6/05/17

Quien recibió misericordia es capaz de hacer obras de misericordia


El Papa en Santa Marta


Acabamos de leer en la primera lectura un trozo del Libro de Tobías (1,3;2,1b-8). Los judíos habían sido deportados a Asiria, y un hombre justo, de nombre Tobías, ayuda a sus paisanos pobres y –con riesgo de su propia vida– da sepultura a escondidas a los judíos que eran asesinados impunemente. Tobías sentía tristeza ante el sufrimiento de los demás. Siguiendo este ejemplo, también nosotros debemos hacer obras de misericordia corporales y espirituales. Cumplirlas no significa solo compartir lo que uno posee, sino compadecerse, o sea, sufrir con quien sufre. Una obra de misericordia no es hacer algo para descargar la conciencia: hago una obra buena, y me quedo más tranquilo, me quito un peso de encima. ¡No! Es también compadecerse del dolor ajeno. Compartir y compadecer van juntas: es misericordioso el que sabe compartir y también compadecerse de los problemas de las demás personas. Y aquí la pregunta: ¿Yo sé compartir? ¿Soy generoso? ¿Soy generosa? ¿Cuando veo a una persona que sufre, que está en dificultad, sufro yo también? ¿Sé meterme en su piel? ¿Sé ponerme en su situación de sufrimiento?
A los judíos deportados a Asiria les estaba prohibido sepultar a su gente: podían matarlos si les pillaban haciéndolo. Así que Tobías se arriesgaba. Cumplir obras de misericordia significa non solo compartir y compadecer, sino también arriesgarse. Y tantas veces nos arriesgamos. Pensemos aquí, en Roma, en plena guerra: ¡cuántos se arriesgaron, empezando por Pío XII, por esconder a los judíos, para que no los mataran, para que no fuesen deportados! ¡Arriesgaban el pellejo! ¡Pero era una obra de misericordia salvar la vida de aquella gente! Arriesgarse.
Todavía podemos señalar otros dos aspectos. Quien cumple obras de misericordia puede ser objeto de burlas por los demás –como le pasó a Tobías–, porque es considerada una persona que hace locuras, en vez de quedarse tranquila. Y también es alguien que se deja incomodar. Hacer obras de misericordia incomoda. Es que yo tengo un amigo enfermo, y me gustaría visitarlo, pero no me apetece… prefiero descansar o ver la tele, estar tranquilo. Hacer obras de misericordia siempre es pasar incomodidad. Las obras de misericordia incomodan. Pero el Señor padeció la incomodidad por nosotros: fue a la cruz, para darnos misericordia.
Quien es capaz de hacer una obra de misericordia es porque sabe que él ha sido misericordiado antes; que ha sido el Señor quien le dio la misericordia a él. Y si hacemos estas cosas, es porque el Señor tuvo piedad de nosotros. Pensemos en nuestros pecados, en nuestros errores y en cómo el Señor nos ha perdonado: nos ha perdonado todo, ha tenido esa misericordia. Pues nosotros hagamos lo mismo con nuestros hermanos. Las obras de misericordia son las que nos apartan del egoísmo y nos haces imitar a Jesús más de cerca.