P. Antonio Rivero, L.C.
Textos: Mateo 21, 1-11; Isaías 50, 4-7; Filipenses 2,
6-11; Mateo 26, 14-27.66
Idea principal: Dos gritos escuchamos hoy en la
liturgia del domingo de Ramos: “Hosanna” y “Crucifícale”. Y los dos dirigidos a
Jesús, el Cordero de Dios. Son los dos puentes que todos debemos atravesar en
la vida.
Resumen del mensaje: El domingo pasado contemplamos la
victoria del Señor sobre el último y más temible enemigo: la muerte,
anticipando la victoria final de la resurrección. Hoy la Iglesia nos va
preparando para que en su momento podamos cantar el himno de victoria, el de la
secuencia pascual: “La vida y la muerte se enfrentan en un duelo admirable: el
Señor de la vida estuvo muerto, y ahora, vivo, reina”. Pero para llegar a este
momento Cristo tuvo que atravesar dos puentes: el puente del “Hosanna” y el
puente del “Crucifícale”. Cristo, ante el grito “Hosanna” del Domingo de Ramos
no se vanaglorió, pues tenía la mirada puesta en la misión redentora encomendada
por el Padre. Y ante el grito “Crucifícale” del Viernes Santo, no se resistió
ni se echó atrás (primera lectura); al contrario, se despojó de sí mismo y fue
obediente hasta la muerte (segunda lectura), dándonos su Cuerpo de comida, su
Sangre de bebida, su Espírito como aliento y a María como madre.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, en el domingo de Ramos Jesús
escuchó el “Hosanna” de los corazones buenos de tanta gente de Jerusalén. Es
una palabra que etimológicamente significa “salvación”, “sálvanos”. Más tarde
ha venido a significar alegría, “albricias”. Son las palmas y vítores dedicadas
a Cristo por los milagros realizados y por sus palabras llenas de vida y de
luz. ¿Qué hizo Jesús, cómo reaccionó Jesús? Él elevaba esos vítores a su Padre celestial
y le daban ánimo para seguir el camino hacia la inmolación libre y amorosa de
su vida para salvar a la humanidad.
En segundo lugar, pero también a los pocos días
Jesús escuchará con mucha tristeza y pena el grito loco “Crucifícale”,
orquestado por personas envidiosas y soberbias que querían matarlo, deshacerse
de Él, porque su mensaje era distinto –no contradictorio- al que ellos seguían.
De las palmas del “Hosanna” a las lanzas del “Crucifícale”. ¿Qué pasó en tan
breve lapso de tiempo? ¿Por qué este cambio radical de actitud? Los “Hosannas”
se convierten en insultos, burlas, golpes, interminables latigazos y en un
definitivo desprecio y rechazo. ¿Qué hizo Jesús, cómo reaccionó Jesús? Sufrió
en silencio. Perdonó a todos. Amó a su Padre. Subió a la cruz para morir y así
salvar a todos los hombres.
Finalmente, nosotros en nuestra vida humana y
cristiana tendremos que atravesar muchas veces esos dos puentes: el puente del
“Hosanna”, o sea el puente de los aplausos, de los éxitos, de las castañuelas.
Pero tal vez a la vuelta de la esquina me espera el otro puente, el puente del
“Crucifícale”, que es el puente de la humillación, del fracaso, de la
difamación, del desprecio, de la calumnia. ¿Cómo reaccionaremos? Con los mismos
sentimientos de Cristo Jesús (segunda lectura). Ante el primer puente, el
fácil, con gratitud y elevando nuestros ojos al cielo. Y ante el segundo, el
cruel, con paciencia, con capacidad de perdón y ofreciendo todo a Dios para que
nos sirva de purificación y de unión con el sacrificio de Cristo.
Para reflexionar: ¿soy también yo de los que pasan
del “Hosanna” de las alabanzas al Señor, y a los pocos días e incluso horas al
“Crucifícale”? ¿Qué prefiero y pido para mí a Dios en mi oración el “Hosanna” o
el “Crucifícale”? ¿Qué personaje quiero ser en esta Semana Santa: Pedro, Judas,
soldados, Pilato, Herodes, Simón de Cirene, los fariseos y sumos sacerdotes,
María, Juan…?
Para rezar: Señor, perdona mi falta de
constancia en tu seguimiento. Cuántas veces también yo he gritado con mis
sentimientos y decisiones tu crucifixión, y sólo he querido los éxitos y
aplausos. Propongo enmendarme y llevar una vida conforme a tu voluntad
santísima. Cuando vengan los “Hosannas”, los ofreceré a Ti. Y cuando me griten
“Crucifíquenle”, te mire a ti y eso me baste. Amén.