8/31/16

23º domingo del tiempo ordinario -Ciclo C-


P. Antonio Rivero, L.C. 
Textos: Sap 9, 13-18; File 9b-10.12-17; Lc 14, 25-33

Idea principal: ¿Qué es la verdadera sabiduría cristiana?
Síntesis del mensaje: Es de sabios conocer la voluntad de Dios (1ª lectura). Es de sabios antes de construir un futuro o de llevar a cabo un proyecto el sentarse y ver si tenemos las fuerzas, las cualidades, los medios (evangelio). Es de sabios reconocer que todo lo humano es caduco (Salmo). Es de sabios cobijarse a la sombra de Dios que nos enseña a calcular nuestros años para adquirir ese corazón sensato (Salmo). Es de sabios saber por qué hay que abolir la esclavitud (2ª lectura). En resumen, es de sabios dar a cada cosa su importancia y poner los medios oportunos para conseguir los fines que nos proponemos, como hombres y como cristianos.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, ¿qué es la sabiduría? No es la simple erudición, ni el conocimiento obtenido mediante la investigación profundizada y metódica en un determinado campo. La sabiduría es un saber especial que implica cierta experiencia y dilección, gusto; un saborear lo que uno conoce (sápere, en latín, significa tener sabor de, gustar). Por tanto, la sabiduría propiamente dicha no tiene por objeto la ciencia de las cosas temporales, sino todo lo relacionado con Dios y el destino eterno del hombre. Es un saber gustativo, pero también operativo, o sea orientado a la acción. La sabiduría exige ser traducida en elecciones concretas de vida, como veremos más tarde.
En segundo lugar, analicemos ahora la sabiduría cristiana. Esta sabiduría elige a Jesús como Maestro y Señor. Elección que también es adhesión, no tanto de la cabeza cuanto del corazón, de toda la persona. No elegimos la doctrina de Jesús, sino a Jesús. Elección que compromete toda nuestra existencia. Elección que implica también renunciar a todo por Jesús, como nos dice el evangelio de hoy. Cuando compiten dos patrones: Jesús o las riquezas, Jesús o el placer, Jesús o la carrera, Jesús o nosotros mismos…quien tiene esta sabiduría cristiana sabe a quién elegir. Lo mismo para otros casos en los cuales están en juego la justicia, la verdad y la moral. Hoy hay mil posibilidades de optar por esta sabiduría cristiana o también por la sabiduría mundana que nos la ofrecen en platillos de oro los grandes de esta tierra. Sabiduría ésta mundana que Santiago apóstol en su carta define como: terrenal, animal y diabólica (3, 15). Ahora sí nos explicamos todo lo relacionado a la camuflada ingeniería genética, los locos experimentos de híbridos de seres humanos y animales, con la excusa de investigar para acabar con enfermedades, como se hizo con la fracasada investigación con células madre embrionarias. Ya en algunos países se ha levantado el veto para este tipo de experimentos; pueden hacerlos. ¿Es sabiduría proponer ahora otro tipo de familias y matrimonios, distintos al plan de Dios? ¿Es sabiduría proponer otro tipo de Iglesia –con sus nuevos dogmas acordes a la mentalidad relativista que hoy campea- distinta a la que Jesús fundó y que defendió la Tradición de la Iglesia durante 21 siglos? Esta sabiduría cristiana sabe poner a Dios en el centro de la vida, de la familia, del trabajo y carrera. Esta sabiduría nada hace sin antes consultar a Dios en la oración para saber lo que se debe hacer, cuáles son las fuerzas y debilidades.
Finalmente, con esta sabiduría cristiana podremos entender lo que Jesús nos dice en el evangelio de hoy: tenemos que amar a Dios antes que a nuestros padres y parientes; y si hay que escoger entre Dios y la familia, preguntemos qué hizo santo Tomás Moro, primer ministro del rey inglés Enrique VIII, allá por el siglo XVI. Comprenderemos también cómo llevar la cruz todos los días y renunciar a todo, si Cristo nos lo pide. Con esta sabiduría podremos echar cuentas exactas y calcular los gastos para construir la torre de la fidelidad matrimonial, de la honestidad profesional y laboral. Con esta sabiduría pondremos cimientos sólidos y macizos en nuestra vida para que nuestra casa no se derrumbe cuando vengan las tempestades, los terremotos, los sismos, propios del devenir humano. Con esta sabiduría sabremos si tenemos músculos fornidos y resistentes para dar batalla a los enemigos de nuestra alma y de los valores humanos y cristianos. Con esta sabiduría es fácil tratar a todos como hermanos, y no como esclavos (2ª lectura). Con esta sabiduría entenderemos cómo todo es pasajero, toda hierba se seca y todos volveremos al polvo (Salmo).
Para reflexionar: Santiago nos da estas cualidades de la verdadera sabiduría: “es pura, pacífica, indulgente, dócil, llena de misericordia y de buenos frutos, sin parcialidad, sin hipocresía” (3, 17). ¿Qué sabiduría rige mi vida: la cristiana o la mundana? ¿Qué estoy ganando, si aplico mis oídos a la sabiduría mundana? ¿Qué he cosechado al hacer caso a la sabiduría cristiana?
Para rezar: con el Salmo de hoy recemos: Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría” (90, 12). Es de sabios rezar con la Iglesia: “ayúdanos, Señor, a valorar con sabiduría los bienes de la tierra, siempre orientados hacia los bienes eternos”. Ya no despreciar, sino valorarlos.

‘Seguir el ejemplo de Jesús y acercarse a quien está solo’

El Papa en la Audiencia General


El papa Francisco realizó hoy la audiencia habitual de los miércoles en el Vaticano, después de haber recorrido los pasillos de la Plaza de San Pedro en el jeep abierto, saludando y bendiciendo a los peregrinos, en particular a los niños y enfermos.
En sus palabras en español con un resumen de la catequesis, el Santo Padre señaló que en el evangelio que acababan de leer, “una mujer que sufría flujos de sangre se abrió paso entre la multitud para tocar el borde del manto de Jesús. Estaba convencida de que Jesús era el único que podía liberarla de su enfermedad y de la marginación que sufría desde hacía bastante tiempo”.
“Cuando la mujer –precisó el Papa– tocó el manto, Jesús se volvió hacia ella y la miró con ternura y misericordia. Fue un encuentro personal, un encuentro de acogida, en el que Jesús alabó su fe sólida, capaz de superar cualquier obstáculo y adversidad”.
Porque Jesús “no sólo la curó de su dolencia, sino que la libra de sus temores y complejos, le restituye su dignidad y la reintegra en la esfera del amor misericordioso de Dios”.
“Jesús es la fuente de todo bien y de él nos viene la salvación; nosotros debemos acogerlo con fe viva y auténtica, como demostró tener esa mujer”, dijo. Concluyó saludando a los peregrinos de lengua española, “en particular a los venidos de España y Latinoamérica”.
E invitó a que “el ejemplo de Jesús nos ayude a salir al encuentro de quien está solo y necesitado, para llevar su misericordia y ternura, que sana las heridas y restablece la dignidad de hijos de Dios. Muchas gracias”.
Después de los saludos en diversos idiomas y a las delegaciones presentes, la audiencia concluyó con el canto del Pater Noster y la bendición de los presentes y de los objetos de piedad.

El Tiempo de la Creación: un momento de oración ecuménica

Existe una simetría entre cuidar la creación y el prójimo necesitado

El respeto y la contemplación de la creación son una preocupación común de las Iglesias cristianas. El Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) y la Conferencia de las Iglesias europeas (CEC), en ocasión de la Jornada de la Creación, pidieron “oraciones comunes y reforzar el trabajo ecuménico en favor de la salvaguardia de la creación”.
En un comunicado firmado por los secretarios generales de los dos entes, los obispos subrayan que “de acuerdo al evangelio, la responsabilidad hacia el ambiente nunca puede ser separada de la responsabilidad hacia los otros seres humanos: hacia nuestro prójimo, hacia los pobres o los olvidados, todo esto en un verdadero espíritu de solidaridad y de amor”.
“Respetar la creación –prosigue el comunicado– no significa solamente proteger y cuidar la tierra, el agua y los otros componentes del mundo natural. Consiste también en expresar el respeto por los otros seres humanos que comparten estos dones y son también responsables de los mismos”.
“Por lo tanto –añaden los obispos europeos– junto a todos los cristianos, nos esforzamos con alegría para dar testimonio de Jesucristo ‘porque por medio de él han sido creadas todas las cosas, las que están en el cielo y aquellas sobre la tierra’. (Col 1,16)”.
La CCEE y la CEC recuerdan además “el pensamiento de Dietrich Bonhoffer, quien consideraba que el problema más grande que asecha nuestras Iglesias es el modo en el que vivimos nuestra vida cristiana delante de los desafíos culturales y contemporáneos”.
Esto significa –se lee en la misiva– que tenemos que ponernos en relación entre nosotros en el contexto del mundo en el que vivimos. Se trata de una definición original de ‘oikos’, que significa ‘la casa’. La ‘casa común’ que debemos cuidar está compuesta sea por el mundo natural que por las relaciones humanas”.
En la inminencia del Tiempo para la Creación, período especial en los calendarios litúrgicos en un número creciente de Iglesias en Europa, que va del 1 de septiembre al 4 de octubre, los obispos subrayan también “el don de la creación y nuestra relación con eso”.
“Tenemos que enfrentar desafíos urgentes por lo que se refiere al degrado ambiental y al cambio climático, y animados por la carta encíclica del papa Francisco Laudato si’, a reconocer nuestra responsabilidad compartida”.
Por todo ello los obispos europeos invitan calurosamente a “todos los cristianos europeos, a las Iglesias miembros de la KEK y las conferencias episcopales europeas, a las parroquias, las comunidades eclesiales y a cada persona de buena voluntad, a adherir al Tiempo de la Creación, que se celebrarán en el ámbito de las respectivas tradiciones litúrgicas y a apoyar la fe cristiana común en Dios Creador”.

¡Animo papa Francisco!

FELIPE ARIZMENDI ESQUIVEL

Abramos nuestro corazón a los caminos de misericordia y de verdad que el Papa nos propone
VER
Le están lloviendo críticas al buen Papa Francisco. No soportan su estilo sencillo de vida, su apertura misericordiosa a los alejados de la Iglesia, su relación con protestantes y musulmanes, su condena implacable al fetichismo del dinero, su opción tan definida y evangélica por los pobres y excluidos, su respeto por los de otra tendencia sexual, su insistencia en la necesidad de un cambio del sistema económico, su reforma de la Curia Romana, su cercanía a los migrantes, su insistencia en ir a las periferias, sus llamadas a la conversión de obispos y presbíteros, su apoyo a las justas luchas populares, su invitación a los jóvenes a hacer lío, su defensa de la madre y hermana tierra, su modo de hablar improvisado y no diplomático, que a veces se presta a malas interpretaciones o imprecisiones, etc.
Antes de su visita a los Estados Unidos de Norteamérica, una de las más influentes revistas de ese país lo ponía en su portada, con esta desconcertante pregunta: ¿El Papa Francisco es católico? No toleran su crítica implacable al capitalismo neoliberal, que tacha como injusto y generador de muerte.
Con ocasión de su próxima visita a Suecia, en octubre, por los 500 años de la reforma protestante, un sacerdote español, compañero mío en la Universidad Pontificia de Salamanca, recuerda todos los errores doctrinales y morales de Lutero, dando a entender que el Papa no los toma en cuenta y va allá casi a beatificarlo. No es eso. No hay que anclarse en el pasado, ni reducirnos a condenar a los diferentes, sino trabajar juntos por el Reino de Dios.
Pero lo que más le critican es lo que llaman su ambigüedad deliberada en el capítulo VIII de su Exhortación Amoris laetitia, sobre los casados por la Iglesia que se han divorciado y viven con otra pareja, a quienes quisieran que el Papa casi excomulgara y excluyera definitivamente de la posibilidad de recibir la comunión eucarística. Les parece que el Papa abre la puerta para que cometan sacrilegios y, con ello, contravendría la indisolubilidad del sacramento. Le adjudican una cambiante y relativa moral de situación. No es eso. ¡Hay que entender lo que el Papa anhela! Hablaremos de ello en otro momento.
PENSAR
Al inaugurar la asamblea de la diócesis de Roma, el pasado 16 de junio, dijo: “Mirar a nuestras familias con la delicadeza con las que las mira Dios, nos ayuda a poner nuestra conciencia en su misma dirección. Poner el acento en la misericordia nos sitúa ante la realidad de modo realista, pero no con un realismo cualquiera, sino con el realismo de Dios. Nuestros análisis son importantes, son necesarios y nos ayudarán a tener un sano realismo. Pero nada es comparable con el realismo evangélico, que no se queda en la descripción de las situaciones, de las problemáticas -menos aún del pecado- , sino que va siempre más allá y logra ver detrás de cada rostro, de cada historia, de cada situación, una oportunidad, una posibilidad. El realismo evangélico se compromete con el otro, con los demás, y no hace de los ideales y del ‘deber ser’ un obstáculo para encontrarse con los demás en las situaciones en las que están.
No se trata de no proponer el ideal evangélico; no, no se trata de esto. Al contrario, nos invita a vivirlo dentro de la historia, con todo lo que ello comporta. Y esto no significa no ser claros en la doctrina, sino evitar caer en juicios y actitudes que no asumen la complejidad de la vida. El realismo evangélico se ensucia las manos, porque sabe que trigo y cizaña crecen juntos, y el mejor trigo, en esta vida, estará siempre mezclado con un poco de cizaña.
Comprendo a aquellos que prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a algún tipo de confusión; los comprendo. Pero creo sinceramente que Jesús quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu esparce en medio de la fragilidad: una Madre que, en el momento mismo en que expresa claramente su enseñanza objetiva, no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de ensuciarse con el barro del camino. Una Iglesia capaz de asumir la lógica de la compasión hacia las personas frágiles y de evitar persecuciones o juicios demasiado duros e impacientes. El Evangelio mismo nos pide no juzgar y no condenar”.
ACTUAR
Pidamos al Espíritu Santo que ilumine y fortalezca a nuestro Papa Francisco, y abramos nuestro corazón a los caminos de misericordia y de verdad que nos propone.

Explica la importancia de la humildad

El Papa en el Ángelus del domingo


«¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El episodio del Evangelio de hoy nos muestra a Jesús en la casa de uno de los jefes de los fariseos, concentrado en observar cómo los invitados a almorzar se esforzaban por elegir los primeros lugares. Es una escena que hemos visto muchas veces: buscar el mejor lugar incluso ‘con los codos’.
Al ver esta escena, él narra dos breves parábolas con las cuales ofrece dos indicaciones: una se refiere al lugar, la otra se refiere a la recompensa.
La primera semejanza está ambientada en un banquete nupcial. Jesús dice: “Cuando te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: ‘Déjale el sitio’
Con esta recomendación Jesús no quiere dar normas de comportamiento social, sino una lección sobre el valor de la humildad. La historia nos enseña que el orgullo, el arribismo, la vanidad, la ostentación son la causa de muchos males. Y Jesús nos hace entender la necesidad que tenemos de elegir los últimos lugares, o sea, buscar la pequeñez y el ocultamiento: la humildad.
Cuando nos ponemos ante Dios en esta dimensión de humildad, entonces Dios nos exalta, se inclina hacia nosotros para elevarnos hacia él; “Porque todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado” (v. 11).
Las palabras de Jesús subrayan actitudes completamente diferentes y opuestas: la actitud de quien se elige su propio sitio y la actitud de quien se lo deja asignar por Dios y espera de Él la recompensa.
No lo olvidemos: ¡Dios paga mucho más que los hombres! ¡Él nos da un lugar mucho más bello de aquel que nos dan los hombres! El lugar que nos da Dios está cercano a su corazón y su recompensa es la vida eterna. “¡Serás bienaventurdado – dice Jesús, recibirás tu recompensa en la rela resurrección de los justos”.
Es lo que se describe en la segunda parábola, en la que Jesús indica la actitud de desinterés que debe caracterizar la hospitalidad, y dice: “Cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte!”.
Se trata de elegir la gratuidad en vez del cálculo oportunista que trata de obtener una recompensa, que busca el interés y que busca enriquecerse mucho más.
En efecto, los pobres, los sencillos, aquellos que no cuentan, jamás podrán retribuir una invitación a comer. Así Jesús demuestra su preferencia por los pobres y los excluidos, que son los privilegiados del Reino de Dios y transmite el mensaje fundamental del Evangelio que es servir al prójimo por amor a Dios.
Hoy Jesús se vuelve la voz de quien no tiene voz y dirige a cada uno de nosotros un llamamiento afligido a abrir el corazón y a hacer nuestros los sufrimientos y las angustias de los pobres, de los hambrientos, de los marginados, de los prófugos, de los derrotados por la vida, de cuantos son descartados por la sociedad y por la prepotencia de los más fuertes. Y estos descartados representan, en realidad, la mayor parte de la población.
En este momento, pienso con gratitud a los comedores donde tantos voluntarios ofrecen su servicio, dando de comer a personas solas, en dificultad, sin trabajo o sin casa.
Estos comedores y otras obras de misericordia –como visitar a los enfermos y a los encarcelados– son palestras de caridad que difunden la cultura de la gratuidad, porque cuantos trabajan en ellas están movidos por el amor de Dios y son iluminados por la sabiduría del Evangelio. De este modo el servicio a los hermanos se convierte en testimonio de amor, que hace creíble y visible el amor de Cristo.
Pidamos a la Virgen María que nos conduzca cada día por el camino de la humildad. Ella ha sido humilde toda su vida,  que nos haga capaces de gestos gratuitos de acogida y de solidaridad hacia los marginados, para llegar a ser dignos de la recompensa divina».
El papa Rezó el ángelus y después dirigió las siguientes palabras:
«Queridos hermanos y hermanas, deseo renovar mi cercanía espiritual a los habitantes del Lazio, de Le Marche y de Umbria, duramente golpeados por el terremoto de estos días.
Pienso en particular a la gente de Amatrice, Arquata, Pescara del Tronto y Norcia. Una vez más les digo a estas queridas poblaciones que la Iglesia comparte sus sufrimientos y sus preocupaciones. Recemos por los difuntos y por los sobrevivientes”.
La atención con la cual las autoridades, fuerzas del orden, protección civil y voluntarios están operando, demuestra cuanto sea importante la solidaridad para superar las pruebas dolorosas.
Queridos hermanos y hermanas, apenas posible también yo espero de ir a visitarlos, para llevarles personalmente el consuelo de la fe, el abrazo de padre y hermano y el apoyo de la esperanza cristiana.

Recemos por estos hermanos y hermanas, todos juntos:
Ave María…
Ayer en Santiago del Estero, en Argentina ha sido proclamada beata, sor María Antonia de San José; el pueblo la llama Mama Antula. Su ejemplar testimonio cristiano, especialmente su apostolado en la promoción de los Ejercicios espirituales, puedan suscitar el deseo de adherir siempre más a Cristo y al evangelio.
El jueves próximo 1° de septiembre celebraremos la Jornada Mundial de Oración por la custodia de la creación, junto a los hermanos ortodoxos y de otras Iglesias. Será una ocasión para reforzar el empeño común para salvaguardar la vida, respetando el ambiente y la naturaleza.
Saludo ahora a todos los peregrinos provenientes de Italia y de diversos países, en particular a los monaguillos de Kleineraming (Austria); a los marinos de la nave escuela argentina Fragata Libertad, lo he dicho en español porque ¡la tierra tira! A los fieles de Gonzaga, Spirano, Brembo, Cordenos y Daverio, a los jóvenes de Venaria, Val Liona, Angarano Moncalieri y Tombello.
A todos les deseo un buen domingo y por favor no se olviden de rezar por mi». Y concluyó con su conocido: ‘¡Buon pranzo e arrivederci!’.

Videomensaje del Papa al Jubileo Continental de la Misericordia

Texto completo:

Celebro la iniciativa del CELAM y la CAL, en contacto con los episcopados de Estados Unidos y Canadá –me recuerda el Sínodo de América esto– de tener esta oportunidad de celebrar como Continente el Jubileo de la Misericordia. Me alegra saber que han podido participar todos los países de América. Frente a tantos intentos de fragmentación, de división y de enfrentar a nuestros pueblos, estas instancias nos ayudan a abrir horizontes y estrecharnos una y otra vez las manos; un gran signo que nos anima en la esperanza.
Para comenzar, me viene la palabra del apóstol Pablo a su discípulo predilecto: «Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque me ha fortalecido y me ha considerado digno de confianza, llamándome a su servicio a pesar de mis blasfemias, persecuciones e insolencias anteriores. Pero fui tratado con misericordia, porque cuando no tenía fe, actuaba así por ignorancia. Y sobreabundó en mí la gracia de nuestro Señor, junto con la fe y el amor de Cristo Jesús. Es doctrina cierta y digna de fe que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el peor de ellos. Si encontré misericordia, fue para que Jesucristo demostrará en mi toda su paciencia» (1 Tm, 1,12-16a).
Esto se lo dice a Timoteo en su Primera Carta, capítulo primero, versículos 12 al 16. Y al decírselo a él, lo quiere hacer con cada uno de nosotros. Palabras que son una invitación, yo diría una provocación. Palabras que quieren poner en movimiento a Timoteo y a todos los que a lo largo de la historia las irán escuchando. Son palabras ante las cuales no permanecemos indiferentes, por el contrario, ponen en marcha toda nuestra dinámica personal.
Y Pablo no anda con vueltas: Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y él se cree el peor de ellos. Tiene una conciencia clara de quién es, no oculta su pasado e inclusive su presente. Pero esta descripción de sí mismo no la hace ni para victimizarse ni para justificarse, ni tampoco para gloriarse de su condición. Es el comienzo de la carta, ya en los versículos anteriores le ha avisado a Timoteo sobre «fabulas y genealogías interminables», sobre «vanas palabrerías», y advirtiendo que todas ellas terminan en «disputas», en peleas. El acento ‒ podríamos pensar a primera vista ‒ es su ser pecador, pero para que Timoteo, y con él cada uno de nosotros pueda ponerse en esa misma sintonía. Si usáramos términos futbolísticos podríamos decir: levanta un centro para que otro cabecee. Nos «pasa la pelota» para que podamos compartir su misma experiencia: a pesar de todos mis pecados «fui tratado con misericordia».
Tenemos la oportunidad de estar aquí, porque con Pablo podemos decir: fuimos tratados con misericordia. En medio de nuestros pecados, nuestros límites, nuestras miserias; en medio de nuestras múltiples caídas, Jesucristo nos vio, se acercó, nos dio su mano y nos trató con misericordia. ¿A quién? A mí, a vos, a vos, a vos, a todos. Cada uno de nosotros podrá hacer memoria, repasando todas las veces que el Señor lo vio, lo miró, se acercó y lo trató con misericordia. Todas las veces que el Señor volvió a confiar, volvió a apostar (cf. Ez 16). Y a mí me vuelve a la memoria el capítulo 16 de Ezequiel, ese no cansarse de apostar por cada uno de nosotros que tiene el Señor.
Y eso es lo que Pablo llama doctrina segura ‒ ¡curioso! ‒, esto es doctrina segura: fuimos tratados con misericordia. Y es ese el centro de su carta a Timoteo. En este contexto jubilar, cuánto bien nos hace volver sobre esta verdad, repasar cómo el Señor a lo largo de nuestra vida se acercó y nos trató con misericordia, poner en el centro la memoria de nuestro pecado y no de nuestros supuestos aciertos, crecer en una conciencia humilde y no culposa de nuestra historia de distancias ‒ la nuestra, no la ajena, no la de aquel que está al lado, menos la de nuestro pueblo ‒ y volver a maravillarnos de la misericordia de Dios. Esa es palabra cierta, es doctrina segura y nunca palabrerío.
Hay una particularidad en el texto que quisiera compartir con ustedes. Pablo no dice «el Señor me habló o me dijo», «el Señor me hizo ver o aprender». Él dice: «Me trató con». Para Pablo, su relación con Jesús está sellada por la forma en que lo trató. Lejos de ser una idea, un deseo, una teoría ‒ e inclusive una ideología ‒, la misericordia es una forma concreta de «tocar» la fragilidad, de vincularnos con los otros, de acercarnos entre nosotros.
Es una forma concreta de encarar a las personas cuando están en la «mala». Es una acción que nos lleva a poner lo mejor de cada uno para que los demás se sientan tratados de tal forma que puedan sentir que en su vida todavía no se dijo la última palabra. Tratados de tal manera que el que se sentía aplastado por el peso de sus pecados, sienta el alivio de una nueva posibilidad.
Lejos de ser una bella frase, es la acción concreta con la que Dios quiere relacionarse con sus hijos. Pablo utiliza aquí la voz pasiva –perdonen la pedantería de esta referencia un poco exquisita– y el tiempo aoristo –discúlpenme la traducción un poco referencial– pero bien podría decirse «fui misericordiado». La pasiva lo deja a Pablo en situación de receptor de la acción de otro, él no hace nada más que dejarse misericordiar. El aoristo del original nos recuerda que en él esa experiencia aconteció en un momento puntual que recuerda, agradece, festeja.
El Dios de Pablo genera el movimiento que va del corazón a las manos, el movimiento de quien no tiene miedo a acercarse, que no tiene miedo a tocar, a acariciar; y esto sin escandalizarse ni condenar, sin descartar a nadie. Una acción que se hace carne en la vida de las personas.
Comprender y aceptar lo que Dios hace por nosotros ‒ un Dios que no piensa, ama ni actúa movido por el miedo sino porque confía y espera nuestra transformación ‒ quizás deba ser nuestro criterio hermenéutico, nuestro modo de operar: «Ve tú y actúa de la misma manera» (Lc 10,39). Nuestro modo de actuar con los demás nunca será, entonces, una acción basada en el miedo sino en la esperanza que él tiene en nuestra transformación.
Y pregunto: ¿Esperanza de transformación o miedo? Una acción basada en el miedo lo único que consigue es separar, dividir, querer distinguir con precisión quirúrgica un lado del otro, construir falsas seguridades, por lo tanto, construir encierros. Una acción basada en la esperanza de transformación, en la conversión, impulsa, estimula, apunta al mañana, genera espacios de oportunidad, empuja. Una acción basada en el miedo, es una acción que pone el acento en la culpa, en el castigo, en el «te equivocaste».
Una acción basada en la esperanza de transformación pone el acento en la confianza, en el aprender, en levantarse; en buscar siempre generar nuevas oportunidades. ¿Cuántas veces? 70 veces 7. Por eso, el trato de misericordia despierta siempre la creatividad. Pone el acento en el rostro de la persona, en su vida, en su historia, en su cotidianidad. No se casa con un modelo o con una receta, sino que posee la sana libertad de espíritu de buscar lo mejor para el otro, en la manera que esta persona pueda comprenderlo. Y esto pone en marcha todas nuestras capacidades, todos nuestros ingenios, esto nos hace salir de nuestros encierros. Nunca es vana palabrería ‒ al decir de Pablo ‒ que nos enreda en disputas interminables, la acción basada en la esperanza de transformación es una inteligencia inquieta que hace palpitar el corazón y le pone urgencia a nuestras manos. Palpitar el corazón y urgencia a nuestras manos. El camino que va del corazón a las manos.
Al ver actuar a Dios así, nos puede pasar lo mismo que al hijo mayor de la parábola del Padre Misericordioso: escandalizarnos por el trato que tiene el padre al ver a su hijo menor que vuelve. Escandalizarnos porque le abrió los brazos, porque lo trató con ternura, porque lo hizo vestirse con los mejores vestidos estando tan sucio. Escandalizarnos porque al verlo volver, lo besó e hizo fiesta. Escandalizarnos porque no lo castigó sino que lo trató como lo que era: hijo.
Nos empezamos a escandalizar ‒ esto nos pasa a todos, es como el proceso, ¿no? ‒ nos empezamos a escandalizar cuando aparece el alzheimer espiritual; cuando nos olvidamos cómo el Señor nos ha tratado, cuando comenzamos a juzgar y a dividir la sociedad. Nos invade una lógica separatista que sin darnos cuenta nos lleva a fracturar más nuestra realidad social y comunitaria. Fracturamos el presente construyendo «bandos».
Está el bando de los buenos y el de los malos, el de los santos y el de los pecadores. Esta pérdida de memoria, nos va haciendo olvidar la realidad más rica que tenemos y la doctrina más clara a ser defendida. La realidad más rica y la doctrina más clara. Siendo nosotros pecadores, el Señor no dejó de tratarnos con misericordia. Pablo nunca dejó de recordar que él estuvo del otro lado, que fue elegido al último, como el fruto de un aborto. La misericordia no es una «teoría que esgrimir»: «¡ah!, ahora está de moda hablar de misericordia por este jubileo, y qué se yo, pues sigamos la moda». No, no es una teoría que esgrimir para que aplaudan nuestra condescendencia, sino que es una historia de pecado que recordar. ¿Cuál? La nuestra, la mía y la tuya. Y un amor que alabar. ¿Cuál? El de Dios, que me trató con misericordia.
Estamos insertos en una cultura fracturada, en una cultura que respira descarte. Una cultura viciada por la exclusión de todo lo que puede atentar contra los intereses de unos pocos. Una cultura que va dejando por el camino rostros de ancianos, de niños, de minorías étnicas que son vistas como amenaza. Una cultura que poco a poco promueve la comodidad de unos pocos en aumento del sufrimiento de muchos. Una cultura que no sabe acompañar a los jóvenes en sus sueños narcotizándolos con promesas de felicidades etéreas y esconde la memoria viva de sus mayores. Una cultura que ha desperdiciado la sabiduría de los pueblos indígenas y que no ha sabido cuidar la riqueza de sus tierras.
Todos nos damos cuenta, lo sabemos que vivimos en una sociedad herida, eso nadie lo duda. Vivimos en una sociedad que sangra y el costo de sus heridas normalmente lo terminan pagando los más indefensos. Pero es precisamente a esta sociedad, a esta cultura adonde el Señor nos envía. Nos envía e impulsa a llevar el bálsamo de «su» presencia. Nos envía con un solo programa: tratarnos con misericordia. Hacernos prójimos de esos miles de indefensos que caminan en nuestra amada tierra americana proponiendo un trato diferente. Un trato renovado, buscando que nuestra forma de vincularnos se inspire en la que Dios soñó, en la que él hizo. Un trato basado en el recuerdo de que todos provenimos de lugares errantes, como Abraham, y todos fuimos sacado de lugares de esclavitud, como el pueblo de Israel.
Sigue resonando en nosotros toda la experiencia vivida en Aparecida y en la invitación a renovar nuestro ser discípulos misioneros. Mucho hemos hablado sobre el discipulado, mucho nos hemos preguntado sobre cómo impulsar una catequesis del discipulado y misionera. Pablo nos da una clave interesante: el trato de misericordia. Nos recuerda que lo que lo convirtió a él en apóstol fue ese trato, esa forma cómo Dios se acercó a su vida: «Fui tratado con misericordia». Lo que lo hizo discípulo fue la confianza que Dios le dio a pesar de sus muchos pecados. Y eso nos recuerda que podemos tener los mejores planes, los mejores proyectos y teorías pensando nuestra realidad, pero si nos falta ese «trato de misericordia», nuestra pastoral quedará truncada a medio camino.
En esto se juega nuestra catequesis, nuestros seminarios ‒ ¿enseñamos a nuestros seminaristas este camino de tratar con misericordia? ‒, nuestra organización parroquial y nuestra pastoral. En esto se juega nuestra acción misionera, nuestros planes pastorales. En esto se juegan nuestras reuniones de presbiterios e inclusive nuestra forma de hacer teología: en aprender a tener un trato de misericordia, una forma de vincularnos que día a día tenemos que pedir ‒ porque es una gracia ‒, que día a día somos invitados a aprender. Un trato de misericordia entre nosotros obispos, presbíteros, laicos.
Somos en teoría «misioneros de la misericordia» y muchas veces sabemos más de «maltratos» que de un buen trato. Cuantas veces nos hemos olvidado en nuestros seminarios de impulsar, acompañar, estimular, una pedagogía de la misericordia, y que el corazón de la pastoral es el trato de misericordia. Pastores que sepan tratar y no maltratar. Por favor, se lo pido: Pastores que sepan tratar y no maltratar.
Hoy somos invitados especialmente a un trato de misericordia con el santo Pueblo fiel de Dios ‒ que mucho sabe de ser misericordioso porque es memorioso ‒, con las personas que se acercan a nuestras comunidades, con sus heridas, dolores, llagas. A su vez, con la gente que no se acerca a nuestras comunidades y que anda herida por los caminos de la historia esperando recibir ese trato de misericordia.
La misericordia se aprende en base a la experiencia ‒ en nosotros primero ‒, como en Pablo: él ha mostrado toda su misericordia, él ha mostrado toda su misericordiosa paciencia. En base a sentir que Dios sigue confiando y nos sigue invitando a ser sus misioneros, que nos sigue enviando para que tratemos a nuestros hermanos de la misma forma con la que él nos trata, con la que él nos trató, y cada uno de nosotros conoce su historia, puede ir allí y hacer memoria. La misericordia se aprende, porque nuestro Padre nos sigue perdonando.
Existe ya mucho sufrimiento en la vida de nuestros pueblos para que todavía le sumemos uno más o algunos más. Aprender a tratar con misericordia es aprender del Maestro a hacernos prójimos, sin miedo de aquellos que han sido descartados y que están «manchados» y marcados por el pecado. Aprender a dar la mano a aquel que está caído sin miedo a los comentarios. Todo trato que no sea misericordioso, por más justo que parezca, termina por convertirse en maltrato. El ingenio estará en potenciar los caminos de la esperanza, los que privilegian el buen trato y hacen brillar la misericordia.
Queridos hermanos, este encuentro no es un congreso, un meeting, un seminario o una conferencia. Este encuentro de todos es una celebración: fuimos invitados a celebrar el trato de Dios con cada uno de nosotros y con su Pueblo. Por eso, creo que es un buen momento para que digamos juntos: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy, estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos, esos brazos redentores» (Evangelii gaudium, 3).
Y agradezcamos, como Pablo a Timoteo, que Dios nos confíe repetir con su pueblo, los enormes gestos de misericordia que ha tenido y tiene con nosotros, y que este encuentro nos ayude a salir fortalecidos en la convicción de transmitir la dulce y confortadora alegría del Evangelio de la misericordia.

‘Practicar la política de la no-violencia’

La 50° Jornada Mundial de la Paz se celebra el 1° de enero de 2017
El tema del mensaje del papa Francisco para la 50° Jornada Mundial de la Paz  es: «La No-Violencia: un estilo de política para la paz», indicó la Oficina de prensa de la Santa Sede. En el mismo indica la necesidad ir negociando vías de paz, incluso ahí donde los caminos parecen ambiguos e impracticables, indica el mensaje.
La del 1° de enero de 2017 es la cuarta Jornada Mundial de la Paz del pontificado de Francisco, la cual ha sido instituida por Pablo VI y se celebra cada año. El Mensaje del Papa es enviado a las Cancillerías de todo el mundo y señala la línea diplomática de la Santa Sede para el año que inicia.
En el mensaje el Santo Padre señala que la violencia y la paz indican dos maneras opuestas de construir la sociedad y que la proliferación de brotes de violencia da origen a gravísimas y negativas consecuencias sociales. Así el Pontífice explica esta situación con la expresión de la “tercera guerra mundial por partes”.
Al contrario, la paz tiene consecuencias sociales positivas y permite realizar un verdadero progreso. Por lo tanto, debemos movernos en los espacios de lo que es posible, negociando vías de paz, incluso ahí donde los caminos parecen ambiguos e impracticables, indica el mensaje.
De esta manera, la no- violencia podrá adquirir un significado más amplio y nuevo: no solo como aspiración, deseo, rechazo moral de la violencia, de las barreras, de los impulsos destructivos, sino como enfoque político realístico, abierto a la esperanza.
Se trata de un método político fundado en la primacía de la ley. Si se salvaguardan los derechos de cada persona y la igual dignidad de cada uno sin discriminación ni distinción, la no- violencia, entendida como método político, puede constituir una vía realista y llena de esperanza para superar los conflictos armados. En esta perspectiva, es importante que siempre se reconozca la fuerza del derecho, en vez, del derecho de la fuerza.
Con este Mensaje, el Papa Francisco desea indicar un ulterior paso, un camino de esperanza conforme a las presentes circunstancias históricas: para obtener la resolución de las controversias a través de la negociación, evitando que se degeneren en conflictos armados.
Dentro de esta perspectiva encontramos el respeto por la historia y la identidad de todos los Pueblos, y la idea de la superioridad moral de una parte sobre la otra sería derrotada.
Al mismo tiempo, sin embargo, esto no significa que una Nación pueda permanecer indiferente hacia las tragedias de otra. En cambio, significa reconocer el primado de la diplomacia sobre el fragor de las armas.
El comercio mundial de las armas es de tal magnitud que en general es subestimado. El tráfico ilícito de las armas con frecuencia sostiene la mayor parte de los conflictos en el mundo. Y la no-violencia como un táctica política puede hacer mucho para combatir este flagelo.

Hijos para el mundo del futuro

Debemos preparar a nuestros hijos para el mundo del futuro, no el mundo de nuestros padres ni el nuestro

Fuente: es.catholic.net

En este mundo actual lo determinante para triunfar en la vida y llegar a la vida eterna, será, junto con la ayuda de Dios, la fuerza de voluntad y no la habilidad o el conocimiento, como muchos pudiéramos creer. Tener temple, salir de fracasos adecuadamente, hacer de los fracasos un desafío y no una tragedia…, eso será lo que hará que nuestros hijos cumplan con su misión como cristianos.
Un hijo forjará su carácter si percibe claramente la autoridad de los padres.
Con presencia de autoridad los niños y jóvenes a su vez actuarán con autoridad para resolver sus problemas; actuarán por determinaciones. Sin presencia de autoridad nuestros hijos serán débiles de carácter y actuarán por impulsos con los consecuentes problemas de adaptación.
¿Exceso de autoridad? Siempre será mejor exceso que falta de autoridad. El límite de autoridad lo pone la siguiente regla: “La autoridad no debe humillar”. Básicamente lo que es el niño o el joven hoy, será el adulto del mañana. De vez en cuando hay que mirar al hijo como un adulto potencial.
¿Queremos que nuestros hijos no sufran? Entonces hay que prepararlos para sufrir. No podemos estarle evitando todo el tiempo todo posible sufrimiento ¿si no cuándo aprenderá? Deben comprender la muerte, los problemas de la vida, los problemas en el trato de sus congéneres. No debemos resolverles todos los problemas, hay que ayudarlos a que poco a poco los resuelvan ellos mismos.
Nadie logra metas exitosas y duraderas sin un poco de sufrimiento. ¿Alguien imagina a un campeón de atletismo que no sufra para lograr sus marcas? Eso se aplica a todo tipo de campeón y a todo tipo de actividad. Siempre hay que pensar que, en parte, no queremos que ellos sufran para no sufrir nosotros, pero les hacemos un daño con miras al futuro.
Hay que enseñarles a hacer esfuerzos suplementarios. Que sepan que siempre se puede un poquito más. Recuerda que nadie recoge su cosecha sin sembrar muchas semillas y abonar mucha tierra.
Es muy importante enseñarles a carecer, es decir a “sentir la falta de” y arreglárselas por sí mismos. Hay chicos que no juegan su deporte si no tienen zapatillas de “marca”. Si no aprendes a carecer no aprendes a arreglártelas.
Aunque tengamos para darles el 100%, los chicos deben saber el valor de las cosas. Si no lo hacen de chicos, les será muy difícil de adultos y allí sí que van a sufrir y nosotros también con ellos.
¿Cómo les enseñamos a carecer?
¡Dándoles un poquito menos de lo que necesitan! ¡No hay otra manera! Si no ¿cómo sienten la falta de? Así aprenden a apreciar lo que tienen. Aprenden a no ser ingratos. Aprenden a gozar de la vida porque muchas veces se goza en las cosas sencillas. Aprenden a no ser quejosos.
También hay que educarlos en el servicio. Una familia normal es un equipo de trabajo con pocas tareas: tender la cama, limpiar los cuartos, lavar los platos, pintar la casa, etc. Hay que educarlos para que realicen labores de hogar, aunque lo hagan mal al principio. Si no hacen este tipo de servicios luego tendrán problemas. Las escuelas más importantes de liderazgo del mundo enseñan a los jóvenes a carecer, para que sepan y entiendan el mundo y lo puedan liderar.
¿Mesadas? Que sean una cantidad fija, más bien, semanales y algo menos de lo que creen que necesitan. Así aprenden a administrar el dinero. Claro que se deben aceptar excepciones, pero conversadas serenamente.
Construyamos hijos luchadores, no debiluchos sobreprotegidos. Que se superen a sí mismos. Que tomen los problemas como desafíos para mejorar. Recuerden que nadie alcanza altura con un solo vuelo. También hay que ilusionarlos con ideales, metas futuras, sueños para que sean buenos de corazón. Importante también es estar convencidos de que triunfador no equivale a tener “dinero o propiedades”, triunfadores son aquellos que son felices en esta vida haciendo felices a otros y logran alcanzar la felicidad eterna. Solamente se alcanza el triunfo en la muerte, al llegar al Juicio y salir triunfantes.
Los hijos con carácter templado, conocimiento del carecer, educados en el servicio y plenos de amor e ilusiones serán hijos triunfadores en el Juicio del Amor.
Los padres tenemos la gran responsabilidad de criar hijos que transformen nuestro mundo, en uno donde reine la libertad, la abundancia, la justicia y sobre todo la esperanza que impulsa a alcanzar la vida verdadera y eterna.

8/24/16

Terremoto en Italia


El Papa suspende la catequesis y reza el rosario por las víctimas



Había preparado la catequesis de hoy, como todos los miércoles de este Año de la Misericordia, sobre el argumento de la cercanía de Jesús. Pero ante la noticia del terremoto que ha sacudido el centro de Italia, devastando enteras zonas y dejando muertos y heridos, no puedo dejar de expresar mi gran dolor y mi cercanía a todas las personas presentes en los lugares afectados por los seísmos, a todas las personas que han perdido a sus seres queridos y a aquellas que aún se sienten afectadas por el miedo y el terror.
Escuchar al Alcalde de Amatrice decir: “la ciudad ya no existe” y saber que entre los muertos existen también algunos niños, me conmueve mucho de verdad. Y por esto quiero encomendar a todas estas personas  en los alrededores de Accumoli, Amatrice y entorno, en la diócesis de Rieti, de Ascoli Piceno y las otras en todo el Lacio y Umbría y en las Marcas, la oración y decirles que cuentan con la caricia y el abrazo de toda la Iglesia que en este momento desea abrazarlos con su amor materno, también con nuestro abrazo, aquí, en la Plaza.
Agradezco a todos los voluntarios y a los operadores de la Protección Civil que están socorriendo a estas poblaciones, les pido que se unan a mí en la oración, para que el Señor Jesús, que se ha siempre conmovido ante el dolor humano, consuele estos corazones afligidos y les done la paz por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María. Dejémonos conmover con Jesús.
Por lo tanto, postergo para la próxima semana la catequesis de este miércoles, y los invito a recitar conmigo por estos hermanos y hermanas nuestras una parte del Santo Rosario: los Misterios Dolorosos.

Vigésimo segundo domingo del tiempo ordinario - Ciclo C

P. Antonio Rivero, L.C. 


Textos: Eclesiástico 3, 19-21.31.33; Hbr 12, 18-19.22-24a;Lc 14, 1.7-14
Idea principal: Todo seguidor de Jesús en el “banquete de la vida” debe ser humilde para ponerse en el último lugar y generoso, cuando invite a comer a los demás.
Síntesis del mensaje: No es fácil vivir los dos consejos que Cristo hoy nos invita a poner en práctica: primero, ponernos en el último lugar -¡qué locura!-, y después, invitar a comer, no a nuestros amigos y familiares, sino a los que no conocemos, -¡el colmo!- e incluso a quienes nos resultan antipáticos. Razones habrá tenido Jesús al darnos estos dos consejos que no son a primera vista naturales. Ya la 1ª lectura nos decía: “Hazte pequeño y alcanzarás el favor de Dios”.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, toda la liturgia de hoy es una invitación a vivir la virtud de la humildad. Virtud que antes de Cristo no era cotizada, al contrario, era infamia y defecto, porque los grecolatinos siempre buscaban la excelencia, el sobresalir, la “areté”. La palabra humildad proviene del latín humilitas, que significa “pegado a la tierra”. Es unavirtud moral contraria a la soberbia, que posee el ser humano en reconocer sus debilidades, cualidades y capacidades, y aprovecharlas para obrar en bien de los demás, sin decirlo. De este modo mantiene los pies en la tierra, sin vanidosas evasiones a las quimeras del orgullo. Santo Tomás estudia la humildad en la 2-2, 161, y dice: “La humildad significa cierto laudable rebajamiento de sí mismo, por convencimiento interior“. La humildad es una virtud derivada de la templanza por la que el hombre tiene facilidad para moderar el apetito desordenado de la propia excelencia, porque recibe luces para entender su pequeñez y su miseria, principalmente con relación a Dios. Humildad es ponernos en nuestro sitio exacto: soy pecador, redimido por Cristo. ¿De qué puedo presumir? Y poner a Dios en su lugar, el primero. Por eso, también la humildad es virtud derivada de la justicia, por la que damos a Dios lo que es de Dios: nuestras cualidades y talentos. La humildad es el cimiento de todo el edificio, como escribió santa Teresa en las Moradas Séptimas 4, 9. Sin humildad todas las demás virtudes se derrumban o son postizas.
En segundo lugar¿por qué tenemos que ponernos en el último lugar? Metámonos en el corazón de Jesús. Para evitarnos humillaciones en la vida – “oye, amigo, cede ese lugar a otro más importante que tú”-, Cristo nos aconseja humillarnos a nosotros mismos. A nosotros nos resulta difícil seguir este consejo de Cristo. Nos gusta ocupar siempre, en la medida que podemos, los puestos principales, ¿a quién no?. Está en nuestra naturaleza humana. No aceptamos de buena gana ser tan modestos que nos pongamos en el último lugar. Lo que hay detrás de este consejo de Jesús es esto:primero, que sólo Dios nos dé honor y gloria, y no los hombres;segundo, que sólo al humilde Dios le da sus gracias y lo quiere (1ª lectura), y finalmente, Cristo nos dice que para entrar en el banquete del Reino tenemos que ser humildes. Tenemos hambre y sed de honor y gloria personales; pero si cedemos a esta inclinación caemos en egoísmo, soberbia y vanidad, y no andaremos en la verdad, pues como decía santa Teresa de Jesús: “La humildad es andar en verdad; que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada”. Buscar nuestra gloria nos rebaja. Los grandes santos tuvieron que luchar también contra esta tendencia: santa Teresa de Jesús, san Ignacio de Loyola, por poner unos ejemplos. La humildad es una virtud que vino Jesús a enseñárnosla en persona, porque solos no podríamos aprender esta lección. Pero es la humildad la que definitivamente abre el corazón de Dios y el corazón de los hombres. Una persona soberbia y vanidosa cae mal en todas partes. La búsqueda de honores y sillones demuestra una actitud posesiva. Quien busca directamente honores, no los merece. Otro motivo para ser humildes: es que nos hace bien sobre todo a nosotros mismos, pues nos hace conocernos y aceptarnos mejor a nosotros mismos. El que es humilde, se ahora muchos disgustos y goza de una mayor paz y armonía interior y psicológica.
Finalmente¿por qué tenemos que invitar a comer a quienes no conocemos o son pobres, y ser generosos y espléndidos en nuestros dones y regalos? Metámonos en el corazón de Jesús. Cristo nos dio todo: su Iglesia, sus sacramentos, su vicario, su Madre, sus vestiduras, su evangelio, su testamento. No se quedó ni se reservó nada para Él. Fue siempre generoso. Lo normal es que cuando hacemos un banquete invitemos a parientes y amigos. Es la ley de la “reciprocidad comercial”. Ellos nos retribuirán después. Y Jesús nos dice que ahí no hay mérito, y propone la ley de la “generosidad gratuita”. Tenemos que buscar la recompensa divina, distinta de la recompensa humana que vicia las relaciones, inoculando el interés personal en una relación que debería ser generosa y gratuita. Invitar a los pobres, sí. En el Salmo de hoy nos dice que Dios prepara casa a los desvalidos y pobres. Ellos, los pobres, serán los mejores guardianes de nuestra humildad. Su indigencia los tiene habituados a considerarse vacíos y despojados, experimentando cada día la necesidad del auxilio ajeno para poder vivir, y así pueden enseñarnos con su ejemplo a practicar esta virtud tan valiosa pero tan ardua. Y no olvidemos lo que nos dice san Pablo: “Hay más alegría en dar que en recibir” (Hech 20, 35).

Para reflexionar: Meditemos este párrafo de santa Teresa de Jesús:Una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la humildad, y púsoseme delante a mi parecer sin considerarlo, sino de presto esto: que es porque Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad, que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira. A quien más lo entienda agrada más a la suma Verdad, porque anda en ella. Plega a Dios, hermanas, nos haga merced de no salir jamás de este propio conocimiento, amén” (Moradas VI, 10, 7).

Para rezar: Señor Jesús, manso y humilde. Desde el polvo me sube y me domina esta sed de que todos me estimen, de que todos me quieran. Mi corazón es soberbio. Dame la gracia de la humildad, mi Señor manso y humilde de corazón. No sé de donde me vienen estos locos deseos de imponer mi voluntad, no ceder, sentirme más que otros… Hago lo que no quiero. Ten piedad, Señor, y dame la gracia de la humildad. La gracia de mantenerme sereno en los desprecios, olvidos e indiferencias de otros. Dame la gracia de sentirme verdaderamente feliz, cuando no figuro, no resalto ante los demás, con lo que digo, con lo que hago. Ayúdame, Señor, a pensar menos en mi y abrir espacios en mi corazón para que los puedas ocupar Tu y mis hermanos. En fin, mi Señor Jesucristo, dame la gracia de ir adquiriendo, poco a poco un corazón manso, humilde, paciente y bueno (P. Ignacio Larrañaga).

‘En la confesión resplandece particularmente el don la misericordia’

Mensaje del Papa a la 67° semana litúrgica italiana

Uno es perdonado para poder perdonar. La misericordia del Padre se demuestra potente en el renovar a las personas y volverlas capaces de ofrecer a los otros la experiencia viva de este mismo don.
Es esto en síntesis el corazón del mensaje que el santo padre Francisco ha enviado al presidente del Centro de Acción Litúrgica, el obispo de Castellaneta, Claudio Maniago, con motivo de la 67° semana litúrgica nacional italiana que inició hoy en la ciudad de Gubbio, con el tema: “La liturgia lugar de la misericordia. Reconcíliate para reconciliar” y que concluye el 25 de agosto.
En el texto firmado por el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, el Papa exhorta a vivir el rito de la penitencia sacramental “como expresión de una ‘Iglesia en salida’, como ‘puerta’, no solamente para volver a entrar después de haberse alejado, sino también como ‘umbral’ abierto hacia las diversas periferias de la humanidad siempre más necesitada de compasión”.
Es en el sacramento de la Penitencia o reconciliación que de hecho “resplandece de manera toda particular” el don de la misericordia; en este sacramento “se cumple el encuentro con la misericordia recreadora de Dios de la cual salen hombres y mujeres nuevos para anunciar la vida buena del evangelio a través de una existencia reconciliada y reconciliadora”.
Citando las palabras de San León Magno, dice: “Lo que era visible y tangible en nuestro Redentor ha pasado a los sacramentos”. Esta idea, asegura Francisco, “nos ayuda a percibir toda la liturgia como un lugar donde se encuentra la misericordia para ser acogida y para ser donada, lugar en el que el gran misterio de la reconciliación se vuelve presente, anunciado, celebrado y comunicado”.
El deseo del Papa es por lo tanto que “de las reflexiones y de las celebraciones de la Semana litúrgica, se vuelva siempre más madura la compresión de la liturgia como fons et culmen de una vida eclesial y personal llena de misericordia y de compasión, porque constantemente formada en la escuela del evangelio”.
La misiva concluye confiando “a la materna intercesión de María,Mater Misericordiae, los trabajos y las espectativas del importante evento litúrgico nacional”.

‘Nuestra salvación no es un videojuego’

El Papa en el Ángelus dominical


«Queridos hermanos y hermanas, buenos días
La página del evangelio de hoy nos exhorta a meditar sobre el tema de la salvación. El evangelista Lucas cuenta que Jesús está en viaje hacia Jerusalén y durante el recorrido se le acerca un tal que le plantea esta pregunta: “¿Señor, son pocos los que se salvan?”.
Jesús no da una respuesta directa, pero desplaza el debate a otro plano, con un lenguaje sugestivo: “Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán”.
Con la imagen de la puerta, Èl quiere hacer entender a quienes le escuchan que no es cuestión de números, no importa saber cuantos se salvan. Lo importante es que todos sepan cuál es el camino que conduce a la salvación, a la puerta.
Y tal recorrido prevé que se cruce una puerta. ¿Pero dónde está la puerta, quién es la puerta? Jesús mismo es la puerta. Nos los dice Él en el evangelio de San Juan: ‘Yo soy la puerta’. Él nos conduce a la comunión con el Padre, donde encontramos amor, comprensión y protección. ¿Pero por qué esta puerta es angosta?, nos podemos preguntar.
Es una puerta angosta no porque sea opresora, sino porque pide restringir y contener nuestro orgullo y nuestro miedo, para abrirnos con corazón humilde y confiado a Él, reconociéndonos pecadores, necesitados de su perdón. Por esto es estrecha, para contener nuestro orgullo que nos hincha.
¡La puerta de la Misericordia es Dios, es estrecha pero está siempre y enteramente abierta para todos! Dios no tiene preferencias, sino que recibe siempre a todos sin distinciones. Una puerta estrecha para contener nuestro orgullo y nuestro miedo; una puerta amplia porque Dios recibe a todos sin distinción.
Y la salvación que Él nos da es un flujo incesante de misericordia que derrumba todas las barreras y abre sorprendentes perspectivas de luz y de paz. La puerta es estrecha pero siempre abierta, no se olviden de ésto.
Hoy Jesús nos dirige, una vez más, una invitación insistente para ir hacia Él, para atravesar la puerta de la vida plena, reconciliada y feliz. Él nos espera, a cada uno de nosotros, a pesar de cualquier pecado que hayamos cometido, para abrazarnos, para ofrecernos su perdón.
Solamente Él puede transformar mi corazón. Solamente Él puede dar sentido pleno a nuestra existencia, donándonos la verdadera alegría. Entrando por la puerta de Jesús, la puerta de la fe y del evangelio, nosotros podremos salir de las actitudes mundanas, de las malas costumbres, de los egoísmos y del cerrarnos en nosotros mismos.
Cuando hay un contacto con el amor y la misericordia de Dios hay un cambio auténtico. Y nuestra vida es iluminada por la luz del Espíritu Santo: ¡una luz inextinguible!
Quiero hacerles una propuesta: pensemos ahora en silencio y por algunos instantes en las cosas que tenemos dentro de nosotros y que nos impiden cruzar la puerta: mi orgullo, mi soberbia, mis pecados. Y después pensemos en otra puerta, esa abierta de la misericordia de Dios que del otro lado nos espera para darnos el perdón.
El Señor nos ofrece muchas ocasiones para salvarnos y entrar a través de la puerta de la salvación. Esta puerta es una ocasión que no debemos desperdiciar: no debemos hacer discursos académicos sobre la salvación, como el de aquel tal que se dirigió a Jesús, sino que debemos aferrar las ocasiones de salvación. Porque en un determinado momento “el patrón de la casa se levantará y cerrará la puerta”, como nos ha recordado el Evangelio.
Pero si Dios es bueno y nos ama, ¿por qué cierra la puerta? Porque nuestra vida no es un videojuego o una telenovela; nuestra vida es seria y el objetivo importante que debemos alcanzar es la salvación eterna.
A la Virgen María, Puerta del Cielo, le pedimos que nos ayude a no perder las ocasiones que el Señor nos ofrece para cruzar la puerta de la fe y así entrar en un camino ancho: es el camino de la salvación, capaz de recibir a todos quienes se dejan abrazar por el amor.
Es el amor que salva, el amor que ya en la tierra es fuente de la bienaventuranza de quienes, en la mansedumbre, en la paciencia y en la justicia se olvidan de sí mismos y se dan a los otros, especialmente a los más débiles.
Angelus Domini…
«Queridos hermanos y hermanas, me ha llegado la triste noticia del atentado sanguinario que ayer golpeó a la querida Turquía. Recemos por las víctimas, muertos y heridos y pidamos el don de la paz para todos».
Ave María…
«Saludo cordialmente a los peregrinos romanos y a los que vienen de varios países, en particular a los fieles de Kalisz (Polonia), Gondomar (Portugal). Quiero saludar también de manera particular a los nuevos seminaristas del Pontificio Colegio Norteamericano. ¡Bienvenidos a Roma!
Saludo a la Asociación Santísimo Redentor de Manfredonia, a los motociclistas del Polesine, a los fieles de Delianuova y a los de Verona que vinieron a pié en peregrinación. Saludo a los jóvenes que vinieron para dar un servicio a los comedores de la Cáritas de Roma. A todos les deseo un buen domingo. Y por favor no se olviden de rezar por mi».
Y concluyó con un “¡Buon pranzo e arrivederci!”.