José Benigno Freire
Andan con marejadilla en algunas comunidades al pretender no renovar los conciertos a los centros de educación diferenciada
Aunque los gobernantes autonómicos prefieren llamarlos colegios que segregan vía sexo… ¿Segregar?
Suena estridente, brusco; al menos,
provocativo. Sobre la marcha pensé en el tenis −y casi todos los
deportes−, donde conviven dos circuitos: uno masculino y otro femenino;
mujeres y hombres por separado. ¿También segrega? ¿Por qué no protestan
las feministas? ¿Y los políticos? Nadie lo cuestiona por razones…
¡obvias!, ¡por la evidencia misma!: las distintas condiciones físicas de
las mozas y los mozos; lo cual en nada rebaja o entorpece la igualdad.
Así de sencillo…
Pues la enseñanza diferenciada se
asienta sobre un dato del mismo rango, evidente e incuestionable: el
desigual ritmo de crecimiento entre las niñas y los niños.
¡Indiscutible! Sin embargo, en este caso, los datos objetivos se
soslayan, y se esgrimen presupuestos ideológicos, políticos,
partidistas. Huele a politiqueo más que a cuestiones educativas
relevantes. Intentaré argumentarlo:
Primero. Los defensores
de la educación diferenciada jamás se encaran ante los partidarios de
la enseñanza mixta, ni la cuestionan. Su actitud no es elegir entre lo
malo y lo bueno, sino entre lo bueno y lo mejor. Esa mesura contra el
que te arremete manifiesta, al menos, un proceder elegante.
Segundo. La finalidad
de la educación diferenciada es alcanzar una mayor adecuación y eficacia
educativa, fundamentándose en el dato comprobable y comprobado del
diverso ritmo del desarrollo entre las chicas y los chicos, desde la
segunda infancia (6/7 años) hasta la hechura de la personalidad (a
finales de la adolescencia). Siempre sostuvo la psicología que las
chicas adelantan en dos años a los chicos en el proceso de desarrollo,
tanto en el crecimiento (físico) como en las facetas madurativas
(psicosomático). Dato, además, de observación común, confirmado por
cualquier padre o educador con cierta experiencia. Esta es la razón
básica de la educación diferenciada: armonizar la enseñanza a los
distintos ritmos de desarrollo, para así optimizar los rendimientos en
el aprendizaje y la formación. Se sustenta, por tanto, en una cuestión
de índole pedagógica y psicológica.
Tercero. Se enseñan idénticos contenidos, materias, objetivos, destrezas, habilidades…; en definitiva, el curriculum oficial: igualdad en el proyecto educativo.
Cuarto. Los centros no
esconden su condición y son oficialmente reconocidos y amparados por la
legislación vigente. Recuérdese, por ejemplo, la sentencia del Tribunal
Supremo (2012) que equipara ante la ley la coeducación y la educación
diferenciada.
Quinto. Esos colegios
ofertan, con transparencia, su modelo educativo y son los padres quienes
lo eligen libremente para sus hijos. A nadie se le impone;
contrariamente, suele ser una decisión serena y ponderada porque,
generalmente, afecta incluso a la economía familiar… Por consiguiente,
negar el concierto no significa castigar a los centros, sino impedir el
derecho fundamental de los padres para elegir la educación de sus hijos.
Conviene recordar el artículo 26 de la Declaración de los Derechos
Humanos de la ONU: “los padres tendrán derecho preferente a escoger el
tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”. Es decir, aceptar la
educación diferenciada en igualdad con la coeducación, no supondría un
ejercicio de tolerancia, sino de salud democrática.
Sexto. Y en nada se
lesiona la socialización, ni desgaja del contexto social. Es normal que
las personas se agrupen según intereses, gustos, objetivos, finalidades,
aficiones… comunes: desde una sociedad gastronómica hasta colegios
profesionales, pasando por asociaciones deportivas o culturales,
agrupaciones folklóricas, coros populares, pandillas de amigos o amigas…
Al reunirse en sus grupos de pertenencia, esas personas no se segregan
del tejido social; por el contrario, se injertan en la colectividad
precisamente desde su grupo de afines. Además, en la existencia
cotidiana compartimos distintos grupos que conforman el arco de las
relaciones sociales: la familia, el trabajo, el centro de estudio,
partidos políticos o sindicatos, clubs deportivos, reuniones sociales,
lugares de ocio… El conjunto de esos psicogrupos y sociogrupos conforma
un espacio suficiente para el despliegue completo de la sociabilidad.
Séptimo. Otra prueba de
su propósito pedagógico: aquellas instituciones de modelo diferenciado
que ofertan el ciclo educativo completo, recurren a la educación mixta
en infantil y en la universidad o en los módulos superiores de formación
profesional, porque ya se supone finalizado el proceso de desarrollo.
Por lo tanto, aventurar otras razones veladas quizá deje traslucir
prejuicios previos.
Hasta aquí la argumentación, que
pretendía aligerar la controversia situándola en su nivel educativo.
Pero al repasar las líneas anteriores me sobrevino una desilusión
morrocotuda, un impotente desencanto. Recordé aquellos versos de Machado, don Manuel: Más no busquéis disonancias porque al final nada disuena; siempre al son que tocan bailan…
Mientras esta dialéctica pertenezca al terreno de lo políticamente
correcto, mientras sume votos… se enarbolarán banderas populares, viejos
recelos, muletillas biensonantes…, y los soportes técnicos se
arrinconarán al ámbito de las disonancias…