirse en sacerdotes, el deseo de servir a los demás en las cosas que vienen de Dios, el deseo de estar toda la vida al servicio para catequizar, bautizar, perdonar, celebrar la Eucaristía, cuidar a los enfermos… Pero toda la vida así. Si alguno de vosotros ha sentido esto en el corazón, es Jesús que se lo ha puesto ahí, ¿eh? Cuidad esta invitación y rezad para que esto crezca y dé fruto en toda la Iglesia. ¡Gracias!

Actitudes para comunicar la fe

Ramiro Pellitero


Cuatro ingredientes básicos aplicables a cada cristiano, llamado a comunicar la fe según sus propias circunstancias y en el marco de su testimonio de vida
La celebración del primer año de pontificado del Papa Francisco, su estilo y sus interpelaciones, nos pueden ayudar a plantearnos: ¿es comunicable la fe? Puesto que es un don, más bien se trata de suscitar la apertura a ese don divino, que es luz e impulso para vivir. ¿Qué debemos tener en cuenta al tratar de esto con otra persona o en grupo, en una conversación de amistad o mediante charlas, coloquios u otras sesiones de formación más organizadas?
El Papa Francisco nos ha dado algunas orientaciones al respecto, cuando aconseja que el predicador debe prepararse con cuatro ingredientes básicos: estudio, oración, reflexión y creatividad. Y si no, “es deshonesto e irresponsable con los dones que ha recibido” (Evangelii gaudium, n. 145). Pues bien, todo esto es aplicable a cada cristiano, llamado a comunicar la fe según sus propias circunstancias y en el marco de su testimonio de vida.
Luego el Papa señala cinco puntos. Los tres primeros se refieren a la Palabra de Dios. Esto también nos conviene a todos, no solamente a los predicadores, pues el anuncio de la fe requiere primero, en el que anuncia, una respuesta “suya” a la Palabra de Dios, como condición para que pueda suscitar la fe en otros.

Atención a la Palabra de Dios, paciencia, interés

a) Primero, el “culto a la verdad”. Es decir, atención a la Palabra de Dios con paciencia e interés, sin querer obtener “resultados rápidos, fáciles o inmediatos” (n. 146). Ante esa Palabra necesitamos humildad, porque no somos −señalaba Pablo VI− “ni los dueños ni los árbitros, sino los depositarios, los heraldos, los servidores” (Evangelii nuntiandi, 78).
Con esa base, hemos de procurar comprender el significado de las palabras que leemos, el lenguajeque se usa, la situación de los personajes que presenta, etc., pero sobre todo el mensaje central que contiene.
“El mensaje central −explica el Papa− es aquello que el autor en primer lugar ha querido transmitir, lo cual implica no sólo reconocer una idea, sino también el efecto que ese autor ha querido producir. Si un texto fue escrito para consolar, no debería ser utilizado para corregir errores; si fue escrito para exhortar, no debería ser utilizado para adoctrinar; si fue escrito para enseñar algo sobre Dios, no debería ser utilizado para explicar diversas opiniones teológicas; si fue escrito para motivar la alabanza o la tarea misionera, no lo utilicemos para informar acerca de las últimas noticias” (n. 147).
En definitiva, se trata de saber qué quiere decir el texto, cuál es su fuerza propia. También debemos “ponerlo en conexión con la enseñanza de toda la Biblia”, pues con frecuencia la comprensión del pueblo ha crecido con la experiencia vivida (cf. n. 148). Esa interpretación, que hace ante todo la Iglesia, se transmite en las notas que suelen tener las ediciones bíblicas, que contextualizan, aclaran y precisan lo que leemos. Cabría aludir aquí a tres criterios que da el Concilio Vaticano II para interpretar la Escritura: la unidad de la Escritura, la Tradición viva de toda la Iglesia y el conjunto de la fe cristiana (cf. Benedicto XVI, Exhortación apostólica Verbum Domini, 30-IX-2010, nn. 34, 86 y 87).

Dejarnos interpelar por Dios, primero nosotros

b) La personalización de la Palabra. Insiste Francisco en que hemos de escuchar primero nosotros, los que deseamos ayudar a otros en la fe, esa Palabra, con un “corazón dócil y orante”, dispuestos a dejarnos conmover −herir− por ella y hacerla vida de nuestra vida (cf. nn. 149-150).
Este itinerario que arranca desde el interior del corazón creyente a los demás, lo intuye la gente en nuestra época, cuando prefiere escuchar a los testigos, porque tiene sed de autenticidad. Y por eso, observaba Pablo VI, “exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos [los que lo anuncian] conocen y tratan familiarmente como si lo estuvieran viendo” (Evangelii nuntiandi, n. 76). Lo cual, advierte el Papa Francisco, no quiere decir que seamos inmaculados, pero sí que nos dejemos interpelar sinceramentepor Dios; porque el Señor nos necesita como “seres vivos, libres y creativos” (n. 152).

"Lectura orante" de la Escritura

c) La lectura espiritual u orante de la Escritura. Este punto recoge contenidos de los dos anteriores con otras palabras. Se trata primero de captar el sentido literal de lo que leemos (preguntarse ¿qué dice el texto?), con el fin de no “manipularlo” reduciéndolo a nuestros previos esquemas.
En segundo lugar hemos de preguntarnos: ¿qué me dice a mí este texto?, ¿qué quiere Dios cambiar en mi vida con este mensaje? Para ello hay que vencer diversas tentaciones (como enfadarse o cerrarse, evitar enfrentarse personalmente con aquello pensando que es “para otros”, buscar excusas de poca generosidad); y, sobre todo, pedirle a Él lo que todavía no podamos lograr (cf. non. 152-153). Todo esto −cabe deducir− necesita oración y examen sobre cómo nos afecta esa cuestión, primero a nosotros mismos.

¿Qué necesitan los demás?

d) “Un oído en el pueblo” (cf. nn. 154-155). Ahora ya podemos preguntarnos qué necesitan escuchar los demás, según las cuestiones que ellos se plantean, su situación humana, lo que viven, sus experiencias previas. Advierte Francisco que esto no responde a una actitud “oportunista y diplomática”, o simplemente al deseo de buscar algo interesante para decir. Más bien se trata de ir logrando una “sensibilidad espiritual para leer en los acontecimientos el mensaje de Dios”; descubrir “lo que el Señor desea decir en una determinada circunstancia” (Evangelii nuntiandi, nn. 53 y 33).

Calidad en el modo de comunicar

e) Recursos pedagógicos (cf. nn. 156- 159). Y finalmente llegamos al cómo. El Papa observa que algunos se equivocan al comunicar la fe porque descuidan el modo de hacerlo. Se quejan cuando no los escuchan o valoran, pero no se preocupan de buscar la forma adecuada −los medios, los métodos− de presentar el mensaje cristiano. Y esto no está bien, porque queremos responder al amor de Dios amando nosotros al prójimo; y, por ello, “no queremos ofrecer a los demás algo de escasa calidad”.
En esta línea sugiere algunos recursos pedagógicos “prácticos”: resumir (decir mucho en pocas palabras); usar no solo ejemplos que se refieran al entendimiento, sino imágenes atractivas, comparaciones a partir de alguna experiencia conectada con la vida. Como decía un viejo maestro: “una idea, un sentimiento, una imagen”.
Nuestra comunicación debe ser sencilla, clara, directa, acomodada a los que nos escuchan. En principio debemos usar términos que ellos comprendan, y no términos especializados, propios de la teología o de la catequesis. Para lograr esto, propone el Papa con sabiduría, quien comunica debe “escuchar mucho, necesita compartir la vida de la gente y prestarle una gustosa atención” (n. 158).
Nótese que estos consejos parecen fáciles de llevar a la “práctica”, pero no lo son tanto, porque nos exigen quizá cambios más allá de una mera didáctica. Bastaría pensar si damos pie a que nos pregunten, porque vemos en esas preguntas caminos hacia Dios, que lleva tiempo actuando en esas personas; si nos tomamos en serio sus dudas y dificultades, porque queremos realmente su bien; si llevamos a nuestra oracióntodo eso poniéndonos “en su lugar”, porque sabemos que cada persona recorre de modo único su camino de fe.
Y concluye diciendo que no basta la sencillez; también se requiere la claridad, y, para ello, el orden y la lógica en lo que se expone. Sin olvidar que el lenguaje debe ser positivo: que atraiga, sin quedarse en la queja o en la crítica; que oriente con esperanza hacia el futuro. Sin duda tiene esto que ver con la belleza de la fe cristiana que hemos de saber “comunicar”.
En síntesis, aunque Francisco se refiere a la predicación, de su Exhortación sobre “la alegría del Evangelio” (buena noticia) podemos todos aprender actitudes de fondo, necesarias para “comunicar” la fe: humildad y veneración hacia la Palabra de Dios (la Sagrada Escritura), sinceridad y valentía con nosotros mismos,respeto y sensibilidad hacia los demás.
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En la película The Way (E. Estévez, 2000, hijo de Martin Sheen, ambos actúan en el film), un grupo de peregrinos van por el Camino de Santiago. A medida que se van conociendo y comunicando, se van abriendo a la profundidad de sus vidas. En la comunicación con los demás podemos descubrir caminos por los que Dios nos llama. Y a la vez, todos jugamos siempre algún papel en el camino de los demás.

3/25/14

La salvación no se compra ni se vende, se regala

El Papa en Santa Marta


En el día que la Iglesia celebra la solemnidad de la Anunciación, el papa Francisco ha recordado en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta que "el Señor está en camino con nosotros para ablandar nuestro corazón" y por eso ha subrayado que solo con un corazón humilde como el de María podemos acercarnos a Dios.
El Santo Padre ha desarrollado su homilía deteniéndose en las figuras de Adán y Eva que, cediendo a la seducción de Satanás, creyeron ser como Dios. Esa "soberbia suficiente"  hace que se alejen del paraíso. Pero el Señor no los deja caminar solos, ha recordado el Papa, porque les hace una promesa de redención y camina con ellos. "El Señor acompañó la humanidad en este largo camino. Ha hecho un pueblo. Estaba con ellos", ha afirmado Francisco. Y ha recordado que ese "camino que comenzó con una desobediencia", "termina con una obediencia", con el sí de María al anuncio del ángel. 
Haciendo mención a san Ireneo de Lyon, el Pontífice ha dicho que "el nudo que ha hecho Eva con su desobediencia, lo ha desatado María con su obediencia", es un camino "en el cual las maravillas de Dios se multiplican", observa el Papa.
Y lo ha explicado así: "el Señor está en camino con su pueblo. ¿Y por qué caminaba con su pueblo, con tanta ternura? Para ablandar nuestro corazón. Explícitamente Él lo dice: 'Yo haré de tu corazón de piedra un corazón de carne'. Ablandar nuestro corazón para recibir esa promesa que había hecho en el paraíso. Para un hombre ha entrado el pecado, para otro viene la salvación. Y este camino tan largo nos ayudó a otros nosotros a tener un corazón más humano, más cercano a Dios, no tan soberbio, no tan suficiente".
La liturgia de hoy, ha observado el Papa, "nos habla de esta etapa en el camino de restauración", "nos habla de obediencia, de docilidad a la Palabra de Dios". 
Y ha proseguido: "la salvación no se compra, no se vende: se regala. Nosotros no podemos salvarnos por nosotros mismos: la salvación es un regalo, totalmente gratuito. No se compra con la sangre ni de toros ni de cabras: no se puede comprar. Solamente, para que esta salvación entre en nosotros pide un corazón humilde, un corazón dócil, un corazón obediente. Como el de María. Y el modelo de este camino de salvación es el mismo Dios, su Hijo, que no estimó un bien irrenunciable, ser igual a Dios. Pablo lo dice".
Por otro lado, el Papa ha subrayado el "camino de la humildad, de la humillación". Esto, ha dicho, "significa sencillamente decir: yo soy hombre, yo soy mujer y Tú eres Dios, e ir adelante, a la presencia de Dios", "en la obediencia, en la docilidad del corazón". Y por esto, ha exhortado en la Solemnidad de la Anunciación, "hagamos fiesta: la fiesta de este camino, de una madre a otra madre, de un padre a otro padre".
Francisco ha concluido así: "hoy podemos abrazar al Padre que, gracias a la sangre de su Hijo, se ha hecho uno de nosotros, nos salva. Este Padre nos espera todos los días... Miramos el icono de Eva y Adán, miramos el icono de María y Jesús, miramos el camino de la Historia con Dios que caminaba con su pueblo. Y decimos: 'Gracias. Gracias, Señor, porque hoy Tú nos dices que nos has regalado la salvación'. Hoy es un día para dar gracias al Señor".

3/24/14

La pobreza cristiana dista mucho de la miseria

Salvador Bernal

El Papa se interroga sobre el significado de la invitación a la pobreza evangélica de San Pablo en nuestros días, y propone a los fieles “algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión”

Si algún concepto doctrinal resulta polisémico −con perdón por el término−, es el de pobreza. Lo he pensado tras leer el texto del mensaje papal para el tiempo de Cuaresma, que comienza con el Miércoles de Ceniza.

La verdad es que no extraña el paradójico título del documento: “Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”. Al cabo de un año de pontificado, las posibles sorpresas enlazan con la coherencia de la propia personalidad: se comprende que, de las muchas facetas que gravitan en este tiempo litúrgico, el papa haya elegido un tema, que procede de la Segunda Carta de San Pablo a los Corintios; el apóstol los alienta a mostrar su generosidad ayudando a los hermanos de Jerusalén que están atravesando dificultades. Francisco se interroga sobre el significado de la invitación a la pobreza evangélica de San Pablo en nuestros días, y propone a los fieles “algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión”.

Al cabo, casi todo depende de la libertad. Cristo no era rico, en el sentido habitual del término; era infinitamente más: la segunda persona de la Trinidad omnipotente; pero se abajó, a través de la kénosis, asumiendo la estricta condición humana. Dentro de ésta, no eligió situaciones de poder o riqueza, sino las propias de una familia trabajadora y modesta en un rincón de Galilea. Allí comenzó la obra de la Redención, antes de consumarla en su vida pública y en la pasión, muerte y resurrección.

Ese abajamiento no se puede reducir a términos más o menos unívocos, como repiten quienes predican la pobreza con ocasión y sin ella, hasta lograr reacciones de hastío en sus oyentes. Porque −como puntualizó el Cardenal Robert Sarah en la presentación oficial del mensaje− “la visión cristiana de la pobreza no es la misma que rige el sentimiento común. Demasiado a menudo se considera la pobreza simplemente en su dimensión sociológica y se entiende como una falta de bienes. Por otra parte, se recurre a menudo al concepto de ‘Iglesia pobre para los pobres’ como una forma de contestación a la Iglesia, oponiendo a una Iglesia de los pobres, una Iglesia buena... a una Iglesia de la predicación y de la verdad, dedicada a la oración y a la defensa de la doctrina y de la moral.”

Francisco hace coincidir la pobreza en la que Jesús nos libera y nos enriquece, con su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano. ¿Cómo no recordar la fuerza con que Benedicto XVI escribía en Deus caritas est, 31 b), sobre esa gran parábola de Jesucristo?: “El programa del cristiano −el programa del buen Samaritano, el programa de Jesús− es un «corazón que ve». Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia”.

La pobreza, más aún para personas laicas, nunca se reducirá a la mera renuncia. San Josemaría formuló un criterio paradigmático, justamente a propósito de las madres de familia en Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, 110ss. Me limito a citar unas frases: “Quien no ame y viva la virtud de la pobreza no tiene el espíritu de Cristo. Y esto es válido para todos: tanto para el anacoreta que se retira al desierto, como para el cristiano corriente que vive en medio de la sociedad humana, usando de los recursos de este mundo o careciendo de muchos de ellos”.

Lo importante es hacer compatibles “dos aspectos que pueden a primera vista parecer contradictorios. Pobreza real que se note y se toque −hecha de cosas concretas−, que sea una profesión de fe en Dios, una manifestación de que el corazón no se satisface con las cosas creadas, sino que aspira al Creador, que desea llenarse de amor de Dios, y dar luego a todos de ese mismo amor. Y, al mismo tiempo, ser uno más entre sus hermanos los hombres de cuya vida participa, con quienes se alegra, con los que colabora, amando el mundo y todas las cosas buenas que hay en el mundo, utilizando todas las cosas creadas para resolver los problemas de la vida humana, y para establecer el ambiente espiritual y material que facilita el desarrollo de las personas y de las comunidades”.

El papa invita hoy a aliviar la miseria humana −material, moral, espiritual− con variedad de condiciones y exigencias. Entre tantas facetas, precisa: “Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos; podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo”. Todo un programa para meditar y vivir durante la Cuaresma…, y siempre.

Nos salva el sabernos pecadores, no nuestras rutinas

El Papa en Santa Marta


Mensaje de la tercera semana de cuaresma: para ser salvados seguir el camino de la humildad.

No es la seguridad porque observamos los mandamientos lo que nos salva, sino la humildad de reconocer la necesidad de ser curados siempre por Dios. Lo recordó este lunes el papa Francisco en su homilía en Santa Marta, partiendo de la frase 'Nadie es profeta en su propia patria', y del hecho que Jesús no obra milagros con sus compatriotas debido a la falta de fe de ellos.
El Santo Padre recuerda que Jesús cita dos episodios de la Biblia: la curación milagrosa de la lepra de Namán el sirio en la época del profeta Eliseo; y el encuentro del profeta Elías con la viuda de Sarepta, que fue salvada de la carestía. “Los leprosos y las viudas en aquel tiempo eran los marginados” y estos dos al acoger a los profetas fueron salvados. En cambio los de Nazaret no aceptaron a Jesús, porque “estaban demasiado seguros en su 'fe', de tal manera seguros en la observancia de los mandamientos, que no tenían necesidad de otra salvación”.
Esto indica el Papa “es el drama de la observancia de los mandamientos sin la fe: 'yo me salvo sólo porque voy a la sinagoga todos los sábados, trato de obedecer los mandamientos, pero que no venga éste a decirme que eran mejor que yo el leproso y la viuda, porque esos eran marginados'.
Entretanto Jesús nos dice: '¡Mira que si tu no eres marginado y no te sientes marginado, no tendrás salvación!' Esta es la humildad, la vía de la humildad: sentirse talmente marginados que necesitamos la salvación del Señor. Solamente él nos salva y no nuestra observancia de los preceptos. Esto no les gustó y querían asesinarlo”.
La misma rabia -comenta el Papa- se apodera inicialmente de Namán, porque considera ridículo y humillante la invitación de Eliseo a bañarse siete veces en el Jordán para ser curado de la lepra. “El Señor le pide un gesto de humildad, de obedecer como un niño, de ser ridículo”. Se va airado pero después convencido por sus siervos vuelve y hace lo que le indicó el profeta. Este acto de humilidad lo cura. “Es este el mensaje en esta tercera semana de cuaresma: si queremos ser salvados tenemos que escoger el camino de la humildad”.
El Santo Padre profundiza más su razonamiento: “María en su Cántico no dice que está contenta porque Dios vio su virginidad, su bondad y su dulzura, sino porque el Señor miró la humilidad de su sierva, la pequeñez, la humildad. Es esto lo que mira el Señor. Y tenemos que aprender esta sabiduría de marginarnos para que el Señor nos encuentre. No nos encontrará si ponemos en el centro nuestras seguridades, no, no. Allí no va el Señor. Nos encontrará en la marginación, en nuestros pecados, en nuestros errores, en nuestra necesidad de ser curados espiritualmente, de ser salvados. Allí nos encontrará el Señor”. Y reitera el Santo Padre: “Es este el camino de la humildad”.
Porque, precisa el Papa, “la humildad cristiana no es la virtud de decir: 'Yo no sirvo para nada' y esconder la soberbia con esto, no, no. La humildad cristiana es decir la verdad: 'Soy pecador, soy pecadora'. Decir la verdad: es esta la verdad. Pero hay otra: Dios nos salva. Pero nos salva allí, cuando estamos marginados, no nos salva en nuestra seguridad”. Y Francisco concluye: “Pidamos la gracias de tener esta sabiduría de marginarnos, la gracia de la humildad para recibir la salvación del Señor”.