2/28/15

Formación del corazón

 Ramiro Pellitero 


Si Benedicto XVI apelaba a “creer en el amor”, Francisco muestra el camino concreto que, desde la vida cristiana, lleva a participar de la misión de la Iglesia: salir de uno mismo para colaborar con el amor de Dios que salva

Renovarse para vencer la indiferencia

Cuando se habla del “corazón” en el ámbito de la educación y de la fe, se corre el riesgo de encontrar resistencia ante lo que podría tomarse, equivocadamente, por mero sentimentalismo. Si se tratara de esto, estaríamos tan lejos del cristianismo como si tratáramos de la dureza del corazón. No se trata de vencer el sentimentalismo con dureza, sino de la fortaleza para amar.
El mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de 2015 lleva por título “fortalezcan sus corazones” (St 5, 8). Lo que propone es una renovación personal y eclesial para vencer las dos formas más actuales de la dureza del corazón: la indiferencia y el encerrarse en uno mismo o en el propio grupo. Y como siempre, esto tiene una gran importancia para la educación de la fe y de la afectividad en la vida cristiana.

Dios no es indiferente hacia nosotros

Vivimos en una cultura −la occidental− que se caracteriza por la indiferencia ante los más débiles, y que trasporta esa indiferencia a su “idea” de un Dios lejano e indiferente (deísmo), mientras una buena parte de esa cultura se cierra en sí misma haciendo oídos sordos y ojos ciegos a las necesidades de los demás.
En este contexto el Papa comienza afirmando que Dios no es indiferente hacia nosotros: se interesa por cada uno de nosotros, nos cuida y nos busca porque nos ama. Somos nosotros los que “cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace nunca), y ya no nos interesan ni sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen”.
Y, atención, esto no les pasa a unos pocos, sino que nos afecta a todos: “Yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de los que no lo están. Esa actitud egoísta de indiferencia alcanza hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que se puede hablar de globalización de la indiferencia”. Pues bien, proponeFrancisco, los cristianos hemos de afrontar esta situación precisamente como cristianos.
Utilizando una imagen bien gráfica nos dice que la Iglesia es como una mano que mantiene abierta la puerta del amor que Dios nos ofrece. Como el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar esa puerta, no debe sorprendernos si esa mano que es la Iglesia es rechazada, aplastada o herida. Lo que los cristianos hemos de hacer es renovarnos para no ser indiferentes ni cerrarnos en nosotros mismos. Y para ello propone tres puntos a nuestra consideración.

Los miembros de un cuerpo no pueden ser indiferentes

1. La realidad de la Iglesia como Cuerpo místico de Cristo. Si queremos ayudar a los demás, necesitamos primero dejarnos ayudar. El cristiano “es aquél que deja que Dios lo revista de su bondad y misericordia, lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres”. Solamente los que se dejan “tienen parte con Cristo” (cf. Jn 13, 8).
¿Cómo se hace esto? Escuchando la Palabra de Dios y acudiendo a los sacramentos, sobre todo a la Eucaristía donde nos convertimos en lo que recibimos: “Cuerpo de Cristo. Ahí no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece apoderarse de nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y, en Él, no se es indiferente con los demás. ‘Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él’ (1Co 12,26)”. Quien está unido a Dios puede también hacer algo por los que están lejos, ayudarles a abrirse a la salvación.
2. La fraternidad entre los cristianos. Si formamos un solo cuerpo, que recibe y comparte lo que Dios quiere dar, debemos reconocer a nuestros miembros más débiles, pobres y pequeños. No se trata, por tanto, de refugiarse en un amor falsamente universal hacia los que están lejos, mientras, como el rico Epulón, se olvida de Lázaro sentado ante la propia puerta cerrada (cf. Lc 16, 19-31).
Este amor falsamente universalista es un primer peligro: el falseamiento de la caridad y de la fraternidad (que conlleva indiferencia hacia dentro del mismo cuerpo). El otro peligro es el cerrarse en el propio grupo, en los amigos o en la familia más cercana, sin abrirse a las necesidades de los demás (lo que comporta indiferencia hacia afuera).

Oración y apertura a los demás

Para vencer estos peligros se nos propone tomar dos direcciones, una hacia dentro y otra hacia afuera: primero el camino de la vida interior, la oración (mediante ella los santos vencieron la indiferencia, la dureza de corazón y el odio, y nos siguen ayudando para que hagamos lo mismo); y a la vez, tomar el camino de la misión cristiana, abrirnos a los pobres y a los alejados para llevar toda la realidad y cada hombre a Dios. De esta manera desea Francisco que los cristianos leguen a ser “islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia”.
3. Fortalecer personalmente el corazón (cf. St 5, 8). Prosigue el Papa detallando lo que podemos hacer para vencer esta tentación de indiferencia ante los demás. Una indiferencia, cabría añadir, que resulta de la mezcla de comodidad y sentimientos de miedo, inseguridad o incapacidad. Y propone tres remedios.
En primer lugar, insiste de nuevo en la fuerza de la oración.
Segundo, pondera la importancia de los gestos de caridad: “mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad”. En efecto, hay que huir de dos extremos: el no hacer nada por indiferencia o comodidad, y el pensar ilusoriamente −Francisco lo califica de tentación diabólica− que nosotros podemos cambiarlo todo e incluso salvarnos a nosotros mismos.
En el centro se sitúa la fuerza sencilla y realista de la virtud. Los gestos de humanidad y de caridad sonsignos pequeños pero eficaces porque, al ser fruto y manifestación del amor, son capaces de cambiar realmente nuestro corazón y el de los demás.
El tercer medio es el más personal y quizá por eso el más costoso, pero es también el que está en la raíz de los demás. Se hace necesaria la conversión: “La necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de mis hermanos”. Esto nos lleva a pedir humildemente la gracia de Dios −acudiendo al sacramento de la Confesión−, aceptar nuestras limitaciones y confiar en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios.

Un camino de "formación del corazón"

Como síntesis de estos medios, y para superar tanto la indiferencia como las pretensiones de omnipotencia, Francisco propone que vivamos esta Cuaresma como un camino de formación del corazón.
Se trata de una expresión que usaba Benedicto XVI para pedir, especialmente a los que trabajan en instituciones eclesiales, que se preocupen no solamente de su preparación profesional, sino de encontrarse con Dios para que suscite en ellos el amor y la apertura de espíritu al otro. Y de esta manera “el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad (cf. Ga 5, 6)” (encíclica Deus caritas est, n. 31).
Añade ahora Francisco: “Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro”.
Y concluye proponiendo que le pidamos al Corazón de Jesús un corazón semejante al suyo. “Así tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que ni se deje encerrar en sí mismo ni caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia”.
Todo un programa para la formación del corazón. Si Benedicto XVI apelaba a “creer en el amor” (cf. 1 Jn, 4,16), Francisco muestra el camino concreto que, desde la vida cristiana, lleva a participar de la misión de la Iglesia: salir de uno mismo para colaborar con el amor de Dios que salva.

'En la cooperativa, uno más uno vale tres'

H. Sergio Mora



El santo padre Francisco tuvo este sábado un encuentro en el Vaticano con los miembros de la Confederación Cooperativas Italianas. A ellos les indicó que en la cooperativa "uno más uno, vale tres". 
El Papa introdujo el tema con algunos ejemplos muy concretos: hoy si en un trabajo lo les gusta alguien lo despiden, porque tanto hay una cola de gente que quiere trabajar. En el trabajo doméstico tanta gente no tiene los aporte sociales. Y el drama de la cultura del descarte: "¿Y tú que eres? -Soy ingeniero. ¿Cuántos años tienes? -49. Entonces no sirves, vete". 
Entró así el Santo Padre en el vivo del tema, que “La Iglesia siempre ha reconocido, apreciado y animado la experiencia de las cooperativas” y citó la encíclica Rerum Novarum de León XIII: “Todos propietarios y no todos proletarios”, así como la Caritas in Veritate de Benedicto XVI, donde al entrar en el tema, subraya la importancia de “la economía de comunión” y del sector non profit, para explicar que el dios-ganancia no tiene que ser una divinidad y que nuestro mundo necesita una economía que no excluya la donación.
Así el Santo Padre invitó a mirar al futuro, "con fantasía creativa para evitar la cultura del descarte", y para crear nuevas formas de cooperativas. Y sabiendo que estamos en un mundo que se ha globalizado, hay que responder con la solidaridad, pensando al aumento vertiginoso de los desempleados, y a la necesidad de un progreso integral de la persona, “que necesita del rédito pero no solamente del rédito”.
El Papa quiso así ofrecer algunas indicaciones concretas. 
La primera: “Las cooperativas tienen que ser el motor que levanta y desarrolla la parte más débil de nuestras comunidades locales y de la sociedad civil”. Especialmente prensando a los jóvenes y a tantas mujeres que necesitan entrar en el mundo del trabajo, o a los adultos que se pierden el empleo, así como a las empresas recuperadas. 

Una segunda indicación fue, la de activarse como protagonistas para realizar nuevas soluciones de bienestar social, particularmente en la sanidad. “Y poner a la gente, a partir de los más necesitados, en el centro de todo este movimiento solidario. Esta es la misión que proponemos”.
El tercer punto indicado por el Papa es: “La economía y su relación con la justicia social, y con la dignidad de las personas”. Recordó que existe un cierto liberismo que primero quiere hacer dinero para después de alguna manera distribuirlo a través del Estado, o peor aún solo dar algunas migajas. Cuando en realidad “se corre el riesgo de ilusionarse de hacer el bien, mientras se sigue haciendo marketing sin salir del circuito fatal del egoísmo de las personas y empresas”.
La cuarta sugerencia: una economía no crece en una sociedad que envejece. Por ello el movimiento cooperativo tiene que ejercitar un rol importante para apoyar, facilitar y también dar ánimo a la vida de las familias. Para ello buscar la “armonización entre trabajo y familia”. El Papa elogió también las mutuales, que ayudan ante las exigencias de todos, desde los nidos hasta la asistencia domiciliar. Permitiendo así que todos puedan poner a disposición su propio talento.
El quinto punto en que les doy coraje, quizás les sorprenda: Para hacer estas cosas es necesario dinero”. Las cooperativas son estructuras generalmente subcapitalizadas, “en cambio, ¡el Papa les dice: tienen que invertir, e invertir bien!”. Por ello pidió que haya más colaboración entre cooperativas bancarias y empresas, organizar los recursos para hacer vivir con dignidad y serenidad a las familias; pagar salarios justos a los trabajadores, invertir en las iniciativas que sean realmente necesarias. Todo esto sin esperar en los subsidios públicos.
“Decía san Basilio de Cesarea, Padre de la Iglesia del IV siglo, retomado después por san Francisco de Asís, que 'el dinero es el estiércol del demonio'. Lo repita ahora también el Papa: '¡el dinero es el estiércol del demonio!”.
Y añadió que “el dinero al servicio de la vida puede ser gestionado de modo justo por la cooperativa, si la cooperativa es auténtica, verdadera, donde el capital no manda a los hombres, pero los hombres al capital”.
“Por esto --prosiguió el Pontífice-- hacen bien a combatir las falsas cooperativas” que traicionan el nombre de éstas con fines de lucro. Y preciso que las verdaderas cooperativas “tienen que promover la economía de la honestidad”. Una economía promovida “por personas que tienen en el corazón y en la mente solamente el bien común”.
El Papa concluyó invitando a una gran alianza, entre cooperativas y cooperantes, manteniendo la identidad de las cooperativas y caminando hacia delante con todas las personas de buena voluntad.

2/27/15

Comentario liturgia 2º domingo de Cuaresma

Ciclo B - Textos: Gn 22, 1-2.9-13.15-18; Rm 8, 31-34; Mc 9, 2-10

Idea principal: ¿Por qué Dios nos hace subir tantos montes en la vida? ¿Qué hay detrás o arriba de esos montes?

Síntesis del mensaje: A lo largo de nuestra vida Dios nos hace subir diversos montes. Hoy a Abraham le hizo subir al monte Moria (1ª lectura). Hoy Cristo sube con sus íntimos al monte Tabor (evangelio). Dios hizo subir a su Hijo al Calvario y lo entregó por todos nosotros (2ª lectura). Es bueno que en Cuaresma reflexionemos en el sentido espiritual y teológico de los montes que Dios nos pide subir. En cada monte Dios exige algo y ofrece algo. Veamos.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, veamos algunos de los montes del Antiguo Testamento. A Abraham le hace subir al monte Moria (cf. Gn 22), donde le pide tomar a su hijo único, subir ese monte y sacrificar a ese hijo; le ofrece a cambio, su bendición y la fecundidad en la descendencia. A Moisés, Dios le hizo subir el monte Sinaí (cf. Ex 3 y 4; 19 y 20) donde le pidió quitarse las sandalias, ir al faraón y liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto; y al mismo tiempo, Dios le ofrece la seguridad de su presencia y la promesa de la tierra prometida. Elías sube al monteCarmelo, y ahí Dios le pide echar en cara a quienes se hayan apartado de Dios y sirven a los baales o dioses falsos; también allí Elías pone a prueba y en ridículo a esos dioses falsos y manda matar a esos falsos profetas que los sirven. Dios le ofrece la seguridad en el triunfo y su poder y fuerza.

En segundo lugar, veamos los montes más importantes a los que Jesús nos invita a subir. Hoy Jesús sube al monte Tabor, donde manifiesta su gloria y da aliento a sus íntimos para afrontar el trago amargo de la Pasión y no se escandalicen de Él –a quien ven aquí con el rostro transfigurado- cuando le vean con el rostro desfigurado. Es una pregustación de lo que será el cielo. Y en unos días, el Padre celestial le hará subir a Jesús al monte Calvario para que rescate a la humanidad del pecado y nos conceda una nueva vida, a través de su muerte y resurrección. Y Jesús obedece y ofrece libremente su vida, aunque esto le suponga ver su cuerpo destrozado, su corazón traspasado y sus manos clavadas. Y aquí en este monte Calvario lanza sus siete palabras como último testamento.

Finalmente, en nuestra vida Dios nos hace subir esos montes, sin nosotros planearlo ni pedirlo. En el monte Moria Dios ha sido bien claro con nosotros: “Sacrifícame esos caprichos, esos deseos, esos sueños que tanto acaricias y amas”. En el monte Sinaí nos ha invitado a renovar su Alianza con nosotros una y otra vez para que le tengamos a Él como único Dios y Señor, y no seamos esclavos de nada ni de nadie. En el monte Carmelo nos pide dar muerte a nuestros vicios, malos hábitos, actitudes pecaminosas, afectos secretos e inconfesados, para ofrecerle todo nuestro corazón. En el monte Tabor nos llama a la intimidad con Él, para que entremos en su nube divina, contemplemos su rostro hermoso y nos enamoremos de Él, y escuchemos la voz del Padre. Y en el monte Calvario nos reclama morir con Cristo para resucitar a una vida nueva; ser grano de trigo que cae en tierra y muere para dar buen fruto; hacer la Voluntad de Dios y no la nuestra, y saciar su sed implacable.

Para reflexionar: ¿Qué montes he subido ya? ¿Qué montes me faltan por subir? ¿De cuál de ellos me he bajado porque era muy difícil y he preferido la llanura de la mediocridad y tibieza? ¿Ayudo a mis hermanos a subir estos montes, animándoles y consolándolos?

Para rezar: Señor, dame fuerzas para emprender el camino hacia el monte que Tú me indiques. Quita de mis pies los grilletes que me quieren atar a la llanura de la vida fácil. Renueva durante la subida mi alegría. Y estando en ese monte, doblega mis rodillas para que te adore, te escuche y bese tus manos benditas. Y que baje de ese monte con los ojos purificados, el corazón ardiente y la voluntad decidida a seguirte siempre y a todas partes.

2/26/15

Obsesión por los pobres

Felipe Arizmendi Esquivel

Obispo de San Cristobal de Las Casas

VER

Quienes estamos cerca de tantas personas que sufren diversos tipos de pobreza, que sobreviven con lo mínimo, que carecen de recursos para médicos y medicinas, que no tienen acceso a mejores niveles de educación, que padecen desnutrición, que trabajan y trabajan y no salen de su marginación, sentimos la urgencia pastoral de hablar sobre la necesidad evangélica de luchar contra las injusticias y la exclusión, pues no podemos quedarnos indiferentes ante tanta desigualdad social que vemos a nuestro alrededor. Pero no faltan quienes automáticamente nos critican, nos descalifican, cierran su mente y su corazón, y dicen: Otra vez con lo mismo… ¿Por qué habla tanto de estas cosas? Ya lo contagiaron con la teología de la liberación... Ya lo hicieron cambiar… Antes no hablaba así…

Hay que reconocer que a veces, por insistir mucho en esto, damos la impresión de restarle importancia a otros puntos del mensaje evangélico, y de sacar el tema venga o no venga al caso. Con todo, pareciera que no le damos la centralidad que este asunto tiene para la Iglesia.

PENSAR

El Papa Francisco nos ha insistido mucho en la importancia de amar a los pobres, de darles el primer lugar en la Iglesia y en nuestra vida, de hacer lo que más podamos por ellos, no sólo en lo asistencial inmediato, sino en un cambio de estructuras que son excluyentes e injustas. Lo hizo desde que inició su servicio como pastor universal. Algunos se lo han tomado a mal y no ha faltado quien lo califique de marxista, de teólogo de la liberación, como si ésta fuera de por sí siempre heterodoxa. Sin embargo, su convicción no es demagógica, ni circunstancial, sino profundamente arraigada en la Palabra de Dios. Retomo sólo algunas de sus más recientes insistencias.

Durante su viaje a Filipinas, dijo en Manila: “Los pobres están en el centro del Evangelio, son el corazón del Evangelio. Si quitamos a los pobres del Evangelio, no se comprenderá el mensaje completo de Jesucristo… El gran peligro es el materialismo que puede deslizarse en nuestras vidas. Sólo si somos pobres, sólo si somos pobres nosotros mismos y eliminamos nuestra complacencia, seremos capaces de identificarnos con los últimos de nuestros hermanos y hermanas. Veremos las cosas desde una perspectiva nueva, en una sociedad acostumbrada a la exclusión social, a la polarización y a la desigualdad escandalosa” (16-I-2015).
Y lo ratificó en la entrevista que concedió a los periodistas, como es ya su costumbre, durante el vuelo de regreso: “Si quitamos a los pobres del Evangelio, no podemos comprender el mensaje de Jesús. Los pobres nos evangelizan. Déjate evangelizar por ellos, porque tienen valores que tú no tienes” (19-I-2015).
A los jóvenes exhortó: “Siempre hay alguien cerca de nosotros que tiene necesidades, ya sea materiales, emocionales o espirituales. No importa lo mucho o lo poco que tengamos individualmente; cada uno de nosotros está llamado a acercarse y servir a nuestros hermanos y hermanas necesitados. El mayor regalo que les podemos dar es nuestra amistad, nuestro interés, nuestra ternura, nuestro amor por Jesús. Quien lo recibe, lo tiene todo; quien lo da, hace el mejor regalo. Por favor, ¡haced más! Por favor, ¡haced más! Qué distinto es todo cuando sois capaces de dar vuestro tiempo, vuestros talentos y recursos a la multitud de personas que luchan y que viven en la marginación” (18-I-2015).

ACTUAR

¿Qué podemos hacer tú y yo por los pobres? Ante todo, evitar despreciarlos o menospreciarlos. No los hagamos desechos de la humanidad, aunque a veces sintamos el deseo instintivo de alejarnos de ellos, de deshacernos de su presencia. Son personas, como tú y yo. Tienen sentimientos, como los tenemos todos. Necesitan no sólo una moneda o un pan; sino ser escuchados, valorados, apreciados, respetados y tomados en cuenta. Darles unos minutos es más importante que darles algo material. Ponte en su lugar: si tú estuvieras en su lugar, ¿cómo querrías que te trataran? Así trátalos a ellos. Este es el camino de Jesús y es el camino de la Iglesia.

Aprovechemos la Cuaresma, para ser más hermanos de los pobres y de cuantos sufren.

2/25/15

El tiempo de cuaresma

Prof. Jose Luis Gutierrez

Origen, significado teológico y la reforma del Concilio Vaticano II


El tiempo de cuaresma

La celebración de la pascua de Cristo, centro de convergencia del decurso de la historia salvífica, constituye la fiesta primordial del año litúrgico.

De aquí que, cuando en el siglo II, la Iglesia comenzó a celebrar anualmente el misterio pascual de Cristo, advirtiera la necesidad de una preparación adecuada, por medio de la oración y el ayuno, según el modo prescrito por el Señor. Surgió así la piadosa costumbre del ayuno infrapascual del viernes y sábado previos al domingo de pascua.


La primitiva celebración de la pascua anual conoció la praxis de un ayuno el vienes y sábado previos al domingo de dicha conmemoración. A esta práctica podría aludir la Traditio Apostolica, documento de comienzos del siglo III, cuando exige que los candidatos al bautismo ayunen el viernes y transcurran la noche del sábado en vela.

Por otra parte, en el siglo III la Iglesia de Alejandría, de hondas relaciones con la sede romana, vivía ya una semana de ayuno previo a las fiestas pascuales.
De todos modos, como en otros ámbitos de la vida de la Iglesia, habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros testimonios de una estructura orgánica de este litúrgico. 
En la formación y desarrollo de la institución cuaresmal, influyeron las exigencias del catecumenado y de la disciplina penitencial canónica. Como el periodo de preparación intenso para recibir los sacramentos de iniciación o reconciliación se prolongaba durante seis semanas y duraba cuarenta días, recibió el nombre de quadragesima o cuaresma.

Hacia finales del siglo V, el miércoles y viernes previos al primer domingo cuaresmal comenzaron a celebrarse como si formaran parte del periodo penitencial. Dicho miércoles, los penitentes, por la imposición de la ceniza, ingresaban en el ordo regulado por la disciplina canónica. Cuando esa institución litúrgica desapareció, el rito se extendió a toda la comunidad de fieles: tal es el origen del miércoles de ceniza.
Con el correr de los siglos, se hizo perceptible un proceso de alargamiento del periodo cuaresmal. Tal praxis de anticipación del ayuno no es exclusivamente romana, pues se encuentra también en Oriente y en otras iglesias occidentales. Probablemente se trate de una práctica originada en la ascesis monástica. En cualquier caso, durante el siglo VI, la semana precedente al primer domingo de cuaresma se dedicaba en Roma, ya por entero, a la preparación pascual.
El significado teológico de la cuaresma es muy rico y profundo
Toda la tradición occidental inicia la cuaresma con la proclamación del evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto: el periodo cuaresmal constituye, por ello, una experiencia de desierto, que como en el caso del Señor se prolonga durante cuarenta días.

Otros simbolismos bíblicos enriquecen el número cuarenta. Así, la cuarentena evoca la idea de preparación para la misión recibida por la propia vocación: cuarenta días de Moisés y Elías previos a su encuentro con Yahvé; cuarenta días empleados por Jonás para alcanzar la penitencia y el perdón; cuarenta días de ayuno de Jesús antes de comenzar su ministerio público... En este sentido, la cuaresma es un periodo de preparación para la celebración de las solemnidades pascuales mediante los sacramentos de iniciación o de reconciliación.
Por último, la cuarentena es una expresión de la historia presente antes de la definitiva llegada del Reino. Así lo manifiestan los cuarenta años de peregrinación del pueblo de Israel por el desierto del Sinaí. Pero si bien ninguno de los israelitas, ni siquiera Moisés, pudo superar la prueba y entrar en la tierra prometida, la Iglesia, en unión con Cristo, participará de su misterio pascual, compartiendo la experiencia de la victoria sobre la muerte y el pecado, para alcanzar al final de los tiempos la patria definitiva, el Reino de los cielos.
La reforma promovida por el concilio Vaticano II señala que la cuaresma posee una doble dimensión, bautismal y penitencial, y ha subrayado su carácter de tiempo de preparación para las solemnidades pascuales en un clima de atenta escucha de la palabra de Dios y oración incesante: «puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la palabra de Dios y a la oración, para que celebren el misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o preparación del bautismo y mediante la penitencia, dése particular relieve en la liturgia y en la catequesis litúrgica al doble carácter de dicho tiempo».
La primera tarea emprendida para llevar a cabo las intenciones conciliares consistió en devolver a la cuaresma su simplicidad original. De este modo, se suprimieron los domingos de septuagésima, sexagésima y quincuagésima y, también, el denominado tiempo de pasión, que comenzaba el quinto domingo cuaresmal. El nuevo calendario romano sitúa a la cuaresma como un periodo de seis semanas, comprendido entre el miércoles de ceniza y la Misa in cena domini de la tarde del jueves santo (6). Así, el periodo de preparación para la pascua queda constituido por un periodo de cuarenta días, con una estructura clara y homogénea.
El leccionario cuaresmal fue ampliado y mejorado. Las lecturas veterotestamentarias de los cinco primeros domingos recuerdan las grandes etapas del camino de la humanidad hacia la pascua de Cristo: las grandes alianzas, la posesión de la tierra prometida y el anuncio profético. 
El evangelio de los dos primeros domingos refleja, por otra parte, la tradición romana, que los ha reservado desde tiempo inmemorial a las tentaciones de Jesús en el desierto y a la transfiguración, según los textos de los sinópticos. 


Para los tres domingos siguientes, el ciclo A ha quedado ligado al catecumenado, ya que incluye los evangelios de la catequesis bautismal: revelación de Jesús a la samaritana, curación del ciego de nacimiento, y resurrección de Lázaro. El ciclo B, por el contrario, se ocupa de la restauración del mundo en la nueva alianza sellada por la exaltación de Cristo en la cruz; mientras que el ciclo C invita a la conversión y a la penitencia, manifestando la misericordia de Dios.

La última semana del periodo cuaresmal ha gozado desde antiguo en la Iglesia de una particular relevancia: semana santa o gran semana. En su origen se encuentra el influjo de la liturgia jerosolimitana, la primera que historificó los acontecimientos que precedieron inmediatamente a la pasión de Cristo. En su transcurso, la Iglesia recuerda los últimos días de la vida del Señor. Inicia con el sexto domingo de cuaresma, más conocido como domingo de ramos en la pasión del Señor, que conmemora su entrada gloriosa en Jerusalén, como presagio de su triunfo pascual, y el anuncio de su pasión.
La doble denominación y contenido de la fiesta proviene del encuentro de dos celebraciones distintas, una romana (la pasión) y otra jerosolimitana (ingreso triunfal en la ciudad santa).  El periodo cuaresmal concluye la mañana del jueves santo con la misa crismal que el obispo concelebra con su presbiterio. Esta misa manifiesta la comunión del obispo con sus presbíteros en el único e idéntico sacerdocio y ministerio de Cristo. Durante la celebración se bendicen los santos óleos y se consagra el crisma.

2/24/15

¿Qué hace el Papa durante sus ejercicios espirituales?

Zenit.org


En la primera meditación, escuchan el ejemplo de Elí­as en las las periferias y las fronteras geográficas y existenciales.

Escuchar y rezar. Estas serán las dos actividades principales que ocuparán la agenda del santo padre Francisco durante esta semana. En los próximos días no habrá discursos del Pontífice, ni catequesis, homilías o videomenajes. No recibirá jefes de Estado, ni fieles y peregrinos venidos a Roma para saludarle. Hasta el próximo viernes el Papa permanecerá en silencio y dedicará su tiempo solo para Dios.Y es que Francisco y la Curia romana se han alejado del trabajo cotidiano y de las tareas diarias de la Santa Sede para retirarse al inicio de este tiempo de Cuaresma. De este modo, desde el domingo 22 hasta el viernes 27 de febrero residirán en la casa Divin Maestro en la localidad italiana de Ariccia. Como cualquier cristiano, en el silencio propio de unos ejercicios espirituales, dedicarán estos cinco días a la oración y a escuchar las predicaciones correspondientes. En esta ocasión el predicador será el padre Bruno Secondin y el tema “Servidores y profetas del Dios viviente”.
Antes de dejar Roma, en el ángelus del domingo por la mañana el Santo Padre encomendó a María los ejercicios espirituales y pidió oraciones para que “en este desierto, entre comillas, que son los ejercicios, podamos escuchar la voz de Jesús y también corregir tantos defectos que todos nosotros tenemos, y también hacer frente a las tentaciones que cada día nos atacan”.
¿Y cuál será el horario del Santo Padre durante estos días?
El domingo por la tarde iniciaron a las 18.00 con la adoración eucarística y el rezo de las vísperas. A continuación el predicador hizo una introducción al tema que les guiará durante los ejercicios. Esta primera charla fue una invitación a “salir del propio pueblo”.
De lunes a jueves el horario será:
7.30 Laudes
9.30 Meditación
Misa
16.00 Meditación
Adoración Eucarística
Vísperas

El viernes celebrarán la eucaristía a las 7.30 y se concluirá a las 9.30 para regresar al Vaticano.
REFLEXIÓN 1
La recomendación a entrar en la “escuela de la misericordia” como Elías y su ejemplo conduce una “vida de periferia”. Tal y como publica hoy este lunes en Osservatore romano, éste ha sido el centro de la primera meditación de la mañana del lunes 23 sobre el tema: “Vé a Oriente, escóndete: retornar a las raíces”.
El predicador ha propuesto algunas preguntas como examen de conciencia personal. Además ha recomendado “apegarse a la Palabra de Dios” e intentar encontrar esta “gran riqueza” haciéndose discípulos, dejándose plasmar y no distrayéndose. Y de esta forma vivir la experiencia del retiro como “una sinfonía”, una “verdadera y propia inmersión total”, para ser “habitados y absorbidos por esta propuesta”.
Siguiendo en la relectura de Elías, el predicador ha resaltado “la geografía”: él “combate en muchos frentes” y se mueve hacia los centros de poder pero sobre todo hacia las periferias. Por eso, ha explicado el padre Bruno, estamos frente a una “geografía que habla” porque Elías nos lleva a frecuentar “las periferias y las fronteras geográficas y existenciales” poniéndonos también frente a “los problemas más interiores”. Sin olvidar, ha añadido, “la fragilidad y la vulnerabilidad” de Elías.
Pero para comprender por completo la misión del profeta es necesario enmarcarlo en su contexto histórico. De esta forma se debe considerar su ser originario de “una zona periférica, con una religiosidad tradicional y menor bienestar”. Por eso, ha explicado el predicador, su “rabia”, su fuerte reacción, esconden la constatación de la “depravación religiosa y social” creadas por los nuevos escenarios introducidos en Israel en los sistemas de comercio, de defensa militar pero también en el campo de la agricultura. Y esta situación, el Dios viviente termina por ser considerado bueno solo para “pueblos atrasados”. De aquí la dura reacción de Elías. Y Dios hace sentir su voz, ordenando a Elías marcharse. La realidad, ha recordado el padre Secondin, es que “Elías no sustituye a Dios pero debe ser conducido por la palabra” debe “escuchar, obedecer” y “dejar que Dios sea su Dios”.
El objetivo es “hacer del amor de Dios el centro de la propia existencia” sin tratar de hacer “precipitar las cosas” apuntado hacia el resultado inmediato: cuenta sin embargo fiarse de Dios que, por otra parte, ya ha pensado al hombre con afecto. Dios le pide a Elías despojarse del propio proyecto, aprender a obedecer dejando hacer a Él. Y Dios “habla poco y en voz baja”, por eso para escuchar es necesario dejar de lado los chismorreos.
Para concluir la predicación, el padre Bruno ha propuesto algunas preguntas, sugeridas precisamente de la actitud de Elías: ¿he perdido la paciencia en algún momento? ¿He hablado claro o por detrás, murmurando y alimentando los chismorreos? ¿Abrazo una sobriedad sana y serena, hecha de recursos sencillos? ¿O me dejo tentar por el despilfarro en la vida que llevo, en las cosas que me rodean, en la forma de vestir? ¿Conservo la alegría y la frescura del primer amor o se ha desvanecido del todo? ¿Conozco la vida de la periferia o me gusta estar al centro de la atención y honores?  ¿Confío en la providencia o soy fanático de la programación y del resultado? Y por último, entre estas idolatrías, el predicador ha advertido sobre una religiosidad “torpe” y sincretista que pretende juntar todo un poco.

2/23/15

No tengamos miedo de la confesión

'Palabra y Vida' del arzobispo de Barcelona Lluís Martínez Sistach



Los cristianos hablamos a menudo de la necesidad de convertirnos a Dios. La Cuaresma es un tiempo propicio para la conversión y para prepararnos mejor a celebrar la Pascua. Nos cuesta aceptar con realismo la existencia del pecado en el mundo y en cada uno de nosotros. En este sentido, el tiempo cuaresmal es una llamada a la sinceridad, a reconocer que somos pecadores.
Sin embargo, ser cristiano nos pide no permanecer sólo en la conciencia de que somos pecadores. El conocimiento y la participación en la vida de Cristo –por la fe y los sacramentos de la fe– es el mejor camino para conocer a Dios y para conocernos verdaderamente a nosotros mismos. El genio de Pascal escribió en uno de sus Pensamientos –el que lleva el número 75 en la edición de Chevalier–: "El conocimiento de Dios sin el de nuestra miseria humana engendra orgullo. El conocimiento de nuestra miseria sin el de Dios engendra desesperación. El conocimiento de Jesucristo es el camino: en él conocemos a Dios y nuestra miseria." En la oración del padrenuestro pedimos perdón a Dios por nuestros pecados: "Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal".
En este tiempo de Cuaresma somos invitados tanto a reconocer que somos pecadores como a acoger el perdón de Dios. Siempre, pero hoy aún más, nos cuesta acercarnos al sacramento de la penitencia para conseguir la gracia de Dios y reconciliarnos con Él. Tenemos que renovar la conciencia de que Dios siempre perdona al pecador arrepentido. Confesarse es siempre un acto de humildad, pero es un gesto sumamente coherente con nuestra fe y nos hace humanamente y sobre todo cristianamente mejores. ¿Quién no recuerda la maravillosa parábola del fariseo y del publicano que leemos en el evangelio?
Es muy elocuente el ejemplo que nos da, en este sentido, nuestro papa Francisco, que manifestó a los fieles -hablando de este sacramento-que el Papa también se confiesa a menudo. El perdón de Dios -dijo- se nos da en la Iglesia, se nos transmite a través del ministerio de un hermano nuestro, el sacerdote, que es un hombre que, como nosotros, también tiene necesidad de la misericordia. Por eso los sacerdotes deben confesarse, y también todos los obispos: todos somos pecadores”. Y pasando al testimonio personal, Francisco añadió: "Incluso el Papa se confiesa cada quince días, ¡porque el Papa también es un pecador! El confesor escucha lo que yo le digo, me aconseja y me perdona, porque todos tenemos necesidad de este perdón". Y resumió su mensaje diciéndonos: "¡No tengamos miedo de la confesión!"
El sacramento de la reconciliación y el de la unción de los enfermos son dos sacramentos de curación y brotan directamente del misterio pascual. Así lo pone de relieve el hecho de que fuera la noche del mismo día de Pascua cuando el Señor se apareció a los discípulos reunidos en el cenáculo y los saludó con las palabras: "Paz a vosotros". Entonces sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a todos aquellos a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados".

2/22/15

'Nuestro corazón se debe convertir al Señor'

El Papa en el Ángelus



"Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
El miércoles pasado, con el rito de las Cenizas, ha comenzado la Cuaresma y hoy es el primer domingo de este tiempo litúrgico que se refiere a los cuarenta días transcurridos por Jesús en el desierto, después del bautismo en el río Jordán. San Marcos escribe en el Evangelio de hoy: “En seguida el Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras y los ángeles lo servían” (1, 12-13). Con estas descarnadas palabras el evangelista describe la prueba afrontada voluntariamente por Jesús, antes de iniciar su misión mesiánica. Es una prueba de la cual el Señor sale victorioso y que lo prepara a anunciar el Evangelio del Reino de Dios. Él, en aquellos cuarenta días de soledad, se enfrentó a Satanás “cuerpo a cuerpo”, desenmascaró sus tentaciones y lo venció. Y en Él hemos vencido todos, pero a nosotros nos toca proteger en nuestro cotidiano esta victoria.
La Iglesia nos hace recordar tal misterio al comienzo de la Cuaresma, porque ello nos da la perspectiva y el sentido de este tiempo, que es tiempo de lucha --en la Cuaresma se debe luchar-- un tiempo de lucha espiritual contra el espíritu del mal (cfr. Oración colecta del Miércoles de Ceniza). Y mientras atravesamos el ‘desierto’ cuaresmal, tenemos la mirada dirigida hacia la Pascua, que es la victoria definitiva de Jesús contra el maligno, contra el pecado y contra la muerte. He aquí entonces el significado de este primer domingo de Cuaresma: volver decididamente al camino de Jesús, el camino que conduce a la vida. Mirar a Jesús, qué ha hecho Jesús e ir con Él.
Y este camino de Jesús pasa a través del desierto. El desierto es el lugar en el cual se puede escuchar la voz de Dios y la voz del tentador. En el ruido, en la confusión, esto no se puede hacer; se escuchan sólo las voces superficiales. En cambio, en el desierto, podemos bajar en profundidad, donde se juega verdaderamente nuestro destino, la vida o la muerte. ¿Y cómo escuchamos la voz de Dios? La escuchamos en su Palabra. Por esto es importante conocer las Escrituras, porque de otra manera no sabemos responder a las insidias del maligno. Y aquí quisiera volver sobre mi consejo de leer cada día el Evangelio: cada día leer el Evangelio, meditarlo un poquito, diez minutos, y llevarlo también siempre con nosotros, en el bolsillo, en el bolso… Tener siempre el Evangelio a mano. El desierto cuaresmal nos ayuda a decir no a la mundanidad, a los ‘ídolos’, nos ayuda a hacer elecciones valientes conformes al Evangelio y a reforzar la solidaridad con los hermanos.
Entonces, entremos en el desierto sin miedo, porque no estamos solos, estamos con Jesús, con el Padre y con el Espíritu Santo. Es más, como sucedió con Jesús, es precisamente el Espíritu Santo el que nos guía en el camino cuaresmal, aquel mismo Espíritu descendido sobre Jesús y que nos ha sido donado en el Bautismo. La Cuaresma, por lo tanto, es un tiempo propicio que debe conducirnos a tomar siempre más conciencia de cuánto el Espíritu Santo, recibido en el Bautismo, ha obrado y puede obrar en nosotros. Y al final del itinerario cuaresmal, en la Vigilia Pascual, podremos renovar con mayor conciencia la alianza bautismal y los compromisos que de ella se derivan.
La Virgen Santa, modelo de docilidad al Espíritu, nos ayude a dejarnos conducir por Él, que quiere hacer de cada uno de nosotros una “nueva criatura”.
A Ella confío, en particular, esta semana de Ejercicios Espirituales que iniciará esta tarde y en la cual participaré junto con mis colaboradores de la Curia Romana. Rezad para que en este desierto, entre comillas, que son los Ejercicios podamos escuchar la voz de Jesús y también corregir tantos defectos que todos nosotros tenemos, y también hacer frente a las tentaciones que cada día nos atacan. Os pido, por lo tanto, que nos acompañéis con vuestra oración".
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración del ángelus:
Angelus Domini nuntiavit Mariae...
Al concluir la plegaria, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Pontífice:
"Queridos hermanos y hermanas,
dirijo un cordial saludo a las familias, a los grupos parroquiales, a las asociaciones y a todos los peregrinos de Roma, de Italia y de diversos países.
Saludo a los fieles de Nápoles, Cosenza y Verona, y a los chicos de Seregno venidos para la profesión de fe".
El Obispo de Roma explicó también el contenido de un libro de bolsillo que regaló a los fieles que asistieron al Ángelus en la plaza de San Pedro:
"La Cuaresma es un camino de conversión que tiene como centro el corazón. Nuestro corazón se debe convertir al Señor. Por eso, en este primer domingo, he pensado en regalaros a quienes estáis aquí en plaza, un pequeño libro de bolsillo titulado “Custodia el corazón”. Es este. 
Este libro recopila algunas enseñanzas de Jesús y los contenidos esenciales de nuestra fe, como por ejemplo los siete Sacramentos, los dones del Espíritu Santo, los diez Mandamientos, las virtudes, las obras de misericordia, etc.
Ahora lo distribuirán los voluntarios, entre los cuales hay muchas personas 'sin techo', que han venido en peregrinación. Y como siempre, también hoy aquí en la plaza, aquellos que están en necesidad son los mismos que nos traen una gran riqueza, la riqueza de nuestra doctrina, para custodiar el corazón.
Tomad un libro cada uno y llevarlo con vosotros, como ayuda para la conversión y el crecimiento espiritual, que parte siempre del corazón: allí donde se juega la partida de las elecciones cotidianas entre el bien y mal, entre la mundanidad y el Evangelio, entre la indiferencia y el compartir.
La humanidad necesita justicia, paz, amor y solo los podrán tener volviendo con todo el corazón a Dios, que es la fuente de todo esto. Tomad el libro, y leedlo".
Como de costumbre, el papa Francisco concluyó su intervención diciendo:
"Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, especialmente en esta semana de Ejercicios, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!"

2/21/15

Cuaresma: lucha contra Satanás

Mons. Demetrio Fernández, obispo de Córdoba



Hay quienes prefieren pensar que el demonio no existe, que es un mito o un “cuento chino” para asustar a las conciencias delicadas o para controlar a los pusilánimes. Peor para ellos. El demonio existe y mantiene una lucha sin cuartel, intentando continuamente apartarnos de Dios con engaños, mentiras y señuelos. El demonio a veces da la cara abiertamente y otras lo hace camuflándose. Es maestro de la mentira y tiene un arte especial para engañar a cualquiera. “Es mentiroso y padre de la mentira” (Jn 4,44). Cuando quieres darte cuenta, ya te ha enredado, porque es más listo que nosotros.
Jesús, al comenzar su vida pública y su ministerio de predicación del Reino, después de haber sido ungido con por el Espíritu Santo en el bautismo, se retira al desierto para emprender una la lucha cuerpo a cuerpo contra Satanás. Por algo será. Con ello, Jesús nos está diciendo que esta lucha es una de las tareas más importantes que el hombre tiene que afrontar en la tierra, y llegada la cuaresma se nos invita a intensificar este aspecto de nuestra vida, la lucha contra Satanás.
Jesús lo venció en la fidelidad a la Palabra de Dios. La cuaresma es tiempo de oración más abundante, de escucha de la Palabra, de ajuste de nuestra vida a esa Palabra. Toma el evangelio de cada día, léelo, medítalo y te servirá de alimento cotidiano de la fe. “Quien no hace oración no necesita demonio que le tiente”, dice santa Teresa de Jesús. Jesús lo venció con el ayuno y la penitencia. “Este tipo de demonios sólo se expulsan con la oración y el ayuno” (Mc 9,29), recuerda Jesús a sus discípulos cuando encuentran una fuerte oposición al mensaje evangélico y se le resisten los demonios más duros. Jesús lo venció con la misericordia. Aparecen pasajes evangélicos en los que el demonio tenía prisioneros a los endemoniados, y Jesús se compadece de estos con su sola palabra y con todo su poder.
Si quitamos del Evangelio la lucha de Jesús contra Satanás, eliminaríamos una parte importante de su misión. Cuando nosotros no prestamos atención a este enemigo, él nos va comiendo terreno poco a poco hasta que logra apartarnos de Dios. Es curioso que en una época como la nuestra en que tanta gente vive apartada de Dios, considerándose así más liberados de toda dependencia, haya crecido notablemente el influjo del demonio de una manera directa o indirecta en tanta gente. Nuestra diócesis de Córdoba cuenta con algunos sacerdotes encargados por el obispo especialmente este ministerio: expulsar al demonio de quienes padecen posesión o influjo diabólico. Estos sacerdotes son exorcistas.
Una de las acciones del demonio y de nuestro egoísmo, y que el Papa denuncia en su mensaje de cuaresma de este año, es la globalización de la indiferencia. Son tantos y tan grandes los problemas que nos rodean, ante los cuales nuestro egoísmo y comodidad procura desentenderse, que la tentación más cómoda es pasar indiferentes ante tales problemas. El Papa nos alerta de este desafía de nuestro tiempo. Realmente no podemos arreglar los grandes problemas que nos rodean, pero sí podemos dar nuestra aportación, grande o pequeña. La cuaresma es tiempo de conversión, y ha de serlo especialmente en este campo: no pasar indiferentes ante las necesidades de los demás. “Cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia”, nos dice el Papa en este mensaje cuaresmal.
Oración, ayuno y misericordia: los tres pilares de la cuaresma que nos preparan para la Pascua. Poner a punto nuestra vida cristiana, desplegar todas sus virtualidades, aspirar sinceramente a la santidad que Dios pone a nuestro alcance, salir al encuentro del hermano que sufre y necesita mi atención, privarme de lo superfluo e incluso de lo necesario para compartir con los demás, intensificar la oración. Nos ponemos en camino hacia la Pascua, y la primera tarea es desenmascarar al demonio, como hizo Jesús retirándose al desierto al inicio de su ministerio.
Dios nos conceda a todos una santa cuaresma, que nos renueve profundamente y nos prepare a la Santa Pascua.
Con mi afecto y mi bendición:

El camino de la Cuaresma es doble: con Dios y con el prójimo

Homilía del Papa ayer en Santa Marta


El pueblo se queja ante el Señor porque no escucha sus ayunos, acabamos de leer en Isaías (cfr. 58,1-9a). Hay que distinguir entre lo formal y lo real. Para el Señor, no es ayuno no comer carne, y luego pelearse y abusar de los obreros. Por eso, Jesús condena a los fariseos, porque cumplen muchas observancias exteriores, pero sin la verdad del corazón. El ayuno que quiere Jesús, en cambio, es el que abre las prisiones injustas, hace saltar los cerrojos de los cepos, deja libres a los oprimidos, …parte el pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que desnudo y no cierra a su propia carne (cfr. Ibidem.) Ese es el ayuno auténtico, que no es solo exterior, de observancia externa, sino un ayuno que sale del corazón.
En las tablas de la Ley se recogen tanto las leyes respecto a Dios como las leyes respecto al prójimo, y las dos van juntas. No puedo decir: Yo cumplo los tres primeros mandamientos, y los otros… más o menos. No, si no cumples éstos, no cumples aquellos, y si cumples éstos, tienes que cumplir los otros. Van unidos: el amor a Dios y el amor al prójimo son una unidad y si quieres hacer penitencia real y no formal, debes hacerla ante Dios y también con tu hermano, con el prójimo.
Se puede tener mucha fe, pero —come dice el Apóstol Santiago— ¿de qué sirve si uno dice que tiene fe, y no tiene obras? (Sant 2,14). Así, si uno va a Misa todos los domingos y comulga, se le puede preguntar: ¿Cómo es el trato con tus empleados? ¿Les pagas en negro? ¿Les pagas el salario justo? ¿Estás pagando la Seguridad Social y el seguro médico? ¡Cuántos hombres y mujeres tienen fe, pero separan las tablas de la Ley! ¡Sí, sí, yo cumplo! Pero, ¿das limosna? Sí, sí, siempre hago un donativo a la Iglesia. Ah, bueno, eso está bien, pero, ¿en tu Iglesia, en tu casa, con los que dependen de ti —ya sean hijos, abuelos o empleados—, eres generoso, eres justo? ¡No puedes dar donativos a la Iglesia si no eres justo con tus empleados! Eso es un pecado gravísimo: ¡es usar a Dios para tapar una injusticia! Y eso es lo que el profeta Isaías, en nombre del Señor, nos dice hoy: no es un buen cristiano el que no hace justicia con las personas que dependen de él. Ni es buen cristiano el que no se desprende de algo necesario para dárselo a otro que le haga falta.
El camino de la Cuaresma es, pues, doble: con Dios y con el prójimo: o sea real, no meramente formal. No es no comer carne los viernes, o dar algo, pero luego ser egoísta, explotar al prójimo o ignorar a los pobres. Hay quien, si necesita curarse, va al hospital y, como es socio de una mutua, le atienden enseguida. Eso es bueno: ¡dale gracias a Dios! Pero, dime, ¿has pensado en los que no tienen esa prestación social en el hospital y, cuando llegan, tienen que esperar 6, 7, 8 horas, incluso para una urgencia? Hay gente aquí, en Roma, que vive así, y la Cuaresma sirve para pensar en ellos: ¿qué puedo hacer por los niños, por los ancianos, que no tienen la posibilidad de ser atendidos por un médico, y que quizá esperan ocho horas y luego les dan cita para no se sabe cuándo? ¿Qué haces por esa gente? ¿Cómo será tu Cuaresma? —Bueno, ¡gracias a Dios, yo tengo una familia que cumple los mandamientos, y no tenemos problemas. Ya, pero, en esta Cuaresma, ¿en tu corazón hay sitio para los que no han cumplido los mandamientos, para los que se han equivocado y están en la cárcel? —¡Con esa gente no!  Pues mira: ellos están encerrados, y si tú no estás en la cárcel es porque el Señor te ha ayudado a no caer. ¿En tu corazón caben los encarcelados? ¿Rezas por ellos, para que el Señor les ayude a cambiar de vida?
Confírmanos, Señor, en el espíritu de penitencia con que hemos empezado la Cuaresma, y que la austeridad exterior que practicamos vaya siempre acompañada por la sinceridad de corazón, le hemos pedido. ¡Pues que el Señor nos conceda esta gracia!